jueves, 12 de abril de 2012

¿Jefa de quién? Adolfo Sánchez Rebolledo

¿Jefa de quién?
Adolfo Sánchez Rebolledo

De nuevo están en campaña los alegres muchachos del 2006, los que hicieron labores de plomería electoral para subir en las encuestas al entonces candidato oficial Felipe Calderón. Son los duros y probados expertos y publicistas, el círculo de lealtad que protege al Presidente. Allí están Juan y Juan Ignacio, Germán, Max, Roberto, reforzados por la Cocoa, el inefable Cordero sacrificado al altar de la unidad y el otro Juan, el del Yunque, recién unido a la causa todavía en olor a incienso papal, sin el cual el panismo real estaría incompleto. La escuadra llega a remediar el desastroso inicio de Josefina, pero su misión es la de salvar el legado calderonista (que es el suyo) por sobre todas las cosas.

Cuando las distracciones de su equipo de campaña se encadenaron (la desbandada en el estadio Azul, el desaire de Tres Marías, la inmadurez y falta de mundo de los asesores áureos), Josefina dejó de sonreír y el Presidente supo que le había ganado la mano. El golpe de timón, para usar la frase hecha de nuestros políticos, era inevitable. Así, las banderas de la diferenciación josefinista se ahogaron en la cuna, empujadas por los errores pero sobre todo por los rumores malévolos de quienes ya pensaban en Margarita como aspirante sustituta. El chisme a plenitud. La malquerencia fraterna como estado natural de las relaciones de poder dentro del partido que presume la mayor democracia interna: Si no puede ganar la Presidencia, que al menos no inicie la persecución contra nosotros, habría podido decir en los pasillos alguna eminencia gris con capelo azul.

Si las oportunidades de Josefina se reducían a ser diferente con respecto al gobierno actual, ahora se buscará, para usar la expresión de moda, cambiar la percepción reflejada en las encuestas sin afectar al calderonismo, lo cual implica al menos dos cosas: iniciar el golpeteo al estilo 2006 (con las limitaciones impuestas por la ley) y trivializar las propuestas para mimetizarlas con los sentimientos de las capas antipolíticas de la ciudadanía de clase media. Se ve que están preocupados por la ventaja de Peña Nieto, pero también por la identidad de las propuestas en temas estratégicos que no permiten diferenciarlos, lo cual abre espacios a López Obrador para llenar el vacío propositivo con una propuesta integral de reformas y la discusión acerca del país que queremos, que ni Vázquez Mota ni Peña Nieto pueden impulsar.

Sin duda, Josefina y el grupo que la asesora y dirige usarán todos los medios a su alcance para ganar, pero no es absurdo suponer que, más allá de la retórica, están preparándose para cruzar la tormenta sin desaparecer bajo las aguas. En otras palabras: Calderón tratará de impedir que la oposición despoje al PAN de la Presidencia, pero sabe, como lo sabe el país entero, cuál es el estado del arte en lo que hace a los grandes intereses que ya han hecho su propia elección. Y en este punto conviene no olvidar que la retórica electoral panista no anula el viejo cálculo que ve en la consolidación del bipartidismo (PRI-PAN) la forma definitiva del régimen político mexicano. La cuestión de cómo queda el panismo ante la eventualidad de una victoria del PRI no es tema menor para un partido que en realidad se siente cómodo cogobernando con sus adversarios, con los cuales, valga la reiteración, mantiene grandes coincidencias.

Para la izquierda (que no por no pensar en la derrota como parte del escenario de posibilidades deja pendiente el siguiente capítulo) esa forma de asumir el compromiso electoral puede resultar extravagante, pero la derecha sabe muy bien qué quiere y qué no puede aunque quiera. Por eso, sin perder tiempo los jefes de la campaña panista solicitan un debate entre dos, excluyendo al tercero en discordia, dando por supuesto que las encuestas de hoy no sufrirán cambios significativos de aquí en adelante. Pero ese ninguneo a López Obrador es parte de la campaña, aunque de alguna forma se tengan que falsear los datos. Las encuestas se usan no como mediciones objetivas sino como instrumentos de propaganda. Así lo hizo el Presidente en su ya famosa reunión con los empresarios y así lo repitió Josefina cuando sin fundamento alguno dijo estamos a un dígito de distancia (de Peña, claro).

Es obvio que los panistas (incluyendo a la Presidencia) van a echar la casa por la ventana para crear un producto mediático competitivo. Aunque queda poco tiempo para ello disponen de enormes recursos. En eso están. De ahí las sorpresivas puntadas de humor parroquial rebautizando al autobús para inducir otra percepción de la candidata: La Jefa. Nadie habló de cambiar el mensaje, los contenidos de la campaña, la ambigüedad que hasta hoy caracteriza los compromisos de Josefina. La continuidad como estrategia se impuso bajo el velo de la mercadotecnia. El propio Ramírez Acuña, veterano en estas lides, en nota de La Jornada, dijo que los cambios pretenden generar una percepción más ágil, juvenil y fresca de la candidata. Incluso sostuvo que las decisiones asumidas el lunes nos permitirán presentar a Josefina ¡en toda su grandeza y en todo su esplendor!. Pobre Josefina. Y ella que se creía la dueña de sus actos.

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