“Ciegos. El aprendiz pensó "estamos ciegos", y se sentó a escribir el Ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupa el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante. Después, el aprendiz, como si intentara exorcizar a los monstruos engendrados por la ceguera de la razón, se puso a escribir la más simple de todas las historias: una persona que busca a otra persona sólo porque comprende que la vida no tiene nada más importante que pedirle a un ser humano. El libro se llama Todos los nombres. No escritos, todos nuestros nombres están allí. Los nombres de los vivos y los nombres de los muertos.
Termino. La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, a buen decir, más voz que la voz que ellos tienen. Perdóneseme si les ha parecido poco esto que para mí es todo”.
Fragmento final del discurso ante la Academia Sueca, 7 de diciembre de 1998
Termino. La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, a buen decir, más voz que la voz que ellos tienen. Perdóneseme si les ha parecido poco esto que para mí es todo”.
Fragmento final del discurso ante la Academia Sueca, 7 de diciembre de 1998
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