La travesía electoral de la izquierda mexicana
Escrito por Daniel de la Garza el 24 febrero 2012
Foto: NTX. Fuente: www.adnpolitico.com
Menos de 48 horas después de que el Partido Acción Nacional definiera su candidatura Presidencial, aconteció un encuentro que pocos hubiesen imaginado tan sólo unos meses atrás: el respaldo de Cuauhtémoc Cárdenas a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
De esta manera, la izquierda partidista tuvo uno de las representaciones de unidad más significativas desde la declinación de Heberto Castillo en favor del propio Cárdenas en la contienda electoral de 1988. De hecho, una novedad es que en 2012 no existe otra candidatura en el horizonte que se asuma de izquierda.
No se puede negar que la izquierda mexicana en sus distintas expresiones ha contribuido como ninguna otra corriente política de manera decisiva a los cambios sociales que han acontecido en México en los últimos 44 años. Desde la irrupción de 1968 que sacudió la conciencia colectiva del país, pasando por la incursión del Frente Democrático Nacional en 1988 que hizo posible la alternancia política 12 años después.
Sería deshonesto negar que la única fuerza política que se opuso frontalmente al salinismo que pretende regresar mediante la candidatura de Enrique Peña Nieto fue precisamente la izquierda en un contexto donde el PAN llegó a declarar que le habían robado su programa de gobierno.
Si pocos hoy en día regatean sus aciertos, también es justo reconocer que gracias a sus errores y fracturas, la izquierda mexicana ha estado privada de conquistar una mayoría en las urnas que le permita constituirse en gobierno.
Si bien los simpatizantes de López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas encontraron razones de sobra para justificar el distanciamiento que tuvieron durante la última década, lo cierto es que a estas alturas pocos afirmarían que la alternativa progresista a la que dicen representar se vio beneficiada de dicha ruptura. Todo lo contrario, los sectores reformistas y el resto del país terminaron padeciendo el gobierno de Felipe Calderón. En la actualidad, las candidaturas de Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto se ubican claramente a la derecha del espectro político, en el primer caso se asegura la continuidad de 12 años de gobiernos en los que prevalece el desdén a todo tipo de protección social, mientras que el segundo caso es garantía de la restauración del priismo más conservador.
Quienes desde hace años han enarbolado la causa de la lucha contra la desigualdad y la enorme miseria que aqueja a millones de ciudadanos, así como la protección de los derechos de las minorías han visto como en las últimas décadas el país se ha ceñido en las posturas más reaccionarias, aún frente a otros países de América Latina. Frente a una embestida conservadora que contempla pocos cambios sustantivos, es comprensible que la izquierda haya podido resolver al menos por el momento algunas de sus más agudas divisiones porque se considera que es mucho lo que está en juego.
Si nos atenemos a lo que indican las más recientes encuestas que han sido publicadas, la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador contienda en serio por la Presidencia de la República son prácticamente nulas. Prácticamente todas las encuestas (a excepción de Covarrubias) que han sido publicadas hasta el momento ubican al candidato de las izquierdas en el tercer lugar.
Si se confirmara ese escenario, la candidatura de López Obrador sería de carácter testimonial, y como consecuencia la contienda se polarizaría como consecuencia entre la alternativa de un tercer periodo del PAN, o la alternancia política en manos del PRI.
La contienda por el 2012 tiene una lógica distinta a las anteriores que se han celebrado desde que existe razonable competencia electoral, en gran medida porque después de 12 años en que se produjo la alternancia el PAN ha sufrido un enorme desgaste, pero quien ha capitalizado ese hartazgo en los últimos años ha sido el candidato del PRI.
Mucho se ha comentado sobre la estrategia de moderación que ha implementado López Obrador, en la que no sólo ha dejado de lado la confrontación con sus adversarios y el gobierno en turno, sino que ha recibido muestras de adhesión de actores sociales que hasta hace poco le eran adversos. Es una ruta similar a la que llevó al peruano Ollanta Humala al triunfo electoral en 2011, pero hasta la fecha no se percibe un crecimiento similar en el caso mexicano.
En los medios de comunicación que siempre han sido adversos a la disidencia festejan el estancamiento electoral de López Obrador. El revuelo que tuvo la filtración de aquella declaración en la que el candidato denota cansancio es muestra de que la apuesta de ese sector no sólo es la victoria de Peña Nieto o Vázquez Mota, sino la consolidación del anhelado bipartidismo que se concibe desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
En 1994, Cuauhtémoc Cárdenas fue desplazado del segundo lugar por el candidato del PAN, Diego Fernández de Cevallos, en un contexto donde la percepción del éxito del salinismo era mayoritaria. Cárdenas cometió el error de conducir una campaña en la misma lógica que seis años atrás, sin contar con otra estrategia electoral que no fuese la arena de la movilización social que le era favorable. Años de ataques mediáticos, así cómo un ambiente en el que predominaba el miedo contribuyó no sólo a su derrota, sino a que sufriera un serio revés ante el avance conseguido 6 años atrás.
En 1997, la conquista de la capital de la República por el PRD así como el segundo lugar en la Cámara de Diputados parecía augurar un futuro promisorio para esa corriente política. Pero en el año 2000, fue la derecha quien conquistó por primera vez la alternancia en la Presidencia de la República.
Después de estar cerca de ganar en 2006, la debacle del PRD fue impresionante: en los hechos perdió todos los centros de poder que había conquistado de manera previa, las únicas victorias electorales relevantes fueron aquellas en las que lastimosamente se aliaron con el PAN.
Por ello, desde hace años López Obrador ha apostado a una estructura organizacional distinta, cuya eficacia sigue siendo un misterio. El Movimiento de Regeneración Nacional no se conduce bajo la misma lógica electoral que los partidos políticos, pero hasta la fecha no se tienen logros tangibles que permitan asegurar que el día de la elección se refleje en las urnas un resultado radicalmente distinto al que augure el promedio de las encuestas.
En la elección del 2012 existen muchas variables que influirán en los resultados de la elección, pero la única esperanza de triunfo para López Obrador es que la contienda sea por vez primera de tercios; no se vislumbra en el horizonte otro escenario favorable.
Además de quien conducirá los destinos del país, la elección determinará si la izquierda puede evitar otra regresión electoral (que parecen cíclicas), o si se consolida ya sea desde la oposición o desde el gobierno, como una alternativa política ascendente al servicio de una sociedad que aún de manera inconsciente, comparte de manera mayoritaria el diagnóstico y mucho del programa que la izquierda ha planteado desde hace décadas.
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