Egipto: no es la economía, son los ninis
Luis Miguel González
1 Febrero, 2011 - 23:46
Luis Miguel González
1 Febrero, 2011 - 23:46
Imagen: TOTALLYCollPIX.COM
La perspectiva de derrocar al dictador Mubarak ha puesto en movimiento a una legión de jóvenes sin trabajo ni empleo y con acceso a medios globales.
A primera vista, Egipto no era el principal candidato a tener una gran revuelta: en el mundo árabe la dictadura siria es más injusta; el régimen de Kadafi en Libia es más corrupto y la monarquía de Jordania, mucho más anacrónica.
La tierra de los faraones tampoco es un caso ejemplar de estancamiento económico. El Producto Interno Bruto (PIB) egipcio creció 7.2% en el 2008, 4.6% en el 2009 y poco más de 5% el año pasado. No es especialmente pobre a juzgar por el promedio: el producto per cápita es de 6,200 dólares al año. El problema para Egipto parece estar en el puente entre la economía y el desarrollo social: 29% de la población es analfabeta, 40 millones de personas viven con dos dólares o menos por día y 26 niños de cada 1,000 mueren antes del año.
“No quiero que te vayas, Mubarak, sólo quiero tener un empleo”, decía una de las mantas. En las manifestaciones destaca la presencia de los jóvenes y eso no sorprende a los expertos. La tasa de desempleo de las personas con educación superior en Egipto es alrededor de 30%, según el Brookings Institute. “Un largo segmento de la población joven no ha encontrado las condiciones para realizar la transición que los convertiría en adultos productivos y realizados”, dice Tarik Yousef, investigador del Brookings.
La perspectiva de derrocar al dictador Mubarak ha puesto en movimiento a toda una legión de ninis con acceso a medios globales y que puede compararse con otros jóvenes del mundo. Las mujeres egipcias saben que tienen menos derechos que en otros países, 41% de ellas es analfabeta. Egipto tiene una alta penetración de Internet si se mide con el mundo árabe, 20% de la población total según el CIA Factbook. Entre los jóvenes la cifra supera 40 por ciento. “Entre más miran hacia fuera, más miran su propia circunstancia con luz negativa”, dice el financiero Zachary Karabell, entrevistado por la National Public Radio de Estados Unidos.
Facebook Party, los bautizó el novelista Alaa al Aswani, de acuerdo con Der Spiegel. Tienen entre 20 y 30 años, son usuarios de las Tecnologías de la Información y tienen una agenda muy diferente a las organizaciones políticas tradicionales: musulmanes, liberales, izquierdistas o nasseritas. No les basta un crecimiento sostenido ni la estabilidad. “Quieren libertad y pan. Egipto ha tenido crecimiento económico, grandes alzas en la Bolsa y una enorme inversión extranjera, pero eso no ha mejorado la vida de la población”, asegura Elliot Abrams, analista del Consejo de Relaciones Externas de Estados Unidos.
La inestabilidad ha llamado la atención del mundo y acalambrado algunos mercados internacionales. El barril de petróleo Brent pasó la marca de los 100 dólares por primera vez desde el 2008. En el alza del crudo se refleja la importancia del Canal de Suez como paso obligado de una parte de la producción que llega a Europa y, sobre todo, el miedo de que la rebelión de los egipcios provoque un efecto dominó en los regímenes autoritarios del mundo árabe-musulmán. Hace un mes fue Túnez. Hoy, Egipto. ¿Quién será el próximo? Los monarcas y dictadores de Yemen, Sudán, Jordania y Siria han puesto sus barbas a remojar. Una cosa parece cierta: primero crecerá la actividad en las redes sociales en Internet y luego vendrán las tomas de las plazas. Es una película protagonizada por jóvenes sin oportunidades, aunque allá no se llamen ninis.
lmgonzalez@eleconomista.com.mx
Luis Miguel González
Soy Director Editorial de El Economista. Fui también director editorial del periódico Público de Guadalajara, articulista de la revista Expansión y del periódico Milenio. Participo como profesor y conferencista en la Fundación Nuevo Periodismo.
A primera vista, Egipto no era el principal candidato a tener una gran revuelta: en el mundo árabe la dictadura siria es más injusta; el régimen de Kadafi en Libia es más corrupto y la monarquía de Jordania, mucho más anacrónica.
La tierra de los faraones tampoco es un caso ejemplar de estancamiento económico. El Producto Interno Bruto (PIB) egipcio creció 7.2% en el 2008, 4.6% en el 2009 y poco más de 5% el año pasado. No es especialmente pobre a juzgar por el promedio: el producto per cápita es de 6,200 dólares al año. El problema para Egipto parece estar en el puente entre la economía y el desarrollo social: 29% de la población es analfabeta, 40 millones de personas viven con dos dólares o menos por día y 26 niños de cada 1,000 mueren antes del año.
“No quiero que te vayas, Mubarak, sólo quiero tener un empleo”, decía una de las mantas. En las manifestaciones destaca la presencia de los jóvenes y eso no sorprende a los expertos. La tasa de desempleo de las personas con educación superior en Egipto es alrededor de 30%, según el Brookings Institute. “Un largo segmento de la población joven no ha encontrado las condiciones para realizar la transición que los convertiría en adultos productivos y realizados”, dice Tarik Yousef, investigador del Brookings.
La perspectiva de derrocar al dictador Mubarak ha puesto en movimiento a toda una legión de ninis con acceso a medios globales y que puede compararse con otros jóvenes del mundo. Las mujeres egipcias saben que tienen menos derechos que en otros países, 41% de ellas es analfabeta. Egipto tiene una alta penetración de Internet si se mide con el mundo árabe, 20% de la población total según el CIA Factbook. Entre los jóvenes la cifra supera 40 por ciento. “Entre más miran hacia fuera, más miran su propia circunstancia con luz negativa”, dice el financiero Zachary Karabell, entrevistado por la National Public Radio de Estados Unidos.
Facebook Party, los bautizó el novelista Alaa al Aswani, de acuerdo con Der Spiegel. Tienen entre 20 y 30 años, son usuarios de las Tecnologías de la Información y tienen una agenda muy diferente a las organizaciones políticas tradicionales: musulmanes, liberales, izquierdistas o nasseritas. No les basta un crecimiento sostenido ni la estabilidad. “Quieren libertad y pan. Egipto ha tenido crecimiento económico, grandes alzas en la Bolsa y una enorme inversión extranjera, pero eso no ha mejorado la vida de la población”, asegura Elliot Abrams, analista del Consejo de Relaciones Externas de Estados Unidos.
La inestabilidad ha llamado la atención del mundo y acalambrado algunos mercados internacionales. El barril de petróleo Brent pasó la marca de los 100 dólares por primera vez desde el 2008. En el alza del crudo se refleja la importancia del Canal de Suez como paso obligado de una parte de la producción que llega a Europa y, sobre todo, el miedo de que la rebelión de los egipcios provoque un efecto dominó en los regímenes autoritarios del mundo árabe-musulmán. Hace un mes fue Túnez. Hoy, Egipto. ¿Quién será el próximo? Los monarcas y dictadores de Yemen, Sudán, Jordania y Siria han puesto sus barbas a remojar. Una cosa parece cierta: primero crecerá la actividad en las redes sociales en Internet y luego vendrán las tomas de las plazas. Es una película protagonizada por jóvenes sin oportunidades, aunque allá no se llamen ninis.
lmgonzalez@eleconomista.com.mx
Luis Miguel González
Soy Director Editorial de El Economista. Fui también director editorial del periódico Público de Guadalajara, articulista de la revista Expansión y del periódico Milenio. Participo como profesor y conferencista en la Fundación Nuevo Periodismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario