Mubarak pasó las últimas 48 horas en una base militar antes de huir
El expresidente y su familia fueron trasladados en helicóptero a Sharm el Sheij
GEORGINA HIGUERAS (ENVIADA ESPECIAL) - El Cairo - 12/02/2011
El País
Cuando las protestas de los manifestantes se acallaron para escuchar las plegarias de las mezquitas, nada hacía prever que en uno de los helicópteros que cruzaban el cielo de El Cairo, huía el odiado Faraón. Hosni Mubarak se fue, junto con su familia, a Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, en el extremo sur de la península del Sinaí. Poco después de aterrizar en ese enclave donde Mubarak gustaba de celebrar sus cumbres internacionales y entretener a los mandatarios extranjeros, el dictador comunicó que dejaba su poder en manos del alto mando militar.
Según el gubernamental diario Al Ahram, Mubarak pasó las últimas 48 horas de sus 31 años de gobierno sin oposición en una base militar donde le fue garantizada su seguridad. El hombre que no dejó crecer la hierba bajo sus pies siguió resistiéndose a escuchar las demandas de libertad de su pueblo pese a que el miedo le impidió dormir en su cama presidencial sus dos últimas noches de Gobierno.
Acosado por un pueblo que se ha puesto en pie, Mubarak se ha refugiado en su preciada península del Sinaí, que logró recuperar para Egipto en 1982, después de que su predecesor, Anuar el Sadat, firmara la paz con el vecino que se la había arrebatado en la guerra de 1967. Tal vez el anciano mandatario, de 82 años, confía en diluirse entre los millones de turistas de Sharm el Sheij y escapar al proceso por asesinato y apropiación indebida de fondos públicos que algunos miembros de la oposición piden contra él.
Fuentes militares dijeron a Al Ahram que Mubarak permaneció en la base porque las circunstancias no permitían los movimientos de la comitiva presidencial. Pese a ello, el faraón se permitió, en la noche del jueves, burlarse de su pueblo por última vez. En representación de millones de egipcios que sueñan con ser dueños del destino de su país, decenas de miles de personas se habían congregado en la plaza de la Liberación para escuchar juntas lo que se esperaba fuese el mensaje de despedida del rais. Lo que oyeron, sin embargo, es que se quedaba hasta las elecciones de septiembre próximo. La plaza estalló en un grito de furia: "¡Fuera, fuera!".
Ayer, antes de que trascendiera su huida, miles de manifestantes marcharon hacia el palacio presidencial, rodeado de alambradas y protegido por tanques, además de por la guardia presidencial, que declaró, a primera hora de la tarde, que mantenía la seguridad del recinto. Fue necesario esperar a que Mubarak se instalase secretamente en Sharm el Sheij para escuchar al vicepresidente Omar Suleimán leer un breve comunicado que indicaba que el faraón había cedido el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Ninguna televisión, ni nacional ni extranjera, logró captar la imagen de la huida, aunque fue la cadena Al Arabiya la primera en anunciar que Mubarak había aterrizado en una base del sur del Sinaí.
El expresidente va acompañado, al menos, por su esposa, Suzanne, y su hijo Gamal, de 47 años. Los intentos de poner en marcha una dinastía hereditaria que consagrara como presidente, en otros comicios fraudulentos, a Gamal fue uno de los detonantes de la revuelta que acabó con las aspiraciones de Mubarak. Gamal dimitió el pasado 4 como líder del gobernante Partido Nacional Democrático, junto a la cúpula de este. El primogénito de la familia, Alaa, es un próspero hombre de negocios que vive en El Cairo y nunca mostró aspiraciones políticas.
Nacido en mayo de 1928 en el delta del Nilo, Mubarak entró en las fuerzas aéreas en 1947. El antiguo piloto de bombarderos salió de la capital en helicóptero pero ha declarado en sus dos últimos mensajes a la nación que no se irá del país. "Moriré en la tierra de Egipto".
Tras 300 muertos en los 18 días que ha costado echarle del poder, según la organización Human Rights Watch, parece difícil que Mubarak no sea llevado ante la justicia. El tiempo dirá si finalmente no elige el exilio para escapar a un proceso.
Cuando las protestas de los manifestantes se acallaron para escuchar las plegarias de las mezquitas, nada hacía prever que en uno de los helicópteros que cruzaban el cielo de El Cairo, huía el odiado Faraón. Hosni Mubarak se fue, junto con su familia, a Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, en el extremo sur de la península del Sinaí. Poco después de aterrizar en ese enclave donde Mubarak gustaba de celebrar sus cumbres internacionales y entretener a los mandatarios extranjeros, el dictador comunicó que dejaba su poder en manos del alto mando militar.
Según el gubernamental diario Al Ahram, Mubarak pasó las últimas 48 horas de sus 31 años de gobierno sin oposición en una base militar donde le fue garantizada su seguridad. El hombre que no dejó crecer la hierba bajo sus pies siguió resistiéndose a escuchar las demandas de libertad de su pueblo pese a que el miedo le impidió dormir en su cama presidencial sus dos últimas noches de Gobierno.
Acosado por un pueblo que se ha puesto en pie, Mubarak se ha refugiado en su preciada península del Sinaí, que logró recuperar para Egipto en 1982, después de que su predecesor, Anuar el Sadat, firmara la paz con el vecino que se la había arrebatado en la guerra de 1967. Tal vez el anciano mandatario, de 82 años, confía en diluirse entre los millones de turistas de Sharm el Sheij y escapar al proceso por asesinato y apropiación indebida de fondos públicos que algunos miembros de la oposición piden contra él.
Fuentes militares dijeron a Al Ahram que Mubarak permaneció en la base porque las circunstancias no permitían los movimientos de la comitiva presidencial. Pese a ello, el faraón se permitió, en la noche del jueves, burlarse de su pueblo por última vez. En representación de millones de egipcios que sueñan con ser dueños del destino de su país, decenas de miles de personas se habían congregado en la plaza de la Liberación para escuchar juntas lo que se esperaba fuese el mensaje de despedida del rais. Lo que oyeron, sin embargo, es que se quedaba hasta las elecciones de septiembre próximo. La plaza estalló en un grito de furia: "¡Fuera, fuera!".
Ayer, antes de que trascendiera su huida, miles de manifestantes marcharon hacia el palacio presidencial, rodeado de alambradas y protegido por tanques, además de por la guardia presidencial, que declaró, a primera hora de la tarde, que mantenía la seguridad del recinto. Fue necesario esperar a que Mubarak se instalase secretamente en Sharm el Sheij para escuchar al vicepresidente Omar Suleimán leer un breve comunicado que indicaba que el faraón había cedido el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Ninguna televisión, ni nacional ni extranjera, logró captar la imagen de la huida, aunque fue la cadena Al Arabiya la primera en anunciar que Mubarak había aterrizado en una base del sur del Sinaí.
El expresidente va acompañado, al menos, por su esposa, Suzanne, y su hijo Gamal, de 47 años. Los intentos de poner en marcha una dinastía hereditaria que consagrara como presidente, en otros comicios fraudulentos, a Gamal fue uno de los detonantes de la revuelta que acabó con las aspiraciones de Mubarak. Gamal dimitió el pasado 4 como líder del gobernante Partido Nacional Democrático, junto a la cúpula de este. El primogénito de la familia, Alaa, es un próspero hombre de negocios que vive en El Cairo y nunca mostró aspiraciones políticas.
Nacido en mayo de 1928 en el delta del Nilo, Mubarak entró en las fuerzas aéreas en 1947. El antiguo piloto de bombarderos salió de la capital en helicóptero pero ha declarado en sus dos últimos mensajes a la nación que no se irá del país. "Moriré en la tierra de Egipto".
Tras 300 muertos en los 18 días que ha costado echarle del poder, según la organización Human Rights Watch, parece difícil que Mubarak no sea llevado ante la justicia. El tiempo dirá si finalmente no elige el exilio para escapar a un proceso.
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