lunes, 4 de octubre de 2010

De Lula a Fox y Calderón

Dinero
De Lula a Fox y Calderón

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Enrique Galván Ochoa

Lula da Silva tomó posesión el primero de enero de 2003, para desempeñar lo que sería su primer periodo presidencial de cuatro años. En ese entonces Vicente Fox ya tenía dos años en Los Pinos. Ambos habían prometido un cambio, tanto Brasil como México lo necesitaban con urgencia. Uno curaba las heridas que le dejó la dictadura militar; el otro salía de 70 años de autoritarismo priísta. En octubre de 2006, Lula fue relecto para otro periodo de cuatro años. Felipe Calderón asumió la Presidencia unos días después, el primero de diciembre de 2006. Coinciden, pues, los ocho años del presidente brasileño con cuatro de Fox y cuatro de Calderón, pero los resultados son distintos. Al comenzar su gobierno Lula sorprendió con la formación de un equipo plural. Nombró a un personaje de la derecha, el presidente del BankBoston USA, Henrique Meirelles, para la dirección del Banco Central do Brasil. Pero también designó a su amigo, el ex troskista Antonio Palocci, hombre de su confianza, como ministro de Hacienda. Con ese movimiento Lula marcó lo que sería una de las claves de su éxito: equilibrar las fuerzas para sacar adelante a Brasil. En contraste, Vicente Fox formó lo que llamó los gabinetes de orden y respeto, crecimiento con calidad y desarrollo humano. En el primero incorporó a Santiago Creel y la señora Marta, entre otros. Pronto se vió que lo del orden y respeto era un eufemismo. En el primer mes del sexenio escapó de la prisión de alta seguridad” de Puente Grande un narcotraficante, El Chapo Guzmán; en los años del panismo jugaría un papel central y ascendería a la lista de los hombres más ricos del mundo editada por la revista Forbes. El suceso ha tenido hondo significado. El dato que caracteriza y por el que serán recordados los gobiernos de Fox y Calderón no tiene que ver con la economía, la educación, el empleo, la salud o las relaciones internacionales, sino con el derramamiento de sangre: en el foxismo se registraron entre 9 mil y 13 mil ejecuciones; en el calderonismo la cifra oscila alrededor de 30 mil. La inevitable comparación entre ocho años del PT de Lula y el PAN de Fox y Calderón arroja resultados muy diferentes. Brasil es hoy la octava economía mundial, acaba de colocarse encima de España, mientras la de México ha caído a la posición número 15. (Fox alardeaba de que ocupaba la novena –“la novena de Fox”). La brasileña crece a un ritmo de 7.4% anual, la de México está en números negativos. La moneda de Lula –el real– ganó 105% de valor frente al dólar; el peso se ha devaluado 37%. Allá salieron de la pobreza 36 millones de personas, aquí hay 20 millones más. Brasil se ha ido desenganchando del tren de la economía estadunidense, abriéndose al comercio con China, Rusia e India, México sigue en el cabús. Fox y la señora Marta viajan por Europa con lujo y dispendio, siguen pasando la charola para promover la democracia y nunca dan cuentas. Lula dice que cuando deje el gobierno quiere llevar la vida de un ciudadano común: “Tomar una cerveza en un bar sin que nadie se fije si el presidente toma o no… ir a la cancha a ver al Corinthians en la tribuna y mezclarme con la hinchada”. Calderón quizá no volverá a salir a la calle en México si no va protegido por todo un aparato de seguridad. A los ojos del mundo Lula entrega una nación con prestigio, ofrece seguridad a los inversionistas, se encuentra en plena expansión. Para vergüenza nuestra, Fox y Calderón han convertido a México en un lugar que los gobiernos de Europa y Estados Unidos aconsejan a sus ciudadanos no visitar porque pueden resultar robados, secuestrados o asesinados. Leer más.

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