México como eufemismo
Arnoldo Kraus / La Jornada
Los malos tiempos exigen nuevas palabras. El tiempo del México de hoy requiere incontables ajustes. Para retratar la cruda realidad, las personas y los gobiernos tienen que distorsionarla, huir de ella, minimizarla o darle la vuelta. En México, los políticos, por costumbre o por genética, tienen la costumbre de decir lo que no hay que decir y de no decir lo que sí hay que decir. Ese ocultar, ese desfigurar, es un dogma de nuestra inefable política. La ineptitud de nuestros gobernantes es inmensa. Más de la mitad de la población es pobre o muy pobre. ¿Vivimos en un callejón sin salida o todavía existen algunos resquicios?
La brutalidad que nos derruye es inversamente proporcional a la esperanza de la sociedad. Casi no quedan intersticios “puros”: la violencia ha penetrado todos los rincones del país. La moral de la población decae en forma paralela a los tropiezos y las sandeces del gobierno. La esperanza de las personas se desvanece conforme se incrementan la insalubridad y la malnutrición, y conforme crecen las zonas donde el narco tiene más voz y presencia que el gobierno.
Algunas malas nuevas son irrespirables. Mentir a los niños cuando al lado de la casa aparecen cuatro cabezas, modificar las noticias en las escuelas primarias acerca de las mujeres violadas y vejadas en Ciudad Juárez o minimizar el número de la población infantil secuestrada y dedicada a la prostitución son ejercicios frecuentes. Distorsionar, mentir y disfrazar es común en el México de hoy. Los padres lo hacen para proteger a sus hijos. Lo propician y lo requieren los políticos. Sin esa distorsión la supervivencia no es fácil. Los versos de T S Elliot lo explican bien: Bueno, bueno, bueno dice el pájaro: /la especie humana / no puede soportar / demasiada realidad.
La advertencia de Elliot es correcta. Ni se puede lidiar con “demasiada realidad” ni es posible encasillar los nuevos actos dentro de los límites del idioma. De ahí la insuficiencia del lenguaje. De ahí la necesidad de nuevas palabras. Los eufemismos se utilizan y se inventan para confrontar la amarga cotidianidad. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española define la palabra eufemismo como: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Los eufemismos sirven, pero no bastan. Suelen requerirse demasiadas palabras para describir un suceso. En México los acontecimientos no sólo son “demasiado reales”: son cada vez más abominables, más execrables, más inimaginables.
¿Cómo se denomina el acto o cuál es la palabra que describe la extracción del corazón de una persona después, o quizás antes (…) de ser asesinada? La persona a la que se le inserta “un chip” –un localizador–, ¿es diferente al resto de los seres humanos? La constante repetición, ¿hace necesarias las itálicas o las comillas cuando la prensa habla de narcobloqueos, de narcofosas o de narcomensajes? ¿Cuál es la palabra que debe utilizarse para el cuerpo que queda sin su cabeza? ¿Cómo se denomina el acto que describe el asesinato de 19 personas internadas en un centro de rehabilitación? ¿Por qué la prensa escribe ejecutado en lugar de asesinado cuando se trata de una persona aniquilada por el narco? ¿Cuándo se convierte en desaparecido una persona que horas o días atrás ocupaba una silla en la oficina o una cama en la casa de la familia? ¿Levantamiento es sinónimo de asesinato, de desaparición, de secuestro, de venganza, de maldad?
Las preguntas previas encierran algunos retratos del tiempo mexicano. Las muertes de niños por desnutrición, la narcoviolencia, las personas que mueren al intentar cruzar la frontera, los secuestros exprés, los dedos de los secuestrados que llegan a las casas de sus familiares y los asesinatos de observadores extranjeros que acompañan a las caravanas de paz en Oaxaca son vivencias cotidianas que desglosan todos los días los medios de comunicación. El lenguaje carece de elementos para describir dichos sucesos. Se busca paliar esa crudeza. Imposible conseguirlo. Se intenta responder a las preguntas. Imposible hacerlo.
En las fotografías del México contemporáneo hay demasiadas zonas oscuras. No contamos con palabras suficientes para retratar esas vivencias. Darle la vuelta a esas zonas por medio de eufemismos “sanos”, como los que usan los padres para intentar explicar a sus vástagos lo que sucede con el vecino, o en su propia casa, es válido. No finalizar con la violencia y no apegarse a la verdad como lo hacen los políticos no es válido. Los malos tiempos exigen nuevas palabras. Aunque por definición México no puede ser un eufemismo, el lenguaje del tiempo mexicano no basta para describir la realidad circundante.
Arnoldo Kraus / La Jornada
Los malos tiempos exigen nuevas palabras. El tiempo del México de hoy requiere incontables ajustes. Para retratar la cruda realidad, las personas y los gobiernos tienen que distorsionarla, huir de ella, minimizarla o darle la vuelta. En México, los políticos, por costumbre o por genética, tienen la costumbre de decir lo que no hay que decir y de no decir lo que sí hay que decir. Ese ocultar, ese desfigurar, es un dogma de nuestra inefable política. La ineptitud de nuestros gobernantes es inmensa. Más de la mitad de la población es pobre o muy pobre. ¿Vivimos en un callejón sin salida o todavía existen algunos resquicios?
La brutalidad que nos derruye es inversamente proporcional a la esperanza de la sociedad. Casi no quedan intersticios “puros”: la violencia ha penetrado todos los rincones del país. La moral de la población decae en forma paralela a los tropiezos y las sandeces del gobierno. La esperanza de las personas se desvanece conforme se incrementan la insalubridad y la malnutrición, y conforme crecen las zonas donde el narco tiene más voz y presencia que el gobierno.
Algunas malas nuevas son irrespirables. Mentir a los niños cuando al lado de la casa aparecen cuatro cabezas, modificar las noticias en las escuelas primarias acerca de las mujeres violadas y vejadas en Ciudad Juárez o minimizar el número de la población infantil secuestrada y dedicada a la prostitución son ejercicios frecuentes. Distorsionar, mentir y disfrazar es común en el México de hoy. Los padres lo hacen para proteger a sus hijos. Lo propician y lo requieren los políticos. Sin esa distorsión la supervivencia no es fácil. Los versos de T S Elliot lo explican bien: Bueno, bueno, bueno dice el pájaro: /la especie humana / no puede soportar / demasiada realidad.
La advertencia de Elliot es correcta. Ni se puede lidiar con “demasiada realidad” ni es posible encasillar los nuevos actos dentro de los límites del idioma. De ahí la insuficiencia del lenguaje. De ahí la necesidad de nuevas palabras. Los eufemismos se utilizan y se inventan para confrontar la amarga cotidianidad. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española define la palabra eufemismo como: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Los eufemismos sirven, pero no bastan. Suelen requerirse demasiadas palabras para describir un suceso. En México los acontecimientos no sólo son “demasiado reales”: son cada vez más abominables, más execrables, más inimaginables.
¿Cómo se denomina el acto o cuál es la palabra que describe la extracción del corazón de una persona después, o quizás antes (…) de ser asesinada? La persona a la que se le inserta “un chip” –un localizador–, ¿es diferente al resto de los seres humanos? La constante repetición, ¿hace necesarias las itálicas o las comillas cuando la prensa habla de narcobloqueos, de narcofosas o de narcomensajes? ¿Cuál es la palabra que debe utilizarse para el cuerpo que queda sin su cabeza? ¿Cómo se denomina el acto que describe el asesinato de 19 personas internadas en un centro de rehabilitación? ¿Por qué la prensa escribe ejecutado en lugar de asesinado cuando se trata de una persona aniquilada por el narco? ¿Cuándo se convierte en desaparecido una persona que horas o días atrás ocupaba una silla en la oficina o una cama en la casa de la familia? ¿Levantamiento es sinónimo de asesinato, de desaparición, de secuestro, de venganza, de maldad?
Las preguntas previas encierran algunos retratos del tiempo mexicano. Las muertes de niños por desnutrición, la narcoviolencia, las personas que mueren al intentar cruzar la frontera, los secuestros exprés, los dedos de los secuestrados que llegan a las casas de sus familiares y los asesinatos de observadores extranjeros que acompañan a las caravanas de paz en Oaxaca son vivencias cotidianas que desglosan todos los días los medios de comunicación. El lenguaje carece de elementos para describir dichos sucesos. Se busca paliar esa crudeza. Imposible conseguirlo. Se intenta responder a las preguntas. Imposible hacerlo.
En las fotografías del México contemporáneo hay demasiadas zonas oscuras. No contamos con palabras suficientes para retratar esas vivencias. Darle la vuelta a esas zonas por medio de eufemismos “sanos”, como los que usan los padres para intentar explicar a sus vástagos lo que sucede con el vecino, o en su propia casa, es válido. No finalizar con la violencia y no apegarse a la verdad como lo hacen los políticos no es válido. Los malos tiempos exigen nuevas palabras. Aunque por definición México no puede ser un eufemismo, el lenguaje del tiempo mexicano no basta para describir la realidad circundante.
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