viernes, 18 de junio de 2010

¡Viva Manuela, viva Bolívar!



Las cartas. Aquí hay una carta. Este libro con “Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón”, acompañadas con los diarios de Quito y de Paita y otros documentos. Editorial El Perro y la Rana, nuestra editorial bolivariana.

Fíjate lo que le dice aquí:

Mi adorado Simón:

Este último mes ha sido de conversar con usted. Me siento muy feliz

de leer sus apreciables que ahora recibo con mayor frecuencia. Me hacen recordar la fruición con que nos escribíamos en Perú.

He de preguntarle ¿A qué tanta ley santanderista? Sólo sirve para desplazar su autoridad cada día más del Gobierno. ¿No se da usted cuenta? Pare ya eso. Después, no dirá que no se lo advertí. Yo tengo mis reservas con el tal Carujo; no voltee ante ellos nunca sus espaldas.

Si quiere, le mando el almuerzo con patacones como a Su Excelencia

le gusta,

Suya

Manuela

Estaban en Bogotá y él no le hizo caso y terminó pagando caro el no haberle hecho caso. El Carujo, Pedro Carujo, uno de los que trató de matar a Bolívar pocos días después de esta carta. El Santander, el que mandó a matar a Bolívar y aún Bolívar le perdonó la vida a Santander y perdonó a casi todos los conjurados, algunos fueron fusilados. Casi lo matan, lo salvó ella, espada en mano aquella noche de septiembre de 1828. “Después no dirá que no se lo advertí”. Pero más adelante muere Bolívar y ella le sobrevive, muchos años y escribe, allá en una costa del Perú, allá la confinaron, la expulsaron de la Gran Colombia, la persiguieron, la difamaron. Y ella escribía un diario.

Aquí dice por ejemplo:

Aquí en Paita todo es cosa de risa.

(…)

Parece que ya a nadie importo. Estamos a 9 de julio del 43 y todo sin respiro. Las gacetas que me llegan son números atrasados y yo quiero vivir el presente con noticias frescas.

No vale un cuartillo leer, no hay con quien comentar. Sentada en mi hamaca medito nuevas que tengan que ver para el provecho de mi patria, Ecuador.

Escribo cartas y cartas, y nadie apura mis asuntos en Quito. Sólo por la Providencia vivo.

(Paita, febrero 19 de 1843)

Es un diario que yo les recomiendo que lo lean, que leamos. Era no sólo la mujer de Bolívar, la gran compañera, la gran revolucionaria, la gran Coronela hoy Generala, Manuela Sáenz, bolivariana, revolucionaria hasta la médula.

Fíjense, para terminar este comentario sobre este amor que sobrevive a los siglos dice:

Hoy se me hace preciso escribir por la ansiedad. Estoy sentada frente de la hamaca que está quieta como si esperara a su dueño. El aire también

está quieto; esta tarde es sorda. Los árboles del huerto están como pintados.

En este silencio mío, medito. No puedo olvidar. Simón no comprendió

nunca que todavía no había llegado el momento para emprender la lucha, y lograr conquistas de libertad. Sólo consiguió deshacer su vida de él. La llenó de dificultades. Sus hazañas extraordinarias quedaron vilmente

desposeídas de la gloria. Se apagó su orgullo viril y su amor muy adicto por la libertad. Siempre bajo su destino despiadado.

(Diarios de Paita)

Claro, esto es 1843, era la oscurana, todo el mundo le cayó encima a Bolívar. Pasaron años para que Bolívar volviera a renacer de la profundidad del alma de un pueblo, como hoy ha renacido y está vivo entre nosotros.

Fíjense esto:

Simón sabía que yo le amaba con mi vida misma. Al principio ¡Oh! amor deseado… tuve que hacer de mujer, de secretaria, de escribiente, soldado húzar, de espía, de inquisidora como intransigente. Yo meditaba

planes. Sí, los consultaba con él, casi se los imponía; pero él se dejaba arrebatar por mi locura de amante, y allí quedaba todo.

Como soldado húzar fui encargada de manejar y cuidar el archivo y demás documentos de la campaña del Sur. De sus cartas personales y de nuestras cartas apasionadas y bellas.

(Diarios de Paita)

Más adelante dice, miren que hermosura esto:

Yo le di a ese ejército lo que necesitó: ¡valor a toda prueba! y Simón igual. El hacía más por superarme. Yo no parecía una mujer. Era una loca por la Libertad, que era su doctrina. Iba armada hasta los dientes, entre choques de bayonetas, salpicaduras de sangre, gritos feroces de arremetidos, gritos con denuestos de los heridos y moribundos; silbidos de balas. Estruendo de cañones. Me maldecían pero me cuidaban, sólo el verme entre el fragor de una batalla les enervaba la sangre. Y triunfábamos. «Mi Capitana —me dijo un indio—, por usted se salvó la patria». Lo miré y vi un hombre con la camisa desecha, ensangrentada. Lo que debieron ser sus pantalones le llegaban hasta las rodillas sucias. Sus pies tenían el grueso callo de esos hombres que ni siquiera pudieron usar alpargatas. Pero era un hombre feliz, porque era libre. Ya no sería un esclavo.

(Diarios de Paita)

Y termina, voy a terminar con esto, porque retrata el tiempo de Bolívar y lo que no se pudo. El tiempo de nosotros hoy y lo que nosotros estamos obligados a lograr, ahora sí, definitivamente. Termina diciendo esta frase:

Difícil me sería significar el porqué me jugué la vida unas diez veces. ¿Por la patria libre? ¿Por Simón? ¿Por la gloria? ¿Por mí misma? Por todo y por darle al Libertador más valor del que yo misma tenía. Él vivía en otro siglo fuera del suyo. Sí, él no era del diez y nueve. Sí, él no hizo otra cosa que dar; vivía en otro mundo muy fuera del suyo. No hizo nada, nada para él.

(Diarios de Paita)

Diríamos hoy con Manuela, tiene razón Manuela. Rosa roja insepulta le llamó Pablo Neruda. Tienes razón Generala, aquel hombre, tu hombre, no era del siglo 19. Era del 19, era del 20 y es sobre todo del siglo 21 porque este es el siglo de Bolívar, y es el siglo de Manuela, y es el siglo de Martí, es el siglo de nosotros. No era de este siglo.


http://www.chavez.org.ve/temas/noticias/viva-manuela-viva-bolivar/.

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