Los jóvenes de ahora
Octavio Rodríguez Araujo
En mi opinión, están
equivocados los que piensan o dicen que los jóvenes de ahora viven en
las nubes o que son apáticos o que no están informados. Tal vez sea el
caso de algunos, pero no de los estudiantes de bachillerato y
licenciatura del Distrito Federal y de otras entidades federativas como,
por ejemplo, Querétaro y Nuevo León, estados que no se distinguen
precisamente por ser de izquierda.
mito genial?
El lunes tuve oportunidad de dictar una conferencia a los estudiantes del bachillerato del Colegio Madrid, institución privada de educación con larga trayectoria en México y, a juzgar por los aplausos y las inteligentes preguntas, se trata de estudiantes muy enterados y que yo llamaría progresistas. Ninguno de ellos se inmutó, chifló o abucheó a López Obrador cuando lo mencioné en mi ponencia sobre partidos, abstención y voto nulo. Un ejemplo más de lo que estoy diciendo: los jóvenes nos darán la sorpresa el primero de julio próximo, al menos los jóvenes estudiantes.
Nuestra querida Elena Poniatowska, sensible como es, dedicó su discurso a los jóvenes en el merecido homenaje por sus 80 años de vida en la UNAM. La respuesta del público fue la misma: entusiasmo y hasta un sonoro
¡goya!al final. ¿Por qué insistir, como hacen algunos, en que los jóvenes no tienen puestas las pilas?
Puro pensamiento ilusorio e inconfesables deseos de que los jóvenes, que todavía son la mayoría en el país, se abstengan o voten nulo. Pero se trata de un cálculo equivocado. Los jóvenes, más que los adultos y los viejos, saben que en los años recientes se les han cerrado oportunidades de realización personal, sean trabajadores o sean educandos que quieren seguir estudiando para luego trabajar de acuerdo con lo que estudiaron. El neoliberalismo en México, como también en Estados Unidos, en Chile o en la mayor parte de los países europeos, los ha afectado y tienen toda la razón para estar molestos, furiosos e indignados. Los jóvenes también saben que la abstención y el voto nulo favorecen a los partidos que tienen el poder o a los partidos competidores que defienden el sistema que ellos ya rechazan, por perjudicial y porque cierra expectativas de vida y desarrollo.
El PRI y el PAN son los partidos del sistema, de la
continuidad del neoliberalismo, de los defensores de las oligarquías
archienriquecidas y que, por más que prometan, seguirán con lo mismo
respondiendo a los intereses que defienden y que los apoyan. Esto lo
saben los jóvenes y por eso los rechazan. De Quadri y su partido, mejor
no hablamos; no merecen más de un artículo y éste ya lo escribí.
Conforme avanzan las campañas electorales los candidatos del sistema
se exhiben tanto en sus limitaciones, que dan pena ajena en un país como
México, como en su autoritarismo y cara dura para disfrazar sus
fracasos y sus errores tácticos y estratégicos, en lugar de enmendarlos y
ofrecer las transformaciones que el país necesita. Parece mentira, pero
no se han dado cuenta que nadando en favor de la corriente de lo
políticamente correcto, es decir, del statu quo, lo están
haciendo en contra de la historia y de los cambios que quiere la
población mayoritaria. Es como el que fue enterrado vivo y boca abajo:
entre más excava más se hunde y más tierra traga.
¿Estoy pecando de optimismo? Puede ser, pero todos los días me
sorprendo con la actitud de los jóvenes que se defienden como pueden de
quienes amenazan su existencia y su futuro, sobre todo éste. Pienso que
ellos saben que si se dan por derrotados pasarán a formar la segunda
edición de la generación X de los años 90, caracterizada por su
desorientación y su pasividad. Como los jóvenes de ahora no habían
nacido o eran muy pequeños cuando Jean Paul Dubois escribió su famoso
artículo sobre la generación X (Le nouvel observateur, 14/04/93), conviene recordar algunas características de esa generación también llamada de
los desorientados. Los jóvenes de aquellos años, que ahora rondan los 40 de edad, llegaron –decía el autor– en un mal momento y, ante el desorden ampliado en que crecieron, optaron por callarse, esperar y hacerse olvidar. Se formaron envueltos en las promesas del neoliberalismo, visto como la panacea, para descubrir más tarde que el mundo se amplió en proporción inversa a sus posibilidades de realización social e individual.
Los jóvenes de ahora no piden eso, no lo aceptan ni desean seguir en
lo mismo. No quieren callarse ni ser conformistas. Aspiran a un mundo
mejor, entre otras cosas porque cada vez es peor. Quieren un cambio y
sólo un candidato presidencial lo propone, razón por la cual rechazan a
los otros. Así de simple. Hay una cierta desorientación entre los
jóvenes del presente, cierto, y ellos lo admiten, pero sí saben qué no
quieren. Y éste es el punto que no entienden Peña, Vázquez ni el otro
que no entiende nada.
A Carlos Fuentes, un autor cuyos primeros libros me marcaron cuando era joven.
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