sábado, 12 de septiembre de 2009

El peligro de la utopía. José Luis Fiori

Sin permiso

El peligro de la utopía
José Luis Fiori · · · · ·


“…la geopolítica del equilibrio de poderes y la práctica del imperialismo explícito dejaron de tener sentido por una serie de nuevos hechos históricos […], este abordaje de las relaciones internacionales no tiene más espacio en el mundo en que vivimos, del poscolonialismo, de la globalización, del sistema político global y de la democracia […] con la globalización, todos los mercados están abiertos y es inimaginable que un país rechace vender a otro, por ejemplo, petróleo a precio de mercado […] Resulta además de aquellos hechos, que la guerra entre grandes países también no tiene más sentido […] En el Siglo XX, las guerras entre las grandes potencias no tenían sentido porque todas las fronteras ya estaban definidas”. Luiz Carlos Bresser Pereira, Jornal de Resenhas, Nº 1, 2009, USP, pág. 7

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En la segunda mitad del Siglo XX, en particular después de 1968, se tornó un lugar común la crítica de los “nuevos filósofos” europeos, que asociaban la utopía socialista al totalitarismo. Pero no se oyó el mismo tipo de reflexión, después de la década del ´80, cuando la utopía liberal se transformó hegemónica y sus ideas ocuparon el mundo académico y político. Luego de terminada la Guerra Fría, Francis Fukuyama popularizó la utopía del “fin de la historia” y de la victoria de la “democracia, del mercado y de la paz”. Y pese a los acontecimientos que siguieron, sus ideas siguen influyendo intelectuales y gobernantes, sobretodo en la periferia del sistema mundial. Basta ver la confusión causada por el reciente anuncio de la decisión norteamericana de ampliar su presencia militar en América del Sur. Con la instalación o ampliación de siete bases militares en territorio colombiano, que tendrán que servir de “punto de apoyo para el transporte de cargas y soldados en el continente y fuera de él”. (1) El gobierno norteamericano justificó su decisión con objetivos “de carácter humanitario y de combate al narcotráfico”. La misma explicación que fue dada por el gobierno norteamericano en ocasión de la reactivación de su IV Flota Naval, en la zona de América del Sur, durante el año 2008: “una decisión administrativa, tomada con objetivos pacíficos, humanitarios y ecológicos”. (2)

Una de las funciones de los diplomáticos es la de participar de este juego retórico que a veces suena hasta un poco divertido. Y cabe a los periodistas el acompañamiento de estos debates sobre distancias, radio de acción de los aviones, amenaza de las drogas, etc. Sin embargo, los intelectuales tienen la obligación de trascender este mundo de la retórica y de los números inmediatos, y también, el mundo de las fantasías utópicas, lo que a veces no ocurre, y no se trata –evidentemente – de un problema de ignorancia. Se piensa, por ejemplo, en la utopía liberal del “fin de las guerras” que ya no tendrían más sentido entre los grandes países, y se contrapone esta tesis con la historia pasada y con la historia del propio Siglo XX y XXI. Según la investigación y los datos del historiador y sociólogo norteamericano, Charles Tilly: “de 1480 a 1800, cada dos o tres años se inició en algún lugar un nuevo conflicto internacional de importancia; de 1800 a 1944, cada uno y dos años; a partir de la Segunda Guerra Mundial, más o menos, cada catorce meses. La era nuclear no disminuyó la tendencia de los siglos pasados con guerras más frecuentes y más mortíferas […], desde 1900, el mundo asistió a 237 nuevas guerras, civiles e internacionales…. [mientras que] el sangriento Siglo XIX contabilizó 205 guerras”. (3)

Asimismo, en la década de 1990, durante los ocho años de la administración de Clinton, que fue transformado en la figura emblemática de la victoria de la democracia, del mercado y de la paz, los Estados Unidos mantuvieron un activismo militar muy grande. Y al contrario de la impresión generalizada, “los Estados Unidos se involucraron en 48 intervenciones militares, mucho más que en toda la Guerra Fría, período en el que se registraron 16 intervenciones militares”. (Bacevich, 2002, pág. 143).

Y más recientemente, los “fracasos” militares de EE.UU. en Irak y Afganistán – al contrario de lo que se dice – aumentaron la presencia militar de los Estados Unidos en Asia Central y en el cerco a Rusia y China, comprometiendo, por lo tanto, a tres grandes potencias en la preparación para la guerra. En todo esto queda claro la dificultad intelectual de los liberales para convivir de forma inteligente con el hecho de que las guerras son una dimensión esencial y constitutiva del sistema mundial en que vivimos y que, por consiguiente, no es sensato pensar que desaparecerán. Al contrario de lo que piensan los liberales, la asociación entre la “geopolítica del equilibrio de poderes” y las guerras, no se restringe al siglo XIX (ya había sido identificada en Grecia) y el sueño del “gobierno mundial” de las grandes potencias, ya existe por lo menos desde el Congreso de Viena, en 1815, sin que esto haya impedido el aumento del número de los Estados y de las guerras nacionales.

En este tipo de sistema mundial, por otro lado, es muy difícil pensar en la posibilidad del “fin del imperialismo”, y todavía menos, en este inicio del Siglo XXI, en que las grandes potencias – viejas y nuevas – se lanzan sobre África y sobre América Latina, disputando palmo a palmo el control monopólico de sus mercados y de las fuentes de energía y de materias primas estratégicas. Y sea casi ingenua la creencia liberal en los “mercados abiertos”, en un mundo en que todas las grandes potencias impiden el acceso a las tecnologías de punta, no aceptan la venta de sus empresas estratégicas y protegen de forma cada vez más sofisticada sus productos industriales y sus mercados agrícolas. En este punto, llama la atención la facilidad con que los economistas liberales confunden los mercados de petróleo, armas y monedas, por ejemplo, con los mercados de chuchu (chayote NdT), quesos y vinos. Más aún, parece que nada de esto es muy relevante para ellos, porque de hecho, no se consigue desmontar convicciones utópicas incluso esgrimiendo números y hechos. Lo importante es comprender que la utopía liberal también puede tener consecuencias nefastas en la historia de medio plazo de los países más débiles, dentro del sistema mundial. Si las utopías de izquierda llevaron – en muchos casos – al totalitarismo, la utopía liberal y su permanente negación del poder en la historia del capitalismo, han llevado – invariablemente – a los intelectuales y gobernantes “descalzos”, al servilismo internacional.

Notas:

1 Folha de Sao Paulo, 5-8-2009. 2) Folha de Sao Paulo, 8-07-2008. 3) Charles Tilly, CoerÇâo, capital e Estados europeus, Edusp, 1996, pág. 123 y 131.

José Luis Fiori es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

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