lunes, 31 de enero de 2011

The Most AMAZING video on the internet #Egypt #jan25

La wikirrevolución del jazmín

La revolución del jazmín no será tan fácil de doblegar porque es una revolución basada en la libre comunicación

Artículos 29/01/2011 - 12:15h La vanguardia.es

Manuel Castells

Las masivas protestas que derrocaron al dictador tunecino Ben Ali muestran nuevamente el poder de los movimientos sociales espontáneos en un entorno de comunicación digital. El proceso, que en menos de un mes hundió un régimen sólidamente asentado desde 1987, ha seguido una pauta familiar: un hecho dramático desborda la indignación contenida por el temor, suscita manifestaciones que reprime la policía y de inmediato las imágenes de represión y los mensajes de protesta se difunden en las redes sociales de internet, amplificando el movimiento hasta que los medios de comunicación no controlados por el Gobierno –en este caso Al Yazira– informany retransmiten las imágenes ymensajes que cuelgan los manifestantes en YouTube y otras webs. Conforme se difunde la protesta, se activan las redes móviles, los SMS, los twitts y las páginas en Facebook y otras redes, hasta construir un sistema de comunicación y organización sin centro y sin líderes, que funciona con suma eficacia, desbordando censura y represión.

En pocos días, decenas de miles de personas se unieron a Facebook y otras redes sociales. El grupo más popular en Facebook se llamaba “Su gente se está quemando, señor Presidente”. Y eso que ahora los gobiernos ya están avisados y ponen en marcha la ciberguerra y la censura en internet, borrando información en Facebook y bloqueando páginas de activistas, quienes respondieron con humor llamando al “Error 404” –característico de una interferencia informática– el “Ammar 404”, nombre del censor jefe. Pero cuando se desencadena el poder internauta es difícil contenerlo, como muestra la difusión viral de un videoclip del rapero Ben Amor, el General, que animó a los jóvenes a protestar. Y es que la conexión entre juventud y la cultura de internet está en la raíz del nuevo poder popular: en Túnez, como en muchos países musulmanes, la mitad de la población tiene menos de 25 años.

Por eso podemos hablar de wikirrevolución. O sea, de una revuelta cogenerada sin estrategia central, por la simple indignación de miles de jóvenes dispuestos a arriesgar sus vidas. No tanto, como se ha escrito, por el efecto de la revelación de cables estadounidenses por Wikileaks sobre la corrupción del régimen. Porque los tunecinos no necesitaban a Wikileaks para saber la corrupción profunda de su gobierno (la familia controlaba la mitad de las grandes empresas del país). La chispa que encendió la hoguera provino de la rabia subsiguiente a la autoinmolación del joven vendedor ambulante Mohamed Buazizi en la ciudad de Sidi Buzid. Y su suicidio fue un último grito contra la humillación cotidiana a que le sometía la policía local.

En ese gesto de morir por su dignidad se reconocieron muchos jóvenes, incluido otro del que se habla menos, Lahsin Naji, que se electrocutó colgándose de un cable de alta tensión en Sidi Buzid mientras gritaba: “Basta de miseria, basta de paro” (el paro juvenil rebasa el 40%). Cuando la policía ocupó Sidi Buzid, la revuelta se extendió por otras ciudades hasta llegar a Túnez. Y cuando, tras 72 muertos, se dio orden al ejército de disparar, los jefes militares se negaron y se interpusieron frente a la policía política. Conforme se difundían las revueltas, la televisión por satélite, que tenía la mitad de la audiencia frente a la infumable propaganda televisiva oficial, empezó a difundir reportajes especiales –en particular Al Yazira–, pero también la BBC en árabe, France 24, Al Hiwar y otras, captando la atención del mundo árabe (curiosamente mucho menos en el mundo occidental, pese a la emisión en inglés y francés). Al Yazira creó un sistema interactivo con la información difundida por internet por los propios ciudadanos, usándolos como fuente documental y también organizando grupos en Facebook, y transmitiendo directamente a los móviles de forma gratuita. Así parece emerger el nuevo sistemade comunicación de masas construido como mezcla interactiva y multimodal entre televisión, internet, radio y plataformas de comunicación móvil. La comunicación del futuro ya se usa en las revoluciones del presente.

Obviamente, no es la comunicación la que origina la revuelta. Esta tiene causas profundas en la miseria y la exclusión social de buena parte de la población, en la pantomima de democracia, en el oscurantismo informativo, en el encarcelamiento y tortura de miles de personas, en la transformación de todo un país en la finca de las familias Ben Ali y Trabelsi con el beneplácito de EE.UU., los países europeos y las dictaduras árabes. Pero sin esa nueva forma de comunicación la revolución tunecina no hubiera tenido las mismas características: su espontaneidad, la ausencia de líderes, el protagonismo de estudiantes y profesionales, junto con los políticos de la oposición y los sindicatos jugando un papel de apoyo cuando estaba el proceso en marcha.

Es más, el efecto directo de la caída del régimen ha sido una extraordinaria primavera de libertad de prensa. El insufrible canal 7 se convirtió en Televisión Nacional Tunecina e informa con independencia, como la popular radio Mosaique y los principales diarios Al Churuk y Al Sarih, que ahora exponen en titulares la corrupción del régimen una vez que los periodistas echaron a los directores. Esta comunicación libre hace difícil a los políticos de la transición manipular el proceso como quieren. Cada intento de gobierno continuista se encuentra con una oleada de informaciones sobre los nuevos líderes que alienta la persistente protesta popular contra un cambio de fachada. De modo que, aunque, como siempre en la historia, los mismos perros con distintos collares y con los mismos amos se aprestan a retomar el poder, la revolución del jazmín no será tan fácil de doblegar porque es una revolución basada en la libre comunicación. Quienes mejor lo saben son los regímenes árabes que están en estado de alerta. Ya ha habido diez autoinmolaciones de protesta en Egipto y otros países, las manifestaciones se suceden, internet se puebla de llamamientos y debates y Al Yazira gana audiencia en una juventud que siente el embriagador aroma de la libertad.

sábado, 29 de enero de 2011

Día del juicio en Egipto. Robert fisk

"Ésta es una revolución por Twitter y por Facebook, y hace mucho que la tecnología derribó las desfallecientes normas de la censura."
Día del juicio en Egipto
Robert Fisk

Represión a las manifestaciones en El Cairo contra el gobierno del presidente Hosni Mubarak, quien se ha mantenido durante 30 años como jefe de Estado Foto Reuters

La Jornada México


El Cairo. ¿Día de oración o de furia? Todo Egipto esperaba el sabbath musulmán –para no mencionar a los temibles aliados de El Cairo– mientras el anciano presidente del país se aferra al poder después de noches de violencia que han sacudido la fe estadunidense en la estabilidad del régimen.

Hasta ahora han perecido cinco hombres durante los disturbios y casi mil más han sido encarcelados; la policía ha golpeado mujeres y por primera vez una oficina del gobernante Partido Nacional Democrático ha sido incendiada. Los rumores son aquí tan peligrosos como el gas lacrimógeno. Un periódico cairota ha afirmado que uno de los principales consejeros de Hosni Mubarak ha volado a Londres con 97 maletas repletas de dinero, pero otros reportes hablan de un presidente furioso que grita a los altos mandos de la policía porque no han tratado con más severidad a los manifestantes.

Mohamed el Baradei, premio Nobel y ex funcionario de la Organización de Naciones Unidas (ONU), volvió este viernes a Egipto, pero nadie cree –salvo tal vez los estadunidenses– que pueda concentrar en torno suyo los movimientos de protesta que han surgido por todo el país.

Ya se han dado signos de que quienes están hartos del régimen corrupto y antidemocrático de Mubarak han tratado de convencer a los mal pagados policías que patrullan El Cairo de que se unan a ellos. “¡Hermanos! ¿Cuánto les pagan?”, comenzó a gritar una muchedumbre a los gendarmes capitalinos. Pero nadie negocia: no hay nada que negociar, excepto la partida de Mubarak al exilio, y el gobierno egipcio no dice ni hace nada, que es más o menos lo que ha venido haciendo durante las tres décadas pasadas.

La gente habla de revolución, pero no hay quien remplace a los hombres de Mubarak –jamás designó un vicepresidente–, y un periodista egipcio me dijo este viernes que había encontrado algunos amigos que sentían lástima por el presidente aislado y solitario. Mubarak tiene 82 años de edad y aun así insinuó que se postulará de nuevo a la presidencia, para indignación de millones de egipcios.

La verdad desnuda y horrible, sin embargo, es que salvo por su brutal policía y su ejército ominosamente dócil –el cual, por cierto, no ve con agrado a Gamal, el hijo de Mubarak–, el gobierno carece de poder. Ésta es una revolución por Twitter y por Facebook, y hace mucho que la tecnología derribó las desfallecientes normas de la censura.

Los hombres de Mubarak parecen haber perdido toda iniciativa. Los periódicos de su partido están llenos de autoengaño: empujan las notas de las manifestaciones de masas al pie de las primeras planas, como si con eso alejaran a las multitudes de las calles: como si, de hecho, por empequeñecer las notas las protestas jamás hubieran ocurrido.

Pero no se necesita leer los periódicos para saber qué ha fallado. La suciedad y las ciudades perdidas, las cloacas abiertas y la corrupción de todo funcionario gubernamental, las sobrepobladas prisiones, las risibles elecciones, todo el vasto y esclerótico edificio del poder ha llevado por fin a los egipcios a las calles.

Amr Moussa, jefe de la Liga Árabe, apuntó algo importante en la reciente reunión cumbre de líderes árabes, en el centro turístico egipcio de Sharm el Sheikh: “Túnez no está lejos de nosotros: los hombres árabes están destrozados”.

Pero, ¿será así en verdad? Un viejo amigo me contó una horrible historia de un egipcio pobre que afirmó no tener interés en echar a los jefes corruptos de sus comunidades del desierto. “Al menos ahora sabemos dónde viven”, dijo. Hay más de 80 millones de personas en Egipto, 30 por ciento de ellas menores de 20 años. Y ya no tienen miedo.
Una especie de nacionalismo egipcio –más que islamismo– se hace sentir en las manifestaciones. El 25 de enero es el Día Nacional de la Policía –para honrar a la fuerza que dio la vida combatiendo a las tropas británicas en Ismailia–, y el gobierno regañó a los manifestantes, diciéndoles que deshonraban a los mártires. No, gritaron las multitudes: esos policías que murieron en Ismailia eran hombres valientes; sus actuales descendientes en uniforme no los representan.

El gobierno, sin embargo, no es tonto. Hay cierta astucia en la liberación gradual de la prensa y la televisión en esta destartalada seudodemocracia. Ha dado a los egipcios apenas suficiente aire para respirar, para mantenerlos callados, para disfrutar su docilidad en esta vasta tierra labrantía. Agricultores y no revolucionarios, pero cuando varios millones invadieron las ciudades, los barrios bajos y las casas en ruinas y las universidades, las cuales les dieron títulos pero no empleos, algo tenía que ocurrir.

“Estamos orgullosos de los tunecinos: han mostrado a los egipcios lo que es tener orgullo –dijo este viernes otro colega egipcio–. Fueron una inspiración, pero aquí el régimen fue más listo que el de Ben Ali en Túnez. Puso un barniz de oposición al no arrestar a toda la Hermandad Musulmana, y al decir luego a los estadunidenses que el gran peligro es el islamismo, que Mubarak es lo único que se interpone entre ellos y el ‘terror’… mensaje que Washington ha estado dispuesto a escuchar durante los 10 años pasados.”

Existen varias pistas de que las autoridades en El Cairo se percataron de que algo se avecinaba. Varios egipcios me han dicho que el 24 de febrero agentes de seguridad descolgaban imágenes de Gamal Mubarak en los barrios bajos, por temor de que provocaran a las multitudes. Pero el gran número de detenciones, las golpizas de la policía –a hombres y mujeres por igual– y el casi colapso del mercado egipcio de valores llevan la marca del pánico, más que de la astucia.

Y uno de los problemas ha sido creado por el propio régimen: se ha deshecho por sistema de toda persona dotada de carisma; las ha echado del país, y castrado políticamente cualquier oposición real al aprisionar a muchos disidentes. Los estadunidenses y la Unión Europea llaman al régimen a escuchar al pueblo, pero, ¿cuál es el pueblo, quiénes son sus líderes? No es un levantamiento islámico –aunque podría llegar a serlo–, pero, salvo la cantilena de la participación de la Hermandad Musulmana en las manifestaciones, es apenas una masa de egipcios asfixiada por décadas de fracaso y humillación.

Pero todo lo que los estadunidenses parecen capaces de ofrecer a Mubarak es una sugerencia de reformas, cosa que los egipcios han oído muchas veces. No es la primera vez que la violencia ha llegado a las calles del país: en 1977 hubo tumultos por la comida –yo estaba entonces en El Cairo y había muchas personas hambrientas y enardecidas–; el gobierno de Anuar Sadat logró controlar a la gente bajando los precios de los alimentos y aplicando cárcel y tortura. Ha habido motines policiacos, uno de ellos suprimido sin piedad por el propio Mubarak. Pero esto es algo nuevo.

Resulta interesante que no parece haber animosidad hacia los extranjeros. Muchos periodistas han sido protegidos por las multitudes y –pese al deplorable apoyo de Washington a los dictadores de Medio Oriente– ni una sola bandera estadunidense ha sido quemada. Eso muestra lo que es nuevo. Tal vez un pueblo ha crecido… sólo para descubrir que sus envejecidos gobernantes son todos niños.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Mañana, en Guerrero, ganará Rubén Figueroa

Desfiladero

¿No más sangre? La Marina en el DF

Mañana, en Guerrero, ganará Rubén Figueroa

Jaime Avilés

¿Cómo se llama el partido que mañana ganará las elecciones en Guerrero? PRI. No importa cómo se apellide el candidato que reciba el mayor número de votos. ¿Aguirre o Añorve? Da igual. De todos modos, ninguno de los dos gobernará. El poder seguirá en manos del cacique de los caciques del estado: Rubén Figueroa, cabeza de la familia que domina la entidad desde el sexenio de Luis Echeverría.

Siete años atrás, ante el desgaste político del PRI, los caciques echaron mano de un santurrón, egresado del Tec de Monterrey, que se envolvió en la bandera del PRD y les besó los huaraches, antes de lanzar su candidatura y prometer el siempre anhelado y postergado cambio.

Zeferino Torreblanca mantuvo su palabra y, en la medida de sus limitaciones, que eran muchas y pronto se hicieron visibles, cumplió sus compromisos con los caciques y dio la espalda a todas las fuerzas y proyectos de izquierda que lo habían apoyado. Le hizo la vida imposible al esforzado presidente municipal de Acapulco, Félix Salgado Macedonio, y lo dejó al garete, defendiendo la ciudad con veinte uñas ante la brutal irrupción del narcotráfico, de la que el saliente no podrá alegar inocencia.

En los municipios enclavados en las regiones de la Montaña y la Costa Grande, Torreblanca combatió, como el furibundo derechista que es, la organización de la Policía Comunitaria, que hace más de 16 años brinda efectiva seguridad y protección a los habitantes de esas localidades.

Con igual desprecio, impidió de mil maneras que se desarrollara la Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur (Unisur), que sin recursos estableció planteles, o lo más parecido a eso, en Xalitla, cerca de Iguala; en Xochistlahuaca, pueblo amuzgo de tejedoras prodigiosas, cerca de Chilpancingo; en San José del Rincón (Montaña media), y en Cuajinicuilapa, centro de la Costa Chica, esa hermosa región colindante con Oaxaca y poblada desde la segunda mitad del siglo XVI por descendientes de esclavos africanos.

De igual modo, Torreblanca reprimió a las comunidades campesinas que en las inmediaciones de Acapulco se oponen a la construcción de la presa La Parota, una terquedad que arruinaría la vida de miles de personas, desaparecería pueblos enteros y acarrearía graves daños ecológicos, sólo para satisfacer los intereses de un grupo de inversionistas privados que desean lucrar con el negocio de la producción ilegal de energía eléctrica.

Zeferino Torreblanca se irá sin esclarecer el asesinato del presidente del Congreso del estado, el perredista Armando Chavarría Barrera, que el 20 de agosto de 2009 fue balaceado al salir de su domicilio. Ese homicidio, que intentó presentar como “pasional” sin demostrarlo, tiene todas las características de un crimen político, para eliminar al hombre que iba adelante en todas las encuestas.

¿Por qué Torreblanca filtró a la prensa el expediente de la investigación, según el cual Chavarría sostenía relaciones con múltiples mujeres y, en represalia, un marido ofendido lo habría matado? ¿Por qué se atrevió a encarcelar al periodista Juan Angulo, director de El Sur de Acapulco, luego de presionarlo con insistencia para que le revelara detalles de la vida privada de Chavarría?

Pues bien, esta fichita representa los “ideales” y “banderas” del PRD, que abrazó con similar hipocresía el priísta Ángel Aguirre Rivero, a quien respaldan, dándole trato de “compañero”, Marcelo Ebrard, Manuel Camacho, Jesús Ortega, Felipe Calderón, El Yunque y Ruth Zavaleta, que no se descarta para ocupar un puesto en su gabinete.

Aguirre, dicen los que saben, era el candidato natural del PRI, pero lo desplazó en el ancho corazón de Beatriz Paredes y en lo que haya debajo del copete de Enrique Peña Nieto, el xenófobo Manuel Añorve Baños, quien cuando era presidente municipal de Acapulco y estalló el brote de gripa porcina en el Distrito Federal, arrestó a cuatro chilangos en la costera Miguel Alemán y los expulsó del puerto adoptando medidas sanitarias propias de la Edad Media.
Malquerido por el partido de sus amores, Aguirre encontró comprensión y consuelo en los dirigentes del PRD, el PT y Convergencia. Pero muy pronto mostró el cobre. El 5 de diciembre del año pasado, Andrés Manuel López Obrador condicionó su adhesión a Aguirre, si y sólo si éste firmaba 10 compromisos públicos:

A saber, impulsar un programa para combatir la pobreza, dar más apoyo a campesinos y jornaleros, pensión universal para adultos mayores, discapacitados y madres solteras; atención médica y medicinas gratis a campesinos, obreros, estudiantes, vendedores ambulantes, meseros y trabajadores de otros ámbitos que carecen de seguridad social.

Además, otorgar becas a estudiantes de bajos recursos, respetar los derechos de los pueblos indios, mejorar los servicios públicos y pronunciarse explícitamente contra la construcción de La Parota. Aguirre se negó a suscribir los compromisos. Luego, se echó en brazos de Calderón. Y en el cierre de su campaña, Marcelo Ebrard le levantó el brazo.

La última gota

Cuando se escriba la historia del calderonato, los hechos demostrarán que se trató de un golpe de Estado en cámara lenta, de principio a fin, que al parecer se acerca a su clímax con la militarización de la ciudad de México.

Recordemos: Calderón llega al gabinete de Fox como secretario de Energía; va a Estados Unidos y ofrece privatizar Pemex; por medio de Mouriño amarra el apoyo español; comete fraude en las elecciones internas del PAN para arrebatarle la candidatura presidencial a Creel y, haiga sido como haiga sido, llega a Los Pinos.

Declara la guerra al narcotráfico, privatiza y saquea Pemex, saca a las fuerzas armadas a las calles, pierde militarmente numerosas ciudades y carreteras de la frontera norte, del Golfo, del Pacífico y del sur del país; la expansión del narcotráfico es inversamente proporcional a este supuesto “combate”: las exportaciones de droga desde México llegan a 36 países, el consumo interno de cocaína se duplica en seis años (datos de la Ssa), y la militarización y la paramilitarización avanzan impertérritas, con el aplauso de Estados Unidos, mientras el Estado se desfonda y la vía electoral se pudre.

Ahora, la Marina llega al Distrito Federal y Marcelo Ebrard, atado de manos por sus alianzas con Calderón, mantiene cerrada la boca, al igual que la Asamblea Legislativa. Pero también guarda silencio el gobierno legítimo. Y los ciudadanos. ¿Esta es la respuesta a la campaña No + Sangre? ¿Qué sigue? ¿La primera batalla campal entre militares y paramilitares en Plaza Universidad? Y después, ¿cateos sin orden judicial a domicilios particulares (¿se acuerdan de la ley Gestapo?), secuestros y desapariciones de personas inocentes, represión generalizada y estado de excepción no declarado pero permanente?

Como en el juego del go, el ajedrez chino, después de apoderarse con militares y paramilitares de la mayor parte del país, ahora Calderón viene por el centro del tablero. El próximo 19 de febrero, distintas organizaciones sociales realizarán una movilización que pretenden que sea nacional, para exigir el regreso del Ejército y la Marina a sus cuarteles. Parecerá una obviedad, pero los vasos se desbordan cuando les cae la primera gota de agua que ya no les cabe. ¿Cuándo caerá la nuestra? ¿Cuándo diremos, como el pueblo de Túnez, hasta aquí?

jamastu@gmail.com

miércoles, 26 de enero de 2011

La obra del “obispo de los pobres” no pudo desmontarla ni el Vaticano

La obra del “obispo de los pobres” no pudo desmontarla ni el Vaticano

Desde la madrugada de ayer, decenas de personas esperaban en la catedral de San Cristóbal de las Casas la llegada del cuerpo de su guíaFoto Víctor Camacho
Blanche Petrich

Periódico La Jornada
Miércoles 26 de enero de 2011, p. 4

El sueño de Samuel Ruiz García, poder ordenar en su diócesis a los primeros sacerdotes indios de Chiapas, nunca se pudo cumplir. Pero en cambio dejó en su extensa diócesis de San Cristóbal de las Casas una estructura de diáconos indios que democratizaron la institución clerical –según lo describe el historiador Jan de Vos– y que a partir de 2000, cuando el histórico prelado se retiró, no pudo ser desmontada por su sucesor Felipe Arizmendi, a pesar de las órdenes puntuales que en su momento recibió del cardenal Ángelo Sodano desde Roma.

“La obra de don Samuel no se desmontó en la década reciente –explica Pablo Romo, que en esos años, como fraile dominico, trabajaba muy cercano al obispo en el área de la defensa de los derechos humanos– porque no fue la construcción de un solo hombre, sino de muchos, religiosos, religiosas y seglares. Y sobre todo fue un legado bien arraigado en el corazón de los indígenas”.

Hace 11 años, cuando Samuel Ruiz se retiró de Chiapas, no había un solo servicio (luz, drenaje, teléfono, agua potable, carreteras, salud o educación) que cubriera la totalidad del territorio de la diócesis sancristobalense, con más de un millón y medio de personas en cerca de 2 mil comunidades, en su mayoría indígenas. Excepto el servicio religioso. Aunque la región sólo contaba con 58 sacerdotes, 100 misioneros y 173 religiosas, tenía para entonces 400 diáconos ordenados y eso permitía que cada ermita pudiera celebrar misas y fiestas cada que correspondía.

Contaba en esa época el párroco de Guatquitepec, Ignacio Morales, jesuita y hermano del párroco de Bachajón, Mardonio Morales: “Mientras más diáconos haya, más viable es nuestra misión”.

Pero esta obra, que por lógica debería ser admirada por la Iglesia, no cae nada bien entre los poderosos jerarcas del Vaticano, en parte por una visión racista prevaleciente en Roma y en parte porque el concepto indígena entra en fricción con uno de los tabúes máximos del catolicismo: el celibato de sus clérigos. Entre los indígenas de Chiapas, un hombre soltero, sin una mujer al lado, es un hombre incompleto, inmaduro, a quien no se le pueden otorgar responsabilidades de peso frente a la comunidad. Sólo en pareja se alcanza la plenitud.

Los agentes de pastoral de San Cristóbal –sean jesuitas, dominicos o diocesanos– entienden, cada uno con su matiz, esta naturaleza y la asumen. Cada tunujel (diácono en tzotzil) o abatinel (en tzeltal) puede leer las escrituras, dar la comunión e impartir algunos sacramentos en ausencia de un sacerdote. Pero antes de acceder a ese grado, el diácono y su esposa pasan por un largo proceso de preparación, servicio, estudio y pruebas.

De Xicotepec a Huixtán

En 1970, todavía frescas las experiencias de la conferencia episcopal de Medellín, Samuel Ruiz citó, como integrante del Centro Episcopal de la Pastoral Indígena, a una reflexión en la que participaron catequistas indígenas de todo México sobre las dificultades con las que tropiezan en sus comunicades con la estructura eclesial. Se realizó en Xicotepec, Veracruz, tierra totonaca.
El resultado es un documento redactado en muchas lenguas, pero que en español se llama Indígenas en polémica con su Iglesia y constituye, en pocas palabras, un ejercicio en el que los clérigos abren oídos a las críticas y quejas acumuladas por siglos de los fieles en los pueblos indios.

Andrés Aubry, antropólogo, ex jesuita y cercano amigo de Ruiz García, explica que fue precisamente a partir del consenso de Xicotepec que el obispo pudo pasar a la acción, aplicando en Chiapas el decreto conciliar Ad gentes, nombrando a los primeros diáconos indígenas permanentes. En 20 años ordenó a 300 de ellos, todos casados, el mayor número en todas las diócesis de la República, donde se contaban en aquellos años apenas 10. En América Latina sólo había 100. Para no provocar mayores fricciones con la jerarquía romana, se evitó el término “diaconesa”.

El 18 de enero de 2000, en la que se conoce como la liturgia de Huixtán, ya como parte de su despedida, don Samuel ordenó a otros 103 diáconos, al lado de su adjunto Raúl Vera. Provenientes de todas las etnias del estado, incluidos algunos mestizos, los servidores son investidos en forma permanente, con la mayor solemnidad y estricto apego a los cánones vaticanos y al ritual romano. En esa ocasión el obispo saliente elevó una plegaria: “Pedimos a Dios que este árbol no sea lastimado”.

Al tomar conocimiento de las ordenaciones en Huixtán, el Vaticano reacciona con virulencia, el nuncio Justo Mullor cancela su participación en la misa solemne para despedir al obispo de San Cristóbal y se preparan represalias ulteriores.

El 23 de febrero, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Sodano –sin competencia en materia de sacramentos– convoca una reunión de dicasterios en Roma para analizar la ordenación de estos diáconos indígenas, se subraya en los documentos que surgen de esa reunión.

De modo racista –acentúa Aubry– el Vaticano pide que se evite usar el término diácono indígena permanente, invita a los ya ordenados a desertar y pone en duda la conciencia religiosa que pudieran tener los 400 ordenados. Explica Aubry que “esta iglesia puede aparecer diferente, por su riqueza, a los occidentales cuando en realidad es un secreto de Dios y la garantía de que las raíces crecerán profundas en la diversidad de cada grupo humano”.

En esta última década, bajo el obispado de Felipe Arizmendi, no han sido ordenados nuevos diáconos indígenas en Chiapas. Los que ejercen el diaconado van envejeciendo y no hay relevo. “Y es cierto –admite Pablo Romo, quien en este periodo también dejó el sacerdocio y hoy trabaja en Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz) en México–, sí hay intereses de altos niveles de la Iglesia y otros poderes para dividir y desmantelar la obra de Samuel Ruiz. Se generan divisiones, se introducen otros movimientos. Pero a pesar de todo, lo sustantivo sigue ahí, en la raíz”.

Samuel Ruiz (1924-2011), el profeta mexicano del siglo XX

Desde la madrugada del martes y hasta el cierre de esta edición, no cesaron, en la catedral de San Cristóbal de las Casas, las manifestaciones de pesar por el fallecimientoFoto Ap

Enrique Dussel *

Ha muerto el 24 de enero el santo profeta de Chiapas, digno sucesor de Bartolomé de las Casas. Este último comenzó su lucha en favor de los pueblos originarios de América en el ya lejano 1514 en el pueblito de Sancti Espíritu de Cuba. Fue obispo de Chiapas desde 1544 hasta 1547, en que fue expulsado por la oligarquía de los conquistadores que ya dominaban esa tierra maya, por su lucha en favor de los pueblos originarios. Algo más de cuatro siglos después, y como continuando la labor de Bartolomé, fue nombrado en 1959 don Samuel Ruiz, a la edad de 35 años, obispo de Chiapas (siendo el más joven del episcopado mexicano de esos años). Había nacido el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato. Estudió primero en León; obtuvo su doctorado en hermenéutica bíblica en la Gregoriana de Roma. Era un hombre letrado, director del seminario de León (como Miguel Hidalgo lo fue del de Valladolid). Asistió al II Concilio Vaticano, participando todavía dentro de las filas del episcopado conservador. Le tocaron tiempos de profunda renovación de la Iglesia y las convulsiones políticas del 68. En ese tiempo cambiará drásticamente su posición teórica y práctica. Será su comunidad indígena maya la que lo confrontará con la miseria, la opresión, la dominación política, económica, cultural y religiosa que la oligarquía chiapaneca había orquestado como herencia de los conquistadores y de los terratenientes contra ese pueblo originario. El joven obispo sufre una conversión radical. Ya en 1968 fue uno de los cuatro oradores (sobre el tema de la pastoral indígena) en la Conferencia de Medellín del Celam, donde manifestó su calibre latinoamericano. Brillará en América Latina como miembro de una camada de obispos que optaron por los pobres del continente, junto a Helder Camara, en Brasil; Leónidas Proaño, en Ecuador, y Óscar Romero, en El Salvador. Será uno de los reformadores de la Iglesia, fundamentando bíblicamente la revolucionaria teología de la liberación que estaba naciendo. Pero aún más, la llevó a la práctica con su pueblo indígena chiapaneco. Aprendió dos lenguas mayas y se transformó en el profeta de su pueblo. Esto le traerá grandes enemistades, persecuciones, aun de aquellos que hoy, después de su muerte, lo ensalzan. Decía de él, y de don Samuel, el obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo: Nosotros unificamos al episcopado mexicano. ¡Todos están contra nosotros!” Perseguido por los potentados, los terratenientes, los políticos y hasta por algunos de sus sacerdotes, con indomable brío, con paciencia de indígena, con sacrificio titánico, recorriendo innúmeras veces su diócesis en camioneta, avioneta o a caballo, estaba presente consolando, alentando y dirigiendo a las “comunidades” mayas. Todas lo tenían por tatik (como el tata de los tarascos que fue Vasco de Quiroga); nombrado por ellos mismos “Protector del pueblo indígena”. Contra viento y marea, y contra la opinión de muchos en el Vaticano (que como decía San Juan de la Cruz a un hermano observante estricto: “¡Cuídate de ir a Roma, partirás descalzo (reformado) y volverás calzado (corrompido)!”), transformó la Iglesia y la sociedad chiapaneca, educó a los líderes indígenas, que de catequistas llegaron a ser diáconos. ¿Qué fueron muchas y muchos comandantes zapatistas sino catequistas de don Samuel Ruiz? Don Samuel creó proféticamente la conciencia de lucha de su pueblo, del cual, por otra parte, aprendió todo. Por ello, en la celebración de su muerte (no es contradictorio que el pueblo reunido junto a su cadáver exultara un cierto espíritu de profundo regocijo), se gritaba, en algunos casos machete en mano: “¡Samuel vive, la lucha sigue!”; o aquella crítica a la Iglesia de tantas traiciones: “¡Queremos obispos al lado de los pobres!” Esa Iglesia ocupada en la beatificación de su burocracia (cuyo miembro supremo se le vio fotografiado junto a R. Reagan, o a A. Pinochet, y que se encolerizó ante la presencia de un humilde Ernesto Cardenal de rodillas, y sin embargo ministro de Estado de la revolución sandinista, junto al gran cartel en el que se leía en la Plaza de la Revolución: “¡Entre cristianismo y revolución no hay contradicción!”
Don Samuel no fue sólo una figura mexicana. Era una personalidad profética latinoamericana, defensor de los derechos humanos de los humildes, de los inmigrantes en toda Centroamérica. Era una figura mundial, recibiendo premios internacionales y doctorados honoris causa en las más diversas y encumbradas universidades en reconocimiento a su pensamiento y a su acción.

Don Samuel es, junto a don Sergio Méndez Arceo, el símbolo más profético de la Iglesia mexicana del siglo XX, y uno de los pastores más importantes de la pastoral indígena en nuestro continente y el mundo. No queda sino alegrarse con el pueblo cuando exclamaba: “¡Samuel vive, la lucha sigue!” Como Walter Benjamin escribía, se trata de un “mesianismo materialista” (si por “materialista” se entiende cumplir responsablemente con los deberes para con la vida de los pobres y explotados, como los indígenas chiapanecos). Samuel fue heroicamente consecuente con aquél: “¡Tuve hambre y me dieron de comer!” (que del Osiris egipcio pasó a Isaías y al fundador del cristianismo, del cual Samuel fue un digno testimonio).

* Filósofo, emérito de la Universidad Autónoma Metropolitana

martes, 25 de enero de 2011

MORENA con AMLO 2012 (Movimiento de Regeneración Nacional)

Samuel Ruiz: pérdida y compromiso

Samuel Ruiz: pérdida y compromiso
Editorial La Jornada

La muerte del obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz –tatic, como lo llamaban, en lengua tzotzil los indígenas de Chiapas—, ocurrida ayer en esta capital, deja un amplio y profundo sentir de orfandad para los pueblos indígenas de México, los organismos defensores de los derechos humanos, los sectores progresistas de la Iglesia católica y, en general, para los ciudadanos que aspiran a un país más justo, digno y equitativo.

Las múltiples y diversas voces que lamentaron ayer el fallecimiento –políticos, organizaciones no gubernamentales, académicos, dirigentes sociales y representantes religiosos– permiten ponderar la trascendencia del hecho: el país ha perdido a su más emblemático representante en el campo de la teología de la liberación –y precursor, por añadidura, de la llamada "teología indígena"–; a un defensor incansable de los derechos humanos; al "obispo de los indios y de los pobres", como se le conocía, pero sobre todo, a un hombre de extraordinaria sensibilidad hacia las lacerantes injusticias que padecen, desde siempre, las mayorías depauperadas y los pueblos originarios en concreto, y que se han ido extendiendo y agravando en forma exasperante y alarmante en tiempos recientes.

Esa sensibilidad lo hizo transitar, a lo largo de una labor pastoral que lo mantuvo cuatro décadas al frente de la diócesis de San Cristóbal, de la tarea meramente evangelizadora de los pueblos indígenas a una visión que persigue el empoderamiento de éstos, que reivindica su papel protagónico como sujetos históricos y que es consciente de que el mejoramiento de sus condiciones de vida está fuertemente vinculado con cambios profundos en la estructura social.

Es significativo, y a la vez revelador de la ausencia de referentes éticos propios del grupo que detenta el poder, el hecho de que la Presidencia de la República haya reconocido ayer a Samuel Ruiz como pieza "esencial para alcanzar la paz en el estado de Chiapas" –en referencia a su participación como mediador en esa entidad tras el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994–, como si el religioso hubiese desempeñado un papel cercano, cuando no al servicio, de las elites políticas. Ante ello, es importante recordar que el compromiso del tatic siempre estuvo con las causas de los marginados, los sin voz, los de abajo; que padeció, por ello, una campaña de persecución y hostigamiento político y religioso, y que, durante sus últimos años, continuó denunciando la indolencia de los gobiernos hacia el carácter irresuelto de la cuestión indígena en el país.

En todo caso, preferible a los halagos inciertos y a las palabras vacías sería un compromiso efectivo de la autoridad con la atención y la solución de la problemática de los indígenas, que siguen padeciendo, cada vez que deben relacionarse con instancias políticas formales, un rosario de abusos y atropellos sistemáticos del poder público, así como obstáculos al pleno ejercicio de su ciudadanía. La corrección de las circunstancias legales que han hecho posible la marginación, la explotación y la discriminación de los pueblos originarios por parte de la autoridad –y que no fueron correctamente atacadas en el conjunto de reformas legales de hace una década en la materia– tendría que ser vista como el mejor homenaje, y acaso el único presentable y congruente, del grupo gobernante a la memoria de Samuel Ruiz.

En los difíciles tiempos que corren en la actualidad, resulta doblemente valioso y necesario el legado que el tatic deja en sus seguidores pastorales, en sus feligreses y en millones de ciudadanos conscientes y comprometidos con la transformación social de la nación. Descanse en paz.

Don Samuel, El Caminante. Carlos Fazio.

Don Samuel, El Caminante
Carlos Fazio


Foto Samuel Ruiz, Pablo González Casanova y Carlos Payán coincidieron en Casa Lamm, en febrero de 2000 Foto La Jornada

Al despuntar 1994, con la novedad de la insurgencia campesino-indígena zapatista, un hombre de la Iglesia católica comenzó a acaparar los noticieros y las primeras planas de la prensa mundial: monseñor Samuel Ruiz García, obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en el sureste mexicano.

Pero, ¿quién era Samuel Ruiz, esa figura signo de contradicciones, venerada casi como un dios por los indígenas de Chiapas y odiada al extremo por los poderosos de su diócesis? No era un desconocido. En las zonas indígenas del continente americano, desde Alaska a la Patagonia, pero también en Asia y África así como en los ambientes ecuménicos de Europa, El Tatic Samuel había cobrado fama de profeta desde el inmediato posconcilio, cuando comenzó a aplicar los acuerdos del Vaticano II.

Luego, con Medellín (1968) y el despertar de una nueva conciencia episcopal latinoamericana, en contraste con una institución cupular, vertical, predominantemente conservadora y legitimadora del poder y de la ideología dominante, como la que existe en México y en otras latitudes, don Samuel impulsaría un modelo de Iglesia más participativa, más autóctona. En su diócesis de San Cristóbal fue el constructor de una Iglesia con rostro indígena.

Hijo de espaldas mojadas, fue ordenado sacerdote en Roma, en 1949. Diez años después, Juan XXIII lo nombró obispo de San Cristóbal. Tenía apenas 35 años. Había sido formado para ser un obispo tradicional, de poder. Pero a poco de empezar a recorrer la diócesis, aquella realidad de miserias y carencias le golpeó. Se practicaba entonces un indigenismo paternalista en el cual el indio era objeto de la acción pastoral. De la mano del Concilio Vaticano II comenzó a intuir que por allí no era su camino de pastor. Pero fue su transitar por los senderos reales y de herradura de la selva Lacandona, lo que lo encaminó a su propia conversión. No pudo ser indiferente ante tanta opresión, miseria, hambre, discriminación y muerte.

En el último tercio del siglo XX, Chiapas era baluarte de terratenientes, madereros y cafetaleros, en una realidad de peones acasillados como en la Colonia. Durante un tiempo don Samuel fue un obispo pescado: pasó con los ojos abiertos en medio de la opresión, sin verla. Hasta que descubrió al indio marginado. Eso ocurrió cuando dejó de ver sólo iglesias llenas y tomó conciencia de la explotación del indígena y del funcionamiento de las estructuras sociales de dominación clasista.

Supo entonces que el camino nuevo era riesgoso y conflictivo, porque vendrían acusaciones y le endosarían etiquetas de "marxista" y de una "politización indebida". Pero eran los peligros que debía afrontar.

En realidad, como dijo él muchas veces, quienes lo convirtieron fueron los indios. La clave, pues, está en que se convirtió al pobre, a las raíces, a la cultura, al pueblo. Y eso comenzó a mover dentro de sí el espíritu hacia la liberación, la justicia y la paz. Vivió entonces la conversión como un continuum; siempre convirtiéndose durante 40 años.

No fue un camino fácil. Tuvo que dejar atrás inercias, boato, comodidades. Nadie opta por los indígenas sin convertirse a los indígenas, esos "Cristos maltratados" al decir de fray Bartolomé de Las Casas. Fue, Samuel, un obispo de puertas abiertas. Pero nunca un obispo sentado. Al contrario, fue y seguirá siendo para quienes le conocieron un pastor itinerante, peregrino. Le decían El Caminante. Por eso los indios de Chiapas lo vieron llegar, incansable, montado en su caballo el Siete Leguas, a lomo de burro, en Jeep o simplemente a pie.

Profeta seductor, supo ser un teólogo que cambió los libros por la historia –la historia real, concreta– y puso los pies sobre la tierra. Hombre de frontera y acompañamientos, se convirtió en líder sin proponérselo, con una cauda de autoridad moral enorme, porque siempre estuvo en la frontera de la vida y la muerte. Además, el hecho de haberse esforzado por comprender las lenguas tzeltal, tzotzil y un poco de chol y tojolabal –las cuatro lenguas indígenas predominantes en su diócesis–, muestra cuál fue su actitud pastoral: no fue desde arriba y afuera, sino desde adentro y a la par.

El mejor testimonio de ello lo dio el pueblo pobre de Chiapas el 10 de febrero de 2000. Ese día bajaron de las montañas y entraron en caravana a San Cristóbal de las Casas, por los cuatro puntos cardinales, más de 15 mil indígenas. Habían llegado a la ciudad mestiza para despedir al obispo local, El Tatic Samuel, quien el 25 de enero anterior había cumplido 40 años de servicio episcopal. Llegaron a expresarle su fervor y su cariño. La ausencia del nuncio Mullor y la mayoría de los obispos mexicanos no menguó el brillo y calor de los festejos. La multitud ni siquiera se enteró de las ausencias de los dignatarios católicos, acostumbrados como están al abandono de los poderosos.

Al alba de aquél día, el padre Clodomiro Siller abrió el libro Tonal pohuali y consultó el calendario maya, para saber los signos del día –su tiempo y su espacio– que le tocaban esa jornada al festejado. La fecha era 12 flor. Tres veces cuatro. Cuatro es la totalidad cósmica. Tres, la mediación, el viento entre el cielo y la tierra. El signo que se debe vestir en un día como ese es el quetzal, la hermosa ave de plumas verdes que jamás puede estar en cautiverio. El ave de la libertad. Su lectura fue clara: Samuel, el mediador, el indomable.

No daba todavía el mediodía, cuando la figura de El Tatic apareció por la puerta de catedral portando su bandera verde de Jcanan Lum (protector y guía del pueblo), que le habían entregado los indígenas en Amatenango. Le acompañaban los 13 ancianos principales, como denominan a los sabios de las etnias. Habían llegado de las siete regiones pastorales de la diócesis. Detrás iban diez obispos –monseñor Raúl Vera entre ellos– y un grupo de indígenas que enarbolaban las 52 banderas que simbolizan el siglo maya.

Después vino la oración y la liturgia en tzotzil, ch’ol, tzeltal, tojolabal, inglés y español. Pidieron por El Tatic Samuel y el tatic Vera; por los catequistas de la diócesis, perseguidos, encarcelados y asesinados. Otro ruego que se oyó (cuyo eco llega hasta el presente en este México militarizado, paramilitarizado y mercenarizado), fue por "los militares y policías que tienen que cumplir órdenes", para que "no se extralimiten en contra de sus hermanos", quizá inspirado en la última homilía del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, quien clamó: "En nombre de Dios, cese la represión", y fue ejecutado por un grupo clandestino del ejército salvadoreño.

En aquellos días, hace 11 años, más de 60 mil soldados, apoyados por aviones y tanquetas vigilaban día y noche a la población maya, que ha protagonizado varias rebeliones a lo largo de su historia. Hoy el número de soldados es menor, pero aumentó el poder de fuego del Ejército con sus tropas de desplazamiento rápido. El pueblo pobre y el fusil de los poderosos enfrentados en esas inmen- sidades chiapanecas, en una guerra silenciosa que lleva más de cinco siglos.

Habían pasado casi cuatro horas, cuando los 13 ancianos en el templete, junto a don Samuel y don Raúl comenzaron a repartir el fuego nuevo, que marca el fin de un ciclo y el comienzo de otro. El ciclo que terminaba eran los 40 años de Samuel Ruiz al frente de la diócesis. El ciclo por venir despertaba entonces dudas y temores. La sombra de un "desmonte" de signo conservador planeaba sobre San Cristóbal, igual que había ocurrido antes en Cuernavaca, la de don Sergio Méndez Arceo. Fueron las comunidades indígenas, el pueblo pobre, digno y combativo de Chiapas, el que ese día, como muchas veces antes, identificó y honró a don Samuel, de manera sencilla, como un padre de proyección mexicana, latinoamericana y mundial, y rindió un caluroso homenaje a su pensamiento y práctica liberadora. Pensamiento, acción y acompañamiento, que en el caso de El Tatic han venido nutriendo a un par de generaciones socio-eclesiales del continente y que por ello, sin duda, forma ya parte de la nueva patrística latinoamericana.

Don Samuel siguió teniendo la espalda ancha y hasta el final supo asumir los momentos de tensión, ¡que no fueron pocos!, con ecuanimidad y hasta con ribetes de humor. "Será su forma de ser o porque es un veterano apaleado. La experiencia enseña a relativizar", afirmó alguna vez Pedro Casaldáliga. En lo personal, sin compartir su fe, don Samuel nos enseñó el camino de acompañamiento de los indígenas chiapanecos y el pueblo pobre de México.

¿A quién defendiste?, es la pregunta al final de la vida


Pablo González Casanova, Samuel Ruiz y Miguel Concha, afuera de la Casa Universitaria del Libro, en marzo de 2003 Foto Carlos Cisneros

Blanche Petrich

Periódico La Jornada
Martes 25 de enero de 2011, p. 4
En su condición de obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz escribió una carta pastoral en enero de 2004 en la que decía: “La pregunta que Dios nos hará al final de nuestra existencia será: ¿De qué lado estuvimos? ¿A quién defendimos? ¿Por quién optamos? Preguntas que nadie, ni los poderosos, podrán eludir al final de su vida”.

Era su carta Una nueva hora de gracia, un fuerte alegato contra el sistema neoliberal y contra la guerra, palabras que publicó en el 44 aniversario de su consagración como sacerdote porque “me quema la urgencia de sumar mi clamor al de los pueblos indígenas”. Así era él.

Samuel Ruiz García, bajo de estatura, pleno de energía, con los ojos saltones detrás de sus gruesos lentes y un trato de erizo, fue “un obsequio” que el papa Juan XXIII hizo a Chiapas y a México, escribió el antropólogo y ex sacerdote Andrés Aubry a principios de 2000. Fue un hombre que en la coyuntura del levantamiento zapatista y la ofensiva del gobierno federal contra los pueblos indígenas supo llenar los zapatos de un interlocutor confiable para todas las voces confrontadas en los turbulentos años 90. “Para un retrato del mediador”, tituló Aubry (muerto en 2007) aquel artículo.

En la fructífera vida de su amigo, el prelado, corrían días muy significativos al inicio del nuevo siglo: don Sam cumplía entonces 75 años, celebraba 50 años de su consagración como cura y culminaba 40 años al frente de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas.

Eran días en los que afloraban las contradicciones en torno al polémico pastor. En las parroquias y las comunidades del vasto territorio diocesano, el pueblo se volcaba fervoroso a despedir a su Tatic, un pastor que había predicado que ellos, los indios, eran sujetos de su destino, sus luchas y por tanto de su propia Iglesia. Había conocido tan bien el corazón de sus fieles, había sembrado tantas semillas y había sido tan buen escucha e intérprete que la región había dado un vuelco irreversible. Había cambiado la historia de Chiapas. Nadie recordaba una devoción masiva como esa en la historia del estado. Su retiro despertaba temores y dudas.

Por otra parte, la hostilidad de la burocracia vaticana, que nunca se sintió cómoda con la audacia con la cual el obispo de la remota zona montañosa y selvática se empeñaba en aplicar los principios emanados del Concilio Vaticano II, llegaba a su cima. Hacía años –historiadores como Jean Meyer ubican el momento en 1993, aun antes de la declaración de guerra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)– que una mancuerna formada por la Secretaría de Gobernación, con Patrocinio González Garrido, y la nunciatura apostólica, con Girolamo Prigione, maniobraban por quitar del terreno al obispo Ruiz García. No lo lograron.

En 2000, la animadversión del decano del colegio cardenalicio Angelo Sodano por Samuel Ruiz se hacía sentir desde Roma. La Nunciatura recién había decidido sacar de Chiapas al obispo coadjutor Raúl Vera, el sucesor natural de Ruiz en la diócesis sancristobalense, y enviarlo a Coahuila. Era quien aseguraba la continuidad de su labor. Y el nuncio en turno, Justo Mullor, en el colmo de un insultante desaire, había anunciado que no asistiría a la misa solemne para la despedida del obispo en San Cristóbal.

Ese día –jornada luminosa de peregrinaciones y cirios encendidos, de ritos antiguos desplegados en el altar mayor de la catedral que muestra un encaje de flores en su fachada– don Samuel Ruiz volvió a dar muestra de maestría política: “Estamos en comunión con la Santa Sede. Y esta comunión no está cuestionada”, dijo. No recogió el guante de la confrontación; nunca lo hizo.

La lamparita de mano

Porque Samuel Ruiz fue radical e indomable pero no alentó rupturas. A él se le consideró el instigador del levantamiento del EZLN en 1994. ¿Lo fue?

José Álvarez Icaza, quien murió recientemente, recogía en un testimonio publicado por el Centro Nacional de Comunicación Social el siguiente diálogo entre el comisionado por el presidente Carlos Salinas, Manuel Camacho Solís, y el obispo.

–¿Pero de veras no es usted el responsable de la rebelión zapatista?

–Lo que yo he hecho es llevar una luz, la luz de la fe a los indígenas de la diócesis y se lo voy a explicar en forma gráfica: si en este cuarto no hubiera luz, nos tropezaríamos y nos golpearíamos en nuestro caminar a oscuras. Pero si alguien nos alumbra (y sacó una lamparita de mano que traía consigo) podemos ver los obstáculos y caminos alternativos para no tropezarnos. Lo que yo he hecho es alumbrar con la luz de la fe. Los caminos que recorran quienes ahora tienen nueva luz no son marcados por mí sino escogidos por mis fieles de acuerdo con sus propias y anteriores experiencias. Me consta que intentaron antes de rebelarse resolver sus problemas por caminos pacíficos. Pero nadie los escuchó ni les hicieron caso. Si después de tratar de crear conciencia durante más de 30 años mis catequistas no buscaran caminos de recuperación de su dignidad, ancestralmente ultrajada, me sentiría el obispo más frustrado de mi pastoral.

La familia Ruiz García

Samuel nació el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato, corazón del México cristero y mestizo, hijo de Maclovio Ruiz, un trabajador agrícola migrante, y Guadalupe García. Lo concibieron en los campos de Arizona, pero la pareja no quería que el primogénito naciera en Estados Unidos, así que regresaron al terruño. Tuvo cuatro hermanos. A los 13 años fue enviado al seminario, en León. Su vocación religiosa se resolvió casi de manera natural.

Tenía 23 años (1947) cuando sus superiores lo eligieron con otro pequeño grupo de seminaristas para ir a Roma, a estudiar en la Universidad Pontificia. Cursó teología y santas escrituras, una de las disciplinas que requiere mayor rigor intelectual. De regreso a León, en 1959, se le informó que el papa Juan XXIII lo había elegido como obispo en San Cristóbal de las Casas, en los confines del sureste.

Quienes han reseñado su biografía –Álvarez Icaza, Jan de Vos, Jean Meyer, Sylvia Marcos, Carlos Fazio– resaltan siempre el detalle de la decisión que tomó el entonces benjamín de los prelados mexicanos (tenía apenas 36 años) de ser consagrado en la misma catedral a la que había sido asignado. A lo largo de cuatro siglos, sus 34 antecesores en el obispado habían elegido otros templos, otras ciudades, para recibir su mitra. El único antecedente había sido el del mismísimo fray Bartolomé de las Casas.

Ruiz García llegó a Chiapas con toda su familia y su bagaje cultural: un entorno conservador, militante anticomunista, que no conocía otros rituales más que los del boato y el latín. Así fue como lo conoció Fernando Benítez, periodista que entonces recorría el universo indígena para su magno libro Los indios de México. Lo describe como “un fanático”. Samuel no rehuye el debate.

El Caminante

Durante los cinco primeros años, el obispo decidió conocer todos los caminos y veredas de la diócesis que le había sido encargada, agreste, incomunicada, un mosaico de culturas y lenguas depreciadas, un mundo de despojo, marginación y violencia que no se conocía en el Bajío, de donde venía.

No sólo se relacionó con los racistas coletos de San Cristóbal sino que se empeñó en caminar, gastar suelas y herraduras para llegar a todos los rincones en la montaña, las cañadas y la selva Lacandona. Fueron años de descubrimientos desgarradores. Con anécdotas como la que relata el libro de Fazio, Samuel Ruiz, El Caminante. Llegó después de días de camino a lomo de caballo a una comunidad cerca de San Pablo Chalchihuitán y encontró a la gente triste, desolada. Le explicaron que todos los niños habían muerto de sarampión y viruela, que cuatro veces fueron a la ciudad a pedir médico, medicina, enfermera. Y nunca llegaron.
Solía contar don Sam, en diversas entrevistas, que en ese tiempo el creyó en la Iglesia misionera, en la acción social, en calzar a los indios con zapatos. Para cubrir toda la diócesis contaba con 20 párrocos, un puñado de religiosas del Divino Pastor y hermanos maristas.

El Caminante fue un personaje popular entre los taxistas, choferes y traileros que surcan las carreteras chiapanecas. A través de su radio de banda corta intercambiaba noticias sobre el estado de los caminos, información de la región, chismes de los pueblos y, claro, uno que otro albur. Casi nadie sabía que ese seudónimo de don Sam, que pasa más tiempo en ruta, detrás del volante de su camioneta, que en su escritorio en la curia.

Jan de Vos, historiador de origen belga avecindado en Chiapas desde los años 70 y autor de varias obras monumentales sobre el sureste, describe el estado en la segunda mitad del siglo XX, los despojos de tierras, el peregrinaje hacia la selva, el avance de las confesiones protestantes que disputan seguidores a la Iglesia católica. “De ese encuentro con la realidad lacerante y la teología de la liberación que influyó al obispo y a sus agentes de pastoral toma forma la teología india”.

Las comunidades recibieron varias influencias: de la diócesis, de los grupos de izquierda radical que llega del norte y de los ingenieros de Chapingo. Se echó andar una dinámica compleja, por un lado La Biblia traducida a lenguas indias, por otra, la organización campesina, Kip tic Ta lecup kesel (Unión de Ejidos), las corrientes se encontraron y desencontraron, la colaboración Iglesia-organizaciones funciona en una primera etapa y después hubo contradicciones y rupturas. Samuel Ruiz vivió con intensidad el proceso y participó, lideró. Entre 1974 y 1983 los estudiosos encuentran un florecer intenso de organizaciones e ideas. También surgieron otros caminos. El de “nuestra raíz” de los catequistas, que tomaron como suya la palabra de Dios y la de las armas, que proponía el Frente de Liberación Nacional, que llegó a la zona desde Monterrey. “En ninguna otra región se forma una coyuntura así. Y Samuel fue un factor”, sostiene De Vos en una entrevista con la revista Ixtus, en 1999.

Aubry así lo analizaba: “percibió el tema indígena como la encrucijada del problema de toda la sociedad mexicana. Y vio que no podía dejar de comprometerse”.

En los años 60 la jerarquía católica incorporó al joven obispo a la Comisión de Misiones y a la Pastoral Indígena. Relata Ruiz que ahí sientió las primeras contradicciones entre el clero que sólo contempla en su radar la misión evangelizadora y una minoría de religiosos “que nos sentíamos impulsados a hacer un análisis de la realidad”.

Así llegó a una reunión previa del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) de Medellín en la ciudad colombiana de Melgar. Ésta, más que Medellín, lo marcó, cuando escucha las reflexiones de algunos pastores que interpretaban la evangelización tradicional como destructora de culturas.

Para su formación inició una etapa creativa, entre la biblioteca del Centro de Formación Teológica de Ivan Illich, en Cuernavaca, y las reuniones del Celam, incluida una convocada por el obispo ecuatoriano Leónidas Proaño, en Riobamba, en la que los sacerdotes fueron encarcelados por los militares. La teología progresista fue vista, en los albores de la doctrina de seguridad nacional y el militarismo latinoamericano, como la “ideología comunista más peligrosa”.

Chiapas es la frontera sur, la frontera con los conflictos armados que se abrían paso en Guatemala, El Salvador, Nicaragua. Junto con el obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, Ruiz entró de lleno a los mecanismos de solidaridad. Más que ningún otro. En 1981 irrumpió en los departamentos guatemaltecos colindantes con México la guerra de tierra arrasada del genocida general Efraín Ríos Montt. Del Ixcán, el Quiché, Huehuetenango, San Marcos, ríos de campesinos mayas huían de las masacres perpetradas por los kaibiles (tropas de elite chapinas) y sus paramilitares Patrullas de Autodefensa Civil.

En los campamentos de refugiados, sobre todo en las primeras semanas, se enterraban varios niños cada día. Agotados, hambreados, empavorecidos, encontraron las primeras redes de apoyo en la diócesis que halló una faceta internacionalista. El clero promovió comprar tierras para asentar a los refugiados, movilizó y alertó cuando las tropas guatemaltecas cruzaban la frontera para cazarlos, intentó frenar la reubicación forzosa que imponía el gobierno mexicano para alejar los campamentos de la línea fronteriza hasta Quintana Roo y Campeche.

El obispo estaba frecuentemente de visita en La Trinitaria o Flor de Café, alentando a los guatemaltecos. De estas experiencias, decía, aprendemos. La lucha de los pueblos mayas del otro lado de la frontera también dejó en México su huella. Y provocó también la reacción represiva del Estado mexicano que detuvo a los colaboradores de Samuel y expulsó a varios sacerdotes extranjeros que se comprometieron en las redes de apoyo a los refugiados.

En 1985, Samuel Ruiz escribió: “Hoy nuestra diócesis queda, sin que lo hayamos pretendido, como un enclave importante de lo que se llama América Central, sintiéndonos parte de ella, en la mira de la discordia”.

Para ese entonces en la diócesis había mucho camino andado. Se ha dado, en la década reciente, un verdadero proceso de democratización. Samuel Ruiz ha ordenado en todo el territorio a cerca de 300 diáconos (apenas un grado menos que un sacerdote consagrado) que suplieron el déficit de curas en todas las parroquias y comunidades. La religión se vivía de otra manera.

Y también en Chiapas había persecución. La prensa local sobre todo, pero también columnistas de diarios nacionales –Manuel Mejido y Eduardo Ruiz Healy son algunos ejemplos– escribían del cura rojo, del obispo que podía poner en pie de guerra a 300 mil guerrilleros. Prigione, diplomático de gran influencia en la política mexicana, decía abiertamente que el obispo Ruiz era un estorbo para afinar las relaciones de Estado entre México y el Vaticano.

El levantamiento del primero de enero de 1994 desató todas las fobias de la derecha mexicana contra la diócesis.

A pesar de todo, cuando finalmente, ya con Ernesto Zedillo en la Presidencia se estableció la mesa de diálogo en San Andrés Larráinzar, sólo había una figura en el tablero que reunía las características para ser mediador. Zedillo se resistió. Al final, la lógica se impuso. Ruiz García fue nombrado al frente de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai).

La historia es conocida. Se dialogó, se llegó a acuerdos preliminares y el gobierno federal traicionó la palabra empeñada. Meses después, el obispo Samuel, consecuente con el fin de la negociación, disolvió la Conai

domingo, 23 de enero de 2011

Samuel Ruí­z Garcí­a, una vida en bien de las personas y de los Pueblos. Adolfo Pérez Esquivel


Samuel Ruí­z Garcí­a, una vida en bien de las personas y de los Pueblos
August 18th, 2001 Category: América Latina

por Adolfo Pérez Esquivel

Agradezco la invitación y el honor de presentar a Monseñor Samuel Ruiz en este acto de reconocimiento a su larga labor en bien de los derechos de las personas y los pueblos.

Hace un mes Don Samuel viajó a la Argentina donde participó en diversas actividades, dictando conferencias y sosteniendo reuniones con diversos sectores sociales y religiosos. Siempre es una alegrí­a el reencuentro con otros amigos. Cuando Don Samuel se enteró que serí­a yo quien lo presentaria en el dí­a de hoy, me dijo: ” Bueno, bueno,…pero no mientas”. Por lo tanto, antes de que me aplique una penitencia, prometo decir la Verdad y nada nos que la Verdad.

Conozco desde hace muchos años a Monseñor Samuel Ruiz, he seguido su trayectoria y compromiso junto a los pueblos, principalmente con los sectores mas pobres y necesitados, en forma muy especial con los hermanos indí­genas. Su obra, como Sacerdote y Obispo de la Iglesia Católica es suficientemente conocida, no solo en México y América Latina, es también reconocida en diversas partes del mundo. Por lo tanto no me voy a referir a los aspectos mas generales y conocidos de la obra de monseñor Samuel Ruiz, a su larga labor pastoral y Social como Obispo en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como la responsabilidad asumida frente a los conflictos que surgieron en México y últimamente en Chiapas, con la rebelión del movimiento indí­gena.

Quiero referirme a un amigo, a un cristiano, a un hombre que trata de vivir coherentemente la fe y el anuncio de la Buena Nueva, en el compromiso concreto junto a los más pobres y necesitados, nuestros hermanos/as indí­genas, ví­ctimas de las injusticias, la discriminación y la explotación.

Don Samuel supo asumir el anuncio y la denuncia reclamando el derecho de las personas y los pueblos, la dignidad y el respeto que nos debemos unos a otros, buscando, acompañando, escuchando y abriendo los espacios para el diálogo y la resolución de los conflictos que permitan encontrar los caminos de la paz, como fruto de la verdad y la justicia.

Conozco a Don Samuel desde hace varias décadas y en ese caminar de la vida compartimos algunas situaciones que quisiera recordar en estos momentos, que hacen referencia no sólo a la situación personal de quienes protagonizamos esos hechos, sino a la vida y el caminar de la iglesia en el continente latinoamericano.

Con el Papa Juan XXIII, Vaticano II, y la Asamblea Latinoamericana de Obispos en Medellin, Colombia, la Iglesia abre sus puertas y ventanas para que entre la luz y sacuda el polvo de muchos siglos. Esta actitud y decisión de profundizar desde dónde, los cristianos anuncian el Evangelio y cuales son sus opciones, se inicia una profunda transformación en la construcción de caminos de luchas y esperanzas en la opción preferencí­al junto a los pobres, desde la fe y el compromiso social.

En el continente surgen diversas voces proféticas que anuncian y denuncian la situación de violencia e injusticias que vive la mayorí­a de los pueblos latinoamericanos. Son las voces de los desposeí­dos, los sí­n voz que van recuperando su protagonismo histórico, el sentido de vida, de dignidad y esperanza en que es posible construir un mundo mas justo y humano para todos.

En éste contexto, como contraparte a los pueblos y su protagonismo en que dejan de ser espectadores y se asumen como constructores de sus propias vidas e historias, surgen con fuerza los mecanismos de dominación en todo el continente, donde se impone la Doctrina de la Seguridad Nacional, dónde preparan en la Escuela de las Américas, en Panamá y en las academias militares de los EE.UU., a más de 80 mil militares latinoamericanos entrenados para imponer las dictaduras en todo el continente y con graves consecuencias para la v¡da de los pueblos, que sufren el terror bajo la aplicación de torturas, cárceles, asesinatos y desaparición de personas.

Es un plan sistemático de destrucción y sometimiento, cometiendo contra los pueblos un genocidio que hasta el dí­a de hoy estamos tratando de superar, para que se logre la justicia, para que nunca mas vuelvan a repetirse esas graves violaciones de los derechos humanos.

Guatemala es uno de los paí­ses con el í­ndice mas alto de violaciones de los derechos humanos en toda América Latina, miles de personas fueron victimas de la violencia, muchas tratan de salir del paí­s y tras largas marchas, buscan refugio en las fronteras de México, otros intentan llegar a diversos paí­ses, como EE.UU. y Europa para salvar sus vidas, las de sus familias y las comunidades.

En esta situación dramática, grupos comunitarios, sobrevivientes de las masacres, la mayorí­a mujeres y niños, tratan de salir, de llegar a los campamentos de refugiados en la selva del Peten, en México, en los campamentos Emiliano Zapata, Cuatro Pueblos, entre otros.

En uno de mis viajes a la región, tuve la oportunidad de compartir con Don Samuel y el ACNUR y los equipos de pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como con grupos internacionales, la labor humanitaria que realizaban ayudando a los miles de guatemaltecos refugiados en los campamentos del Peten. Entre tanto dolor y angustias, también habí­a lugar para la esperanza y la vida. Recuerdo que Don Samuel en ese viaje celebró una boda en el campamento que llevó la alegrí­a y esperanza a las comunidades indí­genas.

El exilio de personas de otros paises latinoamericanos, se producí­a individualmente, y después trataban de reunirse con sus familias, los guatemaltecos salí­an en grupos comunitarios, ya que las aldeas fueron arrasadas por el ejército y masacrados en su mayorí­a, en particular los niños, jóvenes y adultos. La ayuda y asistencia humanitaria dadas a las ví­ctimas fue una de las preocupaciones pernanentes del Obispo Samuel Ruiz y del equipo de Pastoral de su Diócesis, tratando que encuentren en México el espacio necesario de protección y solidaridad .

En su pemanente preocupación por la defensa de los derechos humanos y de los pueblos, junto a otros obispos, sacerdotes y laicos, desarrolla una intensa acción a través del Comité de Solidaridad con los pueblos de América Latina, iniciando viajes a diversos paí­ses, con grupos, y movimientos sociales cristianos y no cristianos, aportando su reflexión y compartiendo la oración y el caminar de la Iglesia.

Un hecho vivido intensamente y que tal vez no se le ha dado la trascendencia que tuvo, -y tiene- para la Iglesia y los pueblos, se produjo en el mes de agosto de 1976, concretamente el dí­a 12, cuando se realizaba en Riobamba, Ecuador, en la Casa de la Santa Cruz el Encuentro de Obispos Latinoamericanos para compartir las experiencias pastorales y reflexionar sobre las opciones y caminos de la Iglesia en América Latina. El anfitrión del encuentro era el Obispo de la Diócesis de Riobamba Monseñor Leonidas Proaño. Participé del encuentro junto a sacerdotes, teólogos y asesores, acompañando a 17 obispos latinoaméricanos y 4 de los EE.UU. hispano-parlantes.

El encuentro estuvo marcado por acontecimientos que nos commocionaron a todos, el asesinato del Obispo de la Rioja, Argentina, Monseñor Enrique Angelelli, por la dictadura militar argentina, el 5 de agosto. Viví­amos momentos difí­ciles y violentos en todo el continente y era necesario saber cómo ayudar a los pueblos.

El encuentro se inició invocando la memoria de Monseñor Angelellí­. Sabí­amos que la reunión de obispos era observada por las autoridades la dictadura militar ecuatoriana. Monseñor Leonidas Proaño, Obispo de Riobamba era crí­tico a la situación que viví­a el paí­s y un gran defensor de los derechos humanos, en particular de los indí­genas, ví­ctimas de la represión por las tierras, por los terratenientes y las autoridades provocando muertes de los campes¡nos.

Estábamos reunidos en grupos cuando un destacamento militar fuertemente armado, invade la Casa de retiro, de la Santa Cruz y fuimos detenidos y llevados al cuartel Militar en la Ciudad de Quito. Entre los obispos se encontraba Monseñor Samuel Ruiz. Fueron momentos de fuerte unidad y oración, muchos se preguntaban -¿sí­ esto pasa con los obispos, que son reprimidos y llevados a prisión -.¿Qué pasa con los pobres, con aquellos que nada tienen y son ví­ctimas de la violencia?. La reflexión sobre la situación del continente, la represión desatada contra los pueblos y la iglesia, marcaron una etapa en la escalada de la violencia y del genocidio que implantaron las dictaduras en toda América Latina.

La opción junto a los Pobres, a los hermanos/as indí­genas marcó el caminar de la Iglesia de San Cristóbal de las Casas. Don Samuel puso su palabra y compromiso en el anuncio y las denuncias como en las acciones concretas de solidaridad y apoyo, en toda su acción pastoral.

Cuando se desata el alzamiento í­ndí­gena en Chiapas, cansados de soportar la violencia, humillación y exclusión social durante siglos en México, la primera reacción del gobierno es la represión pero gracias a la acción decidida de la sociedad civil, de los grupos y movimientos solidarios y la acción sostenida de Monseñor Samuel Ruiz, quien se constituye en el interlocutor autorizado, para evitar que el conflicto desemboque en la violencia y se llegue al diálogo de los indí­genas, con las autoridades regionales y nacionales, adquiere una relevancia tanto a nivel nacional como internacional.

Una figura emblemática surge entre el movimiento indí­gena, el Sub-comandante Marcos, como Vocero y guí­a de las reivindicaciones indí­genas. La dificil tarea que Don Samuel asume es lograr llegar a negociaciones que permitan resolver el conflicto y que se respete el derecho de los indí­genas a través de la Verdad y la Justicia para alcanzar la Paz. Su prédica, decisión y resistencia, ayudó a que la situación no se desborde en actos de violencia, fue una acción equilibrada y serena que hasta el dí­a de hoy está tratando de encontrar una solución definitiva sobre el derecho de los pueblos indí­genas.

Don Samuel soportó las calumnias, los ataques, como el efectuado contra su hermana, ví­ctima de la violencia de aquellos que pretenden continuar la opresión contra los pueblos indí­genas. A pesar de todo, Samuel Ruiz nunca claudicó.

En reconocimiento a su trabajo permanente en defensa de la vida y la dignidad de las personas y los pueblos, lo he presentado como Candidato al Premio Nobel de la Paz y al premio Fomento de la Paz de la UNESCO. Mas allá de si se le otorga o no, creo que lo más valioso es su dedicación como sacerdote, vivir la fe en el compromiso y la oración junto a su pueblo y todos los pueblos.

Hoy Don Samuel continúa su tarea serena y profunda, como Obispo Emérito de la Diocesis de San Cristóbal de las Casas. Me sumo al homenaje que hoy le brinda la Ciudad de, Nuremberg, a un hombre que es tetimonio de vida era la defensa de los derechos humanos y un Pastor que desde la fe, nos muestra los caminos de la Vida y la Dignidad.

Querido hermano, que el Señor con su infinita bondad te continúe dando fuerza y esperanza. Todos los que te acompañamos te damos gracias por tu testimonio de Vida. Recibe el fraterno abrazo de Paz y Bien.

Discurso ofrecido por el autor en la Opera de Nuremberg el 16 de Setiembre del 2001, en honor al Obispo Emerito de Chiapas Samuel Ruí­z, al recibir el Premio Internacional de Derechos Humanos. El Jurado del Premio decidió invitar a Adolfo Pérez Esquivel a ofrecer el discurso laudatorio en reconocimiento a los esfuerzos del Premio Nobel de la Paz para que la verdad y la justicia lleguen también a las familias de los desaparecidos alemanes en Argentina. En 1998, a propuesta de Pérez Esquivel se creó en Nuremberg la Coalición contra la Impunidad en Argentina, con sede en nuestro Centro de Derechos Humanos/DIML.)

La respuesta, amigo mío, flota en el viento. Bob Dylan

¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón, antes de ser prohibidas para
siempre?
¿Cuántas muertes serán necesarias, para que se comprenda que ya ha habido
demasiados muertos? ¿Cuántos oídos se deben tener, para poder oir a la gente
llorar?
La respuesta, amigo mío, flota en el viento.
BOB DYLAN

sábado, 22 de enero de 2011

Fernández Noroña Revocación y desgobierno de calderón

Gerardo Fernández Noroña Círculo de Estudios Coapa Revocación de Mandato y el desgobierno de calderón.

México: Cédula de vacuna

Teodoro Rentería Arróyave (especial para ARGENPRESS.info)

Cuando el gobierno panista anunció su insólita decisión de crear una Cédula de Identidad Biométrica, como era de esperarse, se le vino el mundo encima porque nadie en México, incluyendo a muchos militantes blanquiazules, está dispuesto a proporcionar hasta la composición de su iris.

Ante la catarata de oposiciones, sobre todo porque en México ningún banco de datos está blindado, creíamos que se había calmado el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, no es así ahora nos anuncia algo peor: han decido “fichar”, esa es la palabra, a nuestros hijos, prácticamente desde el nacimiento.

La innoble pretensión gubernamental contempla una Cédula de Identidad desde la Cuna, que contará con la fotografía de cada bebé y en la banda magnética quedarán de por vida las huellas dactilares, la composición del iris e inclusive el tipo de sangre.

No contentos con ello, el propio secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora y a contrapelo de lo acordado con su antecesor, Fernando Gómez Mont, informa que dicha Cédula también se impondrá a los mayores de edad.

Cuando escribíamos este Comentario a Tiempo, como es costumbre revisamos las últimas noticias y nos encontramos cuando menos con un respiro a este abuzo de poder:

Se difiere, reza el encabezado, la Cédula hasta tener la estructura "requerible", anuncian la Secretaría de Gobernación y el Instituto Federal Electoral; así es, no desiste, explican que si bien el Ejecutivo “construye las condiciones institucionales” para expedir la cédula de identidad, en tanto no cuente con toda la estructura para ello “queda diferida su expedición, a fin de encontrar sinergias de colaboración que permitan cumplir con el mandato de ambas instituciones.

Sin embargo, el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés, advirtió que la reciente reforma al reglamento de la Ley General de Población emitida unilateralmente por el Ejecutivo en torno a la expedición de la cédula de identidad podría ser “legal, pero electoralmente inoportuna”, y aclaró que éste organismo defenderá en colectivo, el padrón electoral y la credencial para votar con fotografía, a las que definió como la única garantía de credibilidad democrática en las elecciones.

Si eso hace el consejero presidente del IFE, a los padres de familia no nos queda más que defender con ahínco los derechos humanos de nuestros hijos. No permitiremos la Cedula de Cuna.

jueves, 20 de enero de 2011

Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador durante la presentación del libro La vía radical para refundar la República

"Hay que actuar para lograr una renovación tajante de la vida pública", señala AMLO. Los grupos colaboracionistas de la izquierda han continuado negociaciones vergonzantes: Encinas
Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador durante la presentación del libro La vía radical para refundar la República, del legislador petista.
Ciudad de México. Porfirio Muñoz Ledo abrió ayer un debate nacional contra los estragos de la globalización desigual y la concentración del ingreso, y sobre la necesidad de refundar la República y la organización de las izquierdas más allá de los procesos electorales, discusión en la que coincidieron ayer Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas, Ifigenia Martínez y Lorenzo Meyer al presentar La vía radical para refundar la República, colección de artículos y ensayos de Muñoz Ledo.
Con esa obra se pretende dar cuenta de los acontecimientos en México y el mundo en los años recientes. Muñoz Ledo advirtió sobre la forma en la que el Estado actual linda con el caos en el tránsito de una tecnocracia aventurera hacia la cleptocracia mediocre, visión que compartieron los presentadores de la obra del legislador.
Frente a la realidad nacional que muestra las peores caras de la violencia, el autoritarismo, la falta de oportunidades y la cada vez más profunda desigualdad social, no hace falta teorizar mucho para darnos cuenta que hay que actuar para lograr una renovación tajante de la vida pública, advirtió en su turno Andrés Manuel López Obrador
Leer más en http://bit.ly/ezvZpi

Vídeos

Alejandro Encinas "La vía radical para refundar la República" Porfirio Muñoz


Lorenzo Meyer "La vía radical para refundar la República" Porfirio Muñoz


Andrés Manuel López Obrador AMLO "La vía radical para refundar la República" Porfirio Muñoz


Porfirio Muñoz Ledo presentación de su libro "La vía radical para refundar la República"

Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador durante la presentación del libro La vía radical para refundar la República

"Hay que actuar para lograr una renovación tajante de la vida pública", señala AMLO. Los grupos colaboracionistas de la izquierda han continuado negociaciones vergonzantes: Encinas
Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador durante la presentación del libro La vía radical para refundar la República, del legislador petista.
Ciudad de México. Porfirio Muñoz Ledo abrió ayer un debate nacional contra los estragos de la globalización desigual y la concentración del ingreso, y sobre la necesidad de refundar la República y la organización de las izquierdas más allá de los procesos electorales, discusión en la que coincidieron ayer Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas, Ifigenia Martínez y Lorenzo Meyer al presentar La vía radical para refundar la República, colección de artículos y ensayos de Muñoz Ledo.
Con esa obra se pretende dar cuenta de los acontecimientos en México y el mundo en los años recientes. Muñoz Ledo advirtió sobre la forma en la que el Estado actual linda con el caos en el tránsito de una tecnocracia aventurera hacia la cleptocracia mediocre, visión que compartieron los presentadores de la obra del legislador.
Frente a la realidad nacional que muestra las peores caras de la violencia, el autoritarismo, la falta de oportunidades y la cada vez más profunda desigualdad social, no hace falta teorizar mucho para darnos cuenta que hay que actuar para lograr una renovación tajante de la vida pública, advirtió en su turno Andrés Manuel López Obrador
Leer más en http://bit.ly/ezvZpi

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Alejandro Encinas "La vía radical para refundar la República" Porfirio Muñoz


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Andrés Manuel López Obrador AMLO "La vía radical para refundar la República" Porfirio Muñoz


Porfirio Muñoz Ledo presentación de su libro "La vía radical para refundar la República"

martes, 18 de enero de 2011

Antonio "Helguera", Rafael Barajas "El Fisgón", Gonzalo "Rocha" y Eduardo del Río "Rius" ¿Orozco Siempre Monero?

Abordarán trabajo de Orozco moneros

La faceta del pintor José Clemente Orozco en la caricatura política publicada en diarios y revistas de los años pre y posteriores a la Revolución Mexicana, será abordada este jueves por Antonio "Helguera", Rafael Barajas "El Fisgón", Gonzalo "Rocha" y Eduardo del Río "Rius", figuras del periodismo gráfico.

Esta amena charla que tendrá el nombre de "¿Orozco, siempre monero?", se llevará a cabo en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, de esta capital.

Orozco ha sido uno de los caricaturistas más sobresalientes de México, su carrera temprana en este país estuvo fuertemente marcada por la Revolución. Plasmó en sus dibujos todo un sentido crítico, irónico y violento, rompiendo los moldes establecidos por la sociedad.

Con una sola mano produjo entre 1906 y 1926 más de un centenar de caricaturas en por lo menos una docena de publicaciones diferentes, abordando con picardía tanto la relación entre los sexos, las estrellas de espectáculos de diversos tipos, las deficiencias en los servicios públicos, como las manipulaciones de la burocracia.

El intenso desempeño en caricaturas inspiradas en lo social y lo político, alimentó y configuró su lenguaje plástico en el muro, el caballete, la gráfica y el dibujo, más que la producción pictórica temprana, ligada a las extemporáneas especulaciones del neoimpresionismo.

Sus caricaturas fueron publicadas en "El Mundo Ilustrado", "Lo de Menos", "Panchito", "El Ahuizote", "El Ojo Parado", "México", "El Malora" (del que fue director), "La Vanguardia", "Acción Mundial", "El Heraldo", "El Machete", "L'ABC" y "El Universal".

Cuando las facciones revolucionarias se dividieron y enfrentaron, Orozco se decidió por seguir a Venustiano Carranza. A Orozco le correspondió desempeñarse como caricaturista de "La Vanguardia. Diario de la Revolución", donde mezcló ilustraciones combativas con escenas de muchachas entregadas a juegos eróticos.

"¿Orozco, siempre monero?" es una actividad complementaria a la exposición "José Clemente Orozco. Pintura y verdad", que se exhibe en este recinto hasta el 27 de febrero de 2011, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.













Haití: el retorno de un dictador

Haití: el retorno de un dictador
Editorial. La jornada

El inesperado regreso del ex dictador haitiano Jean-Claude Duvalier, Baby Doc, quien arribó a su país el pasado domingo procedente de Francia –donde se refugió tras ser derrocado por una revuelta popular en 1986–, ha provocado expresiones de sorpresa y preocupación en la comunidad internacional, por los posibles episodios de inestabilidad que el hecho pudiera suscitar en la nación antillana. Por su parte, Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI) han demandado a las autoridades haitianas la captura del ex dictador –sobre quien pesan acusaciones por crímenes de lesa humanidad– y su presentación ante la justicia.

El retorno de Duvalier a Haití representa, en efecto, un factor adicional de tensión en un país sobrado de ellos, y constituye una afrenta histórica para los habitantes de la nación más pobre del hemisferio. Durante los 15 años que permaneció en el poder, Baby Doc encabezó uno de los regímenes más represores y sanguinarios en la historia de ese país y del continente, acaso sólo superado por el que dirigió su padre y antecesor en el cargo, François Duvalier, quien tomó el poder en 1956 mediante un golpe militar. En conjunto, la dinastía de los Duvalier fue responsable de la muerte y desaparición de decenas de miles de personas, ya fuera a manos de las fuerzas armadas de Haití o de las milicias leales al gobierno, los tristemente célebres tonton macoutes.

En lo económico, Baby Doc ha sido señalado como culpable de desvíos masivos de dinero público –al menos 500 millones de dólares– a sus cuentas personales, y se estima que 45 por ciento de la deuda de Haití en las pasadas décadas se acumuló durante el régimen de los Duvalier. De tal forma, el ex dictador es acaso el máximo exponente de la corrupción proverbial de las autoridades haitianas, la cual debe ser considerada una de las causas centrales del empobrecimiento que lacera a esa nación; la otra es la aplicación de las directrices económicas y las políticas de ajuste diseñadas por los organismos financieros internacionales.

Las consideraciones anteriores hacen que peticiones de captura como las formuladas por AI y HRW sean incuestionables, salvo por un hecho fundamental: que en el Haití actual, devastado por el terremoto de hace un año y asolado por la epidemia de cólera que se presentó meses después, ha quedado de manifiesto la ausencia de autoridades nacionales propiamente dichas y de un gobierno mínimamente funcional. Ejemplos de ello son la incapacidad de las instituciones para superar la crisis provocada por los polémicos comicios de noviembre pasado; las acusaciones de prácticas fraudulentas del gobierno de René Préval en favor del candidato oficialista, y la incapacidad del Consejo Electoral Provisional para realizar una segunda vuelta comicial que tendría que haberse llevado a cabo el pasado domingo: en lugar de eso, la circunstancia de devastación, vacío de poder, debilidad institucional y caos generalizado que recorre Haití constituyó el contexto para el regreso del ex dictador a ese país.

A estas alturas, la responsabilidad por el retorno de Duvalier y la inestabilidad política que ello pueda suscitar recae, más que en las menguadas autoridades nacionales, en la comunidad internacional: al fin de cuentas, la súbita presencia de Baby Doc en la nación antillana es síntoma de una inoperancia institucional estrechamente relacionada con la destrucción material que todavía afecta a ese país, ante la cual los gobiernos de Estados Unidos, así como de los países de Europa y América Latina han reaccionado con indolencia y mezquindad.

Resulta desesperanzador, por ello, que la comunidad internacional haya reaccionado hasta ahora con tibieza e indefinición ante el episodio comentado: si la indiferencia de los regímenes extranjeros ha redundado en el agravamiento de la circunstancia trágica por la que atraviesa Haití, provocada por fenómenos naturales y epidemias, ahora podría derivar en un manto de impunidad para quien encabezó, en su momento, un régimen tiránico. En tal circunstancia, los gobiernos del mundo, con Washington a la cabeza, tendrían que entender que lo que menos hace falta en ese país es un nuevo factor de tensión e inestabilidad política y, en esa lógica, repudiar unánimemente la presencia de Duvalier y coadyuvar a su captura. Más allá de eso, el episodio obliga a recordar la necesidad de que la comunidad internacional reconozca que le ha fallado a Haití y que debe impulsar, en forma decidida y sin mezquindades, el proceso de reconstrucción de esa castigada nación y de sus instituciones.

lunes, 17 de enero de 2011

La degradación nacional


La degradación nacional

Hace unos días se recordó en Estados Unidos el nacimiento del líder del movimiento por los derechos civiles Martin Luther King Jr. En el blog de la revista The Atlantic, suben un post con algunos párrafos del discurso que dio Robert F. Kennedy, con motivo del asesinato de Luther King, entonces precandidato presidencial del Partido Demócrata, y quien sería asesinado unos meses después. Aquí traducimos un párrafo de dicho discurso que tal vez vale la pena recordar en estas épocas:

Cada vez que la vida de un americano es tomada de manera innecesaria por otro americano -ya sea si se hace en nombre de la ley o en desafió a la ley, por un hombre o una pandilla, a sangre fría o con pasión, en una ataque violento o en respuesta a la violencia- cada vez que rompemos el tejido de la vida que otro hombre se ha bordado de manera dolorosa y torpe para sí mismo y sus hijos, toda la nación se degrada.



Debemos admitir la vanidad de las falsas distinciones entre los hombres y aprender a encontrar nuestro propio progreso en la búsqueda del progreso de los otros. Debemos admitirnos a nosotros mismos que el futuro de nuestros hijos no se puede construir sobre el infortunio de otros. Debemos reconocer que esta corta vida no puede ser ni ennoblecida ni enriquecida por el odio o la venganza.

Texto: Nexos

Nuevo Recinto del Senado...Viejas Prácticas de Control

LAS SESIONES SÓLO POR CIRCUITO CERRADO Y TV

*Los Periodistas Tendrán Prohibido el Ingreso al Nuevo Salón de Sesiones. No Podrán Observar Directamente.

*Los Senadores Atentan vs el Derecho a la Información...¿Quien Tendrá el Control de las Cámaras?: ONG´s

*¿Quién se Enterará de lo que Suceda Realmente a Puertas Cerradas?



Por María de Lourdes Martínez González

La nueva sede del Senado de la República se inaugurará en marzo del 2011, con nuevas reglas que implican un retroceso en la transparencia y el derecho a la información. Los senadores prohibirán el acceso de los periodistas al salón de sesiones de ese recinto parlamentario y las sesiones no podrán observarse directamente sino sólo se verán por circuito cerrado y TV.

Los ciudadanos y electores sólo prodrá ver lo que quieran transmitir quienes controlen las cámaras, además de que será necesario que contraten televisión por cable para sintonizar la transmisión controlada.

El director de comunicación social, Hermenegildo Castro, confirmó a esta periodista de Frecuencia Laboral: Donde los Trabajadores son la Noticia, que en el nuevo recinto del Senado de la República, las sesiones se verán única y exclusivamente por circuito cerrado y a través de la televisión, "¿En qué país del mundo has visto que los periodistas entren al salón de sesiones?", comentó.

-Aquí, en México, respondí.

Sobre ese acuerdo que confirmó Hermenegildo Castro, intenté cuestionar al senador Manlio Fabio Beltrones, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República, coordinador de la fracción del PRI y miembro de la Junta de coordinación Política -durante una conferencia de prensa que ofreció el pasado jueves, 13 de enero del 2011- pero su personal de comunicación social me negó el turno en el micrófono, en dos ocasiones distintas que lo solicité.

Este no es el único problema de la nueva sede del Senado de la República. Tampoco se inaugurará el primero de febrero, cuando inicie el período de sesiones ordinarias del 2011 -como era el compromiso- sino hasta marzo.

Eso porque la empresa constructora incumplió con las fechas del contrato, motivo por el cual en los términos de la Ley de Obra Pública del D F la empresa supervisora,debe dictaminar cuáles sanciones le serán impuestas informó el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, José González Morfín, del Partido Acción Nacional, en conferencia de prensa ese mismo 13 de enero del 2011.