martes, 17 de noviembre de 2009

Qué sigue. Pedro Miguel.

Qué sigue
Pedro Miguel / La Jornada
Los cárteles políticos dominantes han construido en la Cámara de Diputados el blindaje financiero de sus plazas fuertes. Creen que, al hacer acopio de enormes presupuestos aplicables a la compra de votos, sus posiciones estatales, municipales y legislativas serán inexpugnables. Priístas y panistas han dispuesto de los dineros públicos no para propiciar la reactivación de la economía ni para crear empleos ni para combatir la pobreza ni para cimenetar el desarrollo, sino para garantizar los privilegios de sus respectivos funcionariatos, incluido, por cierto, Felipe Calderón, a quien el PRI, habiendo podido hacerlo, no le recortó a la mitad los dineros que consume, y que podrían ser llamados inútiles si no fueran empleados en forma tan peligrosa.

Antes de servirse ellos mismos, los oligarcas políticos pusieron en la mesa de los oligarcas económicos platillos suculentos: exenciones diversas, regímenes de excepción, pagos diferidos... Lo bueno, dicen en las oficinas contables de Televisa, es que el gasto en que se incurre para hacerse de unos cuantos diputados federales resulta plenamente deducible, aparte de redituable. ¿Quiere usted pagar menos impuestos o, mejor aún, no pagarlos? Puede negociar paquetes con los jefes de las bancadas principales, o bien adquirir legisladores exclusivos o, cuando menos, contratar a algunos (parece que los del Niño Muerde se dejan rentar por hora de votación) para que cuelguen en la legislación una cláusula ahorradora con dedicatoria a persona (in)moral determinada.

Gracias a éstos y otros negocios, el país llegará al año entrante con menos dinero para educación, salud y cultura, con más desempleados y con más hambrientos. También, con más policías y más cárceles y más pertrechos militares. Así se construye el México que Calderón delineó desde un principio, pero eso no necesariamente significa que haya alguien al mando: a juzgar por sus notorias pérdidas de control, el hombre ya cayó en la cuenta que el adjetivo “pelele” no era una descalificación malévola y ardida, sino una descripción precisa; no le gustó verse en ese espejo y decidió proclamar su propia independencia personal con respecto de quienes lo pusieron en el cargo. Pero, a juzgar por las negociaciones en el Legislativo, los verdaderos mandantes de Calderón ni siquiera se tomaron la molestia de responder con detenimiento a sus expresiones de machismo ; simplemente echaron a andar a sus diputados y le recordaron, de esa manera, quién manda.

Pero ésos son los líos oligárquicos y tal vez ni siquiera valga la pena adentrarse por sus detalles, porque todo proceso de descomposición genera escenas que quitan el hambre. Para los movimientos opositores el momento es, aunque incierto, grandemente auspicioso, porque el golpe del felipato contra Luz y Fuerza del Centro y contra el Sindicato Mexicano de Electricistas ha forzado una redefinición a más de las resistencias ciudadanas al régimen oligárquico: ahora se nota la desorganización causada por la suma y el crecimiento brusco, pero lo más importante es que el movimiento (parece ser que se ha hecho merecedor de ese nombre genérico, y además no tiene otro) y sus concentraciones en el Zócalo ostentan presencias nuevas: telefonistas organizados y otros contingentes sindicales, organizaciones campesinas, la otra campaña y, sobre todo, chingos y chingos de jóvenes entusiastas y enérgicos, cuya escasez había sido un dato notorio y preocupante en la resistencia lopezobradorista.

Ahora lo que sigue es lograr que esa gran confluencia de voluntades de recuperación nacional se dé a sí misma un rumbo claro y preciso para crecer, ganar el consenso aun con el viento en contra de los medios (una tarea difícil, pero no imposible) y convertirse en opción de poder. El hervidero de los gusanos en las cúpulas de las instituciones secuestradas y descompuestas será escandaloso, pero no novedoso. Lo que sigue es acordar la manera de ponerle fin.

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