jueves, 21 de mayo de 2009

Tarantino causa el desparrame en Cannes

El cineasta 'cambia' el final de la II Guerra Mundial en 'Malditos bastardos'

Quentin Tarantino ha logrado dirigiendo cine rodearse del aura que caracteriza a las vacas sagradas del rock y a los que sobrepasan su condición de actores y actrices para transformarse en estrellas, gente que sólo con la mención de su nombre vende cualquier producto que promocionen. Tarantino es más que un director de películas, su personalidad y su universo constituyen un género, un reclamo lleno de magnetismo que va a devorar un público masivo e incondicional. Algunas le salen redondas y otras achacosas pero han conseguido un éxito espectacular, excepto en el caso de Death proof. En ese juguete caótico, el chico más mimado de la industria llevó su capricho demasiado lejos, intentando homenajear y reinventar el cine de serie Z, un compendio tirando a ridículo de los subproductos que siempre le han fascinado.

Tarantino regala un auténtico disparate, en el mejor sentido de la palabra. Graciosa, ocurrente, depurada, violenta, irónica resulta esta incursión de Tarantino en la gran guerra europea. Había expectación, quizás la más sonada de esta edición de Cannes, donde Tarantino cuenta siempre con una buena lanzadera internacional de su cine. La curiosidad por este proyecto, producido por los hermanos Weinstein, venía de hace años. Sólo un tipo con una marca tan personal como la suya puede acabar indemne después de algo así. Se mete Tarantino en la Francia ocupada utilizando recursos de spaghetti western, cómic, comedia clásica y demás artilugios de género dispares que han hecho esa ensalada de su original estilo.
Detalles El país.

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