sábado, 10 de julio de 2010

Los sudafricanos más pobres, los grandes olvidados del Mundial

Los sudafricanos más pobres, los grandes olvidados del Mundial
"Las mejoras fueron realizadas del otro lado, pero en este otro no hubo nada nuevo", dijo una joven.

Afp
Publicado: 10/07/2010 09:46 La Jornada

Nelpruit. Una reja metálica de dos metros de altura se erige entre el flamante estadio de Nelspruit y el township que se extiende bajo su sombra, una circunstancia que deja al descubierto cómo fueron olvidados los más pobres en este Mundial sudafricano.

"Las mejoras fueron realizadas del otro lado, pero en este otro no hubo nada nuevo", se queja Zanele Mathebula, de 18 años de edad, mostrando el estadio Mbombela, donde los asientos son cebrados y los pilares tienen forma de jirafa, algo que costó unos 110 millones de euros.

"Yo nunca pude entrar al estadio y estoy aquí arrinconada. Habían prometido empleos, pero no hubo nada", continuó la joven mujer desde su vivienda de Mattafin, una choza construida con chapas onduladas. "La gente no ganó nada" con la Copa del Mundo.

Su frustración es la misma que en la mayoría de los demás barrios pobres de Sudáfrica, cuyos habitantes se manifiestan en términos similares, seguros de que los beneficios económicos de la gran misa deportiva ecuménica no tendrán el menor efecto sobre sus realidades.

Una amargura que, al mismo tiempo, hace temer por un fuerte rebrote de la violencia después del pitido de la final dominical entre España y Holanda.

El grupo de reflexión The Elders (Los Ancianos), integrado por ex dirigentes políticos internacionales, como Kofi Annan o Jimmy Carter, advirtió sobre "la posibilidad de ataques xenófobos", después que aquellos que habían encontrado trabajo en la construcción "vuelvan a salir a buscarlo nuevamente".

"Ahora que las obras están terminadas, la gente no va a tener más empleo y la criminalidad podría aumentar aún más", se explica con temor Gladness Maluka, de 34 años, quien vende verduras por las calles de Mattafin.

En 2008, la violencia alimentada por las frustraciones económicas dirigida contra los extranjeros, sobre todo africanos, provocó 62 muertos y empujó a decenas de miles de personas a huir de los townships del país.

Esta vez, el gobierno se manifiesta dispuesto a actuar: "continuamos vigilando las eventuales amenazas, y si se revelan creíbles se aplicarán inmediatamente medidas para impedir cualquier estallido de violencia", afirmó el ministro de la Policía, Nathi Mthethwa.

Las asperezas ya se han dejado ver, pacíficamente, durante una manifestación en Durban, al comienzo del torneo.

"Si tenemos dinero para construir estadios, no deberíamos tener 'sin-techo' o gente mal alojada en viviendas precarias", había lanzado uno de los organizadores, Allan Murphy.

Sudáfrica ha gastado casi cuatro mil millones de euros para construir o renovar los diez estadios que acogieron los partidos de esta primera Copa del mundo en suelo africano, modernizar sus infraestructuras de transporte, preparar a las fuerzas del orden...

Dieciséis años después de la caída del régimen racista del apartheid, el 43% de su población, en su mayoría negra, sigue viviendo con menos de dos dólares diarios. Y, los más pobres no se han beneficiado del 'maná' caído durante estas cuatro semanas largas del Mundial.

"Yo vendí una vaca para comprar mercancía", revela Kwenzekile Nzama, de 54 años, quien ofrece canastas de mimbre y máscaras en el exterior de un fan park de Durban.

"Me muerdo los dientes. Los clientes no vienen a ver mis productos", añade, reprochando a la Federación Internacional de fútbol (FIFA) y al gobierno sudafricano de haber tenido que venderlos sin autorización y de manera ambulante, al margen de los sitios oficiales, solo usufructuados por los patrocinadores de la FIFA.

"Esta barrera ha sido dramática para nuestros negocios", apostilla mientras señala con un índice más allá de la reja que circunda la zona donde se difunden los partidos en las pantallas gigantes

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