domingo, 23 de enero de 2011

Samuel Ruí­z Garcí­a, una vida en bien de las personas y de los Pueblos. Adolfo Pérez Esquivel


Samuel Ruí­z Garcí­a, una vida en bien de las personas y de los Pueblos
August 18th, 2001 Category: América Latina

por Adolfo Pérez Esquivel

Agradezco la invitación y el honor de presentar a Monseñor Samuel Ruiz en este acto de reconocimiento a su larga labor en bien de los derechos de las personas y los pueblos.

Hace un mes Don Samuel viajó a la Argentina donde participó en diversas actividades, dictando conferencias y sosteniendo reuniones con diversos sectores sociales y religiosos. Siempre es una alegrí­a el reencuentro con otros amigos. Cuando Don Samuel se enteró que serí­a yo quien lo presentaria en el dí­a de hoy, me dijo: ” Bueno, bueno,…pero no mientas”. Por lo tanto, antes de que me aplique una penitencia, prometo decir la Verdad y nada nos que la Verdad.

Conozco desde hace muchos años a Monseñor Samuel Ruiz, he seguido su trayectoria y compromiso junto a los pueblos, principalmente con los sectores mas pobres y necesitados, en forma muy especial con los hermanos indí­genas. Su obra, como Sacerdote y Obispo de la Iglesia Católica es suficientemente conocida, no solo en México y América Latina, es también reconocida en diversas partes del mundo. Por lo tanto no me voy a referir a los aspectos mas generales y conocidos de la obra de monseñor Samuel Ruiz, a su larga labor pastoral y Social como Obispo en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como la responsabilidad asumida frente a los conflictos que surgieron en México y últimamente en Chiapas, con la rebelión del movimiento indí­gena.

Quiero referirme a un amigo, a un cristiano, a un hombre que trata de vivir coherentemente la fe y el anuncio de la Buena Nueva, en el compromiso concreto junto a los más pobres y necesitados, nuestros hermanos/as indí­genas, ví­ctimas de las injusticias, la discriminación y la explotación.

Don Samuel supo asumir el anuncio y la denuncia reclamando el derecho de las personas y los pueblos, la dignidad y el respeto que nos debemos unos a otros, buscando, acompañando, escuchando y abriendo los espacios para el diálogo y la resolución de los conflictos que permitan encontrar los caminos de la paz, como fruto de la verdad y la justicia.

Conozco a Don Samuel desde hace varias décadas y en ese caminar de la vida compartimos algunas situaciones que quisiera recordar en estos momentos, que hacen referencia no sólo a la situación personal de quienes protagonizamos esos hechos, sino a la vida y el caminar de la iglesia en el continente latinoamericano.

Con el Papa Juan XXIII, Vaticano II, y la Asamblea Latinoamericana de Obispos en Medellin, Colombia, la Iglesia abre sus puertas y ventanas para que entre la luz y sacuda el polvo de muchos siglos. Esta actitud y decisión de profundizar desde dónde, los cristianos anuncian el Evangelio y cuales son sus opciones, se inicia una profunda transformación en la construcción de caminos de luchas y esperanzas en la opción preferencí­al junto a los pobres, desde la fe y el compromiso social.

En el continente surgen diversas voces proféticas que anuncian y denuncian la situación de violencia e injusticias que vive la mayorí­a de los pueblos latinoamericanos. Son las voces de los desposeí­dos, los sí­n voz que van recuperando su protagonismo histórico, el sentido de vida, de dignidad y esperanza en que es posible construir un mundo mas justo y humano para todos.

En éste contexto, como contraparte a los pueblos y su protagonismo en que dejan de ser espectadores y se asumen como constructores de sus propias vidas e historias, surgen con fuerza los mecanismos de dominación en todo el continente, donde se impone la Doctrina de la Seguridad Nacional, dónde preparan en la Escuela de las Américas, en Panamá y en las academias militares de los EE.UU., a más de 80 mil militares latinoamericanos entrenados para imponer las dictaduras en todo el continente y con graves consecuencias para la v¡da de los pueblos, que sufren el terror bajo la aplicación de torturas, cárceles, asesinatos y desaparición de personas.

Es un plan sistemático de destrucción y sometimiento, cometiendo contra los pueblos un genocidio que hasta el dí­a de hoy estamos tratando de superar, para que se logre la justicia, para que nunca mas vuelvan a repetirse esas graves violaciones de los derechos humanos.

Guatemala es uno de los paí­ses con el í­ndice mas alto de violaciones de los derechos humanos en toda América Latina, miles de personas fueron victimas de la violencia, muchas tratan de salir del paí­s y tras largas marchas, buscan refugio en las fronteras de México, otros intentan llegar a diversos paí­ses, como EE.UU. y Europa para salvar sus vidas, las de sus familias y las comunidades.

En esta situación dramática, grupos comunitarios, sobrevivientes de las masacres, la mayorí­a mujeres y niños, tratan de salir, de llegar a los campamentos de refugiados en la selva del Peten, en México, en los campamentos Emiliano Zapata, Cuatro Pueblos, entre otros.

En uno de mis viajes a la región, tuve la oportunidad de compartir con Don Samuel y el ACNUR y los equipos de pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, como con grupos internacionales, la labor humanitaria que realizaban ayudando a los miles de guatemaltecos refugiados en los campamentos del Peten. Entre tanto dolor y angustias, también habí­a lugar para la esperanza y la vida. Recuerdo que Don Samuel en ese viaje celebró una boda en el campamento que llevó la alegrí­a y esperanza a las comunidades indí­genas.

El exilio de personas de otros paises latinoamericanos, se producí­a individualmente, y después trataban de reunirse con sus familias, los guatemaltecos salí­an en grupos comunitarios, ya que las aldeas fueron arrasadas por el ejército y masacrados en su mayorí­a, en particular los niños, jóvenes y adultos. La ayuda y asistencia humanitaria dadas a las ví­ctimas fue una de las preocupaciones pernanentes del Obispo Samuel Ruiz y del equipo de Pastoral de su Diócesis, tratando que encuentren en México el espacio necesario de protección y solidaridad .

En su pemanente preocupación por la defensa de los derechos humanos y de los pueblos, junto a otros obispos, sacerdotes y laicos, desarrolla una intensa acción a través del Comité de Solidaridad con los pueblos de América Latina, iniciando viajes a diversos paí­ses, con grupos, y movimientos sociales cristianos y no cristianos, aportando su reflexión y compartiendo la oración y el caminar de la Iglesia.

Un hecho vivido intensamente y que tal vez no se le ha dado la trascendencia que tuvo, -y tiene- para la Iglesia y los pueblos, se produjo en el mes de agosto de 1976, concretamente el dí­a 12, cuando se realizaba en Riobamba, Ecuador, en la Casa de la Santa Cruz el Encuentro de Obispos Latinoamericanos para compartir las experiencias pastorales y reflexionar sobre las opciones y caminos de la Iglesia en América Latina. El anfitrión del encuentro era el Obispo de la Diócesis de Riobamba Monseñor Leonidas Proaño. Participé del encuentro junto a sacerdotes, teólogos y asesores, acompañando a 17 obispos latinoaméricanos y 4 de los EE.UU. hispano-parlantes.

El encuentro estuvo marcado por acontecimientos que nos commocionaron a todos, el asesinato del Obispo de la Rioja, Argentina, Monseñor Enrique Angelelli, por la dictadura militar argentina, el 5 de agosto. Viví­amos momentos difí­ciles y violentos en todo el continente y era necesario saber cómo ayudar a los pueblos.

El encuentro se inició invocando la memoria de Monseñor Angelellí­. Sabí­amos que la reunión de obispos era observada por las autoridades la dictadura militar ecuatoriana. Monseñor Leonidas Proaño, Obispo de Riobamba era crí­tico a la situación que viví­a el paí­s y un gran defensor de los derechos humanos, en particular de los indí­genas, ví­ctimas de la represión por las tierras, por los terratenientes y las autoridades provocando muertes de los campes¡nos.

Estábamos reunidos en grupos cuando un destacamento militar fuertemente armado, invade la Casa de retiro, de la Santa Cruz y fuimos detenidos y llevados al cuartel Militar en la Ciudad de Quito. Entre los obispos se encontraba Monseñor Samuel Ruiz. Fueron momentos de fuerte unidad y oración, muchos se preguntaban -¿sí­ esto pasa con los obispos, que son reprimidos y llevados a prisión -.¿Qué pasa con los pobres, con aquellos que nada tienen y son ví­ctimas de la violencia?. La reflexión sobre la situación del continente, la represión desatada contra los pueblos y la iglesia, marcaron una etapa en la escalada de la violencia y del genocidio que implantaron las dictaduras en toda América Latina.

La opción junto a los Pobres, a los hermanos/as indí­genas marcó el caminar de la Iglesia de San Cristóbal de las Casas. Don Samuel puso su palabra y compromiso en el anuncio y las denuncias como en las acciones concretas de solidaridad y apoyo, en toda su acción pastoral.

Cuando se desata el alzamiento í­ndí­gena en Chiapas, cansados de soportar la violencia, humillación y exclusión social durante siglos en México, la primera reacción del gobierno es la represión pero gracias a la acción decidida de la sociedad civil, de los grupos y movimientos solidarios y la acción sostenida de Monseñor Samuel Ruiz, quien se constituye en el interlocutor autorizado, para evitar que el conflicto desemboque en la violencia y se llegue al diálogo de los indí­genas, con las autoridades regionales y nacionales, adquiere una relevancia tanto a nivel nacional como internacional.

Una figura emblemática surge entre el movimiento indí­gena, el Sub-comandante Marcos, como Vocero y guí­a de las reivindicaciones indí­genas. La dificil tarea que Don Samuel asume es lograr llegar a negociaciones que permitan resolver el conflicto y que se respete el derecho de los indí­genas a través de la Verdad y la Justicia para alcanzar la Paz. Su prédica, decisión y resistencia, ayudó a que la situación no se desborde en actos de violencia, fue una acción equilibrada y serena que hasta el dí­a de hoy está tratando de encontrar una solución definitiva sobre el derecho de los pueblos indí­genas.

Don Samuel soportó las calumnias, los ataques, como el efectuado contra su hermana, ví­ctima de la violencia de aquellos que pretenden continuar la opresión contra los pueblos indí­genas. A pesar de todo, Samuel Ruiz nunca claudicó.

En reconocimiento a su trabajo permanente en defensa de la vida y la dignidad de las personas y los pueblos, lo he presentado como Candidato al Premio Nobel de la Paz y al premio Fomento de la Paz de la UNESCO. Mas allá de si se le otorga o no, creo que lo más valioso es su dedicación como sacerdote, vivir la fe en el compromiso y la oración junto a su pueblo y todos los pueblos.

Hoy Don Samuel continúa su tarea serena y profunda, como Obispo Emérito de la Diocesis de San Cristóbal de las Casas. Me sumo al homenaje que hoy le brinda la Ciudad de, Nuremberg, a un hombre que es tetimonio de vida era la defensa de los derechos humanos y un Pastor que desde la fe, nos muestra los caminos de la Vida y la Dignidad.

Querido hermano, que el Señor con su infinita bondad te continúe dando fuerza y esperanza. Todos los que te acompañamos te damos gracias por tu testimonio de Vida. Recibe el fraterno abrazo de Paz y Bien.

Discurso ofrecido por el autor en la Opera de Nuremberg el 16 de Setiembre del 2001, en honor al Obispo Emerito de Chiapas Samuel Ruí­z, al recibir el Premio Internacional de Derechos Humanos. El Jurado del Premio decidió invitar a Adolfo Pérez Esquivel a ofrecer el discurso laudatorio en reconocimiento a los esfuerzos del Premio Nobel de la Paz para que la verdad y la justicia lleguen también a las familias de los desaparecidos alemanes en Argentina. En 1998, a propuesta de Pérez Esquivel se creó en Nuremberg la Coalición contra la Impunidad en Argentina, con sede en nuestro Centro de Derechos Humanos/DIML.)

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