miércoles, 30 de diciembre de 2009

México: el mapa humano Arnoldo Kraus

México: el mapa humano
Arnoldo Kraus / La jornada.

Todo lo que han hecho –y lo que no han hecho– los gobiernos mexicanos para fabricar la sociedad del desencuentro ha sido exitoso. El fracaso de sus políticas y la mediocridad de nuestros dirigentes han sembrado discordia, creado distancias, generado desconfianza, sepultado inocentes y expulsado connacionales. La sociedad mexicana vive inmersa en la desconfianza; trágico presente y escabroso futuro son realidades que cohabitan en nuestro ambiente.

El año que finaliza sembró más discordia que el previo. El año que sigue será peor que 2009. Perdón por el escepticismo. Perdón por la crudeza. La realidad no pide perdón: habla a partir de lo que retrata. El mapa humano del México contemporáneo es desolador. Expongo dos retratos. El primero: la sociedad del desencuentro se ha instalado entre nosotros. No hay elementos para destejer la espiral de desconfianza. El segundo: la oferta política es magra. No hay en quién depositarse, en quién confiar. Cuando la confianza en las instituciones es mínima, o nula, el desencuentro comunitario se multiplica sin parar. Ese es el mapa humano del México 2009. ¿En quién confiar?

La mayoría de la población no confía en la mayoría de sus gobernantes. La mayoría de los políticos no confía en sus pares, muchas veces, incluso, en los que militan en sus propios partidos. La mayoría de los políticos que confiaban en los pactos que tenían con sus narcotraficantes se han retirado y la mayoría de los narcotraficantes guardan malas relaciones con sus homólogos. La desalmada lucha entre narcotraficantes y el Ejército ha matado a muchos inocentes y ha cuestionado la transparencia de la milicia. Ésta no sólo no ha logrado frenar el narcotráfico, sino se ha convertido en blanco de críticas por algunas de sus actitudes en la comunidad.

La añeja falta de confianza de la sociedad en la policía y ahora en la milicia se ha incrementado conforme los índices de violencia aumentan: muchos habitantes sienten miedo cuando algún policía o patrulla se acerca; muchos le temen menos a los ladrones. No es infrecuente que la muta quiera linchar policías para buscar la justicia que nunca se les ha dado. Tampoco es la serendipia la que hace que las comunidades busquen arreglar cuentas por su propia mano: es la anemia moral de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos la que ha fomentado la desconfianza y el desprecio de la sociedad civil hacia muchas de sus instituciones.

La sociedad quisiera depositarse en algo o en alguien. Imposible: la corrupción y la impunidad despellejan todo. Los connacionales que quieren trabajar tienen que emigrar a Estados Unidos; los desterrados de Salinas, de Zedillo, de Fox y de Calderón son nuestros héroes: sin sus remesas el presente sería, para muchos, irrespirable. Muchos de los connacionales que estudiaron en el extranjero, con frecuencia a costa del erario, optan por no regresar: al Estado mexicano poco le interesa invertir en ciencia o en conocimiento. Mejor invierte y desinvierte en otros rubros.

Aunque sean otros los actores, mucha tinta y dinero corrieron con la intención, desconocida, por supuesto, de crear un Golem mexicano: Juanito. El famoso Juanito expuso la altura de muchos de los rincones de nuestra política e incrementó la desazón de la población. Juanito no logró transformarse en un Golem mexicano, pero sí consiguió sumirnos en la realidad y en los tejes y manejes de nuestra clase política (son muchas las versiones acerca del Golem. Se sabe que es una invención del folclor medieval y de la mitología judía. El Golem es un ser animado fabricado usualmente de barro u otras materias inanimadas. Proteger por medio de sus acciones o de palabras mágicas o religiosas son sus principales atributos).

El último reducto podría ser la religión. Podría ser, pero no lo es. Aunque no lo he indagado ni lo he leído, aventuro las ideas siguientes. La pobreza, la extrema pobreza, erosiona todo. La idea del mundo venidero ya ni es suficiente ni es consuelo. Todo tiene un límite. La pobreza mexicana lo rebasó hace mucho. Lo rebasó con creces y lo sepultaron las posturas de Norberto Rivera y de Onésimo Cepeda. Escucharlos un momentito, no más de un minuto, es suficiente para descreer.

La espiral de la desconfianza no tiene fin. Este año fue peor que 2008; 2010 será peor que 2009. Casi no hay en quién confiar. Casi no hay en quién creer. Son muy pocas las instituciones dignas. Nuestra realidad es patética. Vivimos inmersos en la sociedad del desencuentro.

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