lunes, 19 de julio de 2010

EL GRAN PAPEL DE LAS MUJERES EN LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA


Las mujeres hicieron una enorme aportación al la Independencia de los países de América Latina. Muchas heroínas de la lucha anticolonialista entraron en la historia de México, Venezuela, Colombia y otros estados de la región.

Una de las “armas” principales de las mujeres fueron sus encantos, la capacidad de seducir a sus enemigos para que cambiaran de bando. “El delito de seducción fue una de las más frecuentes acusaciones contra las mujeres que optaron por la insurgencia”, dijo a EFE la historiadora María José Garrido. Los gobiernos coloniales en la Nueva España persiguieron y reprimieron, incluso con la muerte, a las mujeres que actuaron de ese modo.

En los diarios insurgentes de principios del siglo XIX se puede encontrar exhortaciones a las mujeres: que participen en la Guerra de Independencia de diversas maneras, que no se casen con españoles y a quienes están casadas con ellos les sugieren que se conviertan en espías en favor de la causa americana.

En las crónicas históricas hay muchos ejemplos de castigos para las mujeres por el “delito de seducción”. Así, en 1814 el comandante de las tropa insurgente Agustín de Iturbide ordenó fusilar a María Tomasa Estevez de Salas, quien fue juzgada por seducir a la tropa en la región de Salamanca. Otro de los casos fue el de Bernarda Espinoza, quien fue fusilada por expresar su júbilo ante una derrota realista y por haber vertido proposiciones en favor de los insurgentes.

En 1815 un juez calificó a tales mujeres como uno de los mayores males porque debido a su sexo eran el instrumento para seducir a toda clase de personas y quienes podrían transmitir mensajes, espiar y contrabandear armas bajo sus faldas. Por este motivo la vida privada y la sexualidad de las mujeres durante la guerra de Independencia se convirtió en un asunto de seguridad política.

Pero las mujeres no sólo actuaron como seductoras durante la lucha. Muchas de ellas fueron buenas combatientes en los campos de guerra. Entre ellas estuvo la mexicana Altagracia Mercado, conocida como la Heroína de Huichapan, quien de su propio dinero armó un pequeño ejército en cuanto se enteró de la lucha por la libertad. Se puso a la cabeza y dio la pelea a los realistas.

En un encuentro desafortunado Altagracia perdió el combate, pero sin demostrar temor siguió luchando hasta que el enemigo la capturó por fin. Su valor causó mucha admiración entre los jefes españoles y como la costumbre era no tomar prisioneros sino fusilarlos, el coronel ordenó que la dejaran en libertad diciendo: “Mujeres como ella no deben morir”.

Otro buen ejemplo de la valentía de la mujer en la guerra fue María Soto la Marina, quien prestó gran ayuda a las tropas del general Francisco Javier Mina. Las huestes de los realistas se enfrentaron con los insurgentes cerca de un río, donde las tropas del general se enfrentaron también con un enemigo quizá más poderoso: la sed. Los españoles estratégicamente se habían apoderado del río y los insurgentes no podían romper el cerco para llegar hasta el agua.

La valiente mujer hizo una gran hazaña, saliendo de la retaguardia, tomando dos cántaros y sin importar las balas enemigas comenzando a traer agua para salvar los soldados insurgentes de la sed insoportable. Varias veces María atravesó las líneas enemigas sin importar su seguridad, hasta que todos pudieron calmar su sed sin que sufriera ningún daño.

Otra conocida heroína de Independencia fue María Ignacia Rodríguez apodada ‘La Güera Rodríguez’, quien ayudó a la lucha con aportaciones de dinero que entregaba al cura Hidalgo para los primeros gastos de la insurrección. Al ser descubierta la conspiración, la mujer fue citada por el tribunal de la Inquisición.

Pero durante el proceso ‘La Güera Rodríguez’ hábilmente se convirtió en juez de sus acusadores, ya que algunos de ellos habían gozado de sus “favores de mujer”; entonces, los inquisidores decidieron desterrarla de la Ciudad de México hasta que pasara el escándalo. La distinguida dama se fue a la ciudad de Querétaro, desde donde siguió apoyando a la causa de los rebeldes.

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