Son los jóvenes. Qué bueno,
porque en ellos está el germen de la esperanza. No todo está perdido.
No, gracias a los jóvenes. Ayer, ahora y siempre, los jóvenes vuelven a
ser la vanguardia. Muchos de ellos no existieron para las políticas de
estado en los años recientes. Eran sólo estadística. Como estadística
eran las muertas de Juárez, los desempleados, la ignorancia, la
corrupción y el crimen organizado. Burocracias al servicio del capital
que cerraron las puertas a la equidad y se ensorbecieron de poder. No
supieron o no saben que, a pesar de todo, es factible recuperar el poder
ciudadano. Detrás de cada columna organizada, harta y resistente está
la convocatoria a una masa más amplia, esperando que despierte, se ligue
y comprenda que es factible recuperar el país.
El rumbo no se dicta ni se impone. El rumbo debe ser México, sin
adjetivos, ni entregas, ni ignominias. Un México en el que pueda
respirarse la esperanza. Un México en verdad independiente en el que la
gente recupere su dignidad. Hoy se llenan las plazas; mañana habrá que
traducir el cambio sufragando. Hay que sintonizarse con la juventud y su
espléndida respuesta ante el agravio de los poderosos. Ya los jóvenes
han hecho historia antes. No los abandonemos. Ni después los
traicionemos. Si cerramos la ventana a los vientos de cambio estaremos
condenando a una o varias generaciones a respirar más de lo mismo: el
oprobio, la impunidad, la vergüenza, la desesperanza, el atraco. Aún es
tiempo de rectificar. Escuchemos a los jóvenes. México puede ser otro.
Alfredo Villegas Ortega
Texto Original. La Jornada
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