Detrás de la noticia.
Ricardo Rocha
Los dos partidos están como aquella ínclita prima que medio se embarazó porque medio le gustaba. Oficialmente.
De tal suerte que ahora asistimos a una tragicomedia de proporciones gigantescas. Ni las celebérrimas “Novelas cachondas” o El Libro Vaquero están generando tantas ventas y rating como este enredo de equivocaciones mentirosas y cínicas en que se han metido el partido en el poder federal y el mayoritario en el DF.
Para empezar, ¿qué es eso de que nos acostamos nomás hasta el próximo año? Y ya después, “cada quien con su nombre, por su lado, sin cruzar para hablarnos a la otra acera”, que diría el poeta. Porque para el 2012 volveremos a ser enemigos irreconciliables. Eso sí, con varios bebecitos que ya para entonces estarán en el kínder.
Vámonos por partes. A ver: no me digan que no es absolutamente hipócrita que al aprobar por abrumadora mayoría la posibilidad de alianza con los perredistas los dirigentes del PAN mexiquense digan que es para sacar al Estado de México del “régimen autoritario y retrógrado en que lo mantiene el priísmo”. Que no se hagan. Enrique Peña Nieto puede ser todo lo limitado que se quiera y compensarlo con cantidades monstruosas de dinero mediático, pero no es ni Ulises Ruiz ni Mario Marín. Así que de lo que se trata es de descarrilarlo con una derrota local e impedir que llegue a la Presidencia de la República como el candidato más adelantado que ya es ahora.
Por el lado de la dirigencia perredista, la hipocresía es todavía mayor porque, además de la discutible praxis en Sinaloa, Puebla y Oaxaca, donde se aliaron con el PAN para ganar con ex priístas, ahora se ayuntarán una vez más con aquellos a los que acusaron de haberles robado la presidencia en el 2006. Con una pequeña diferencia. Aquí no hay unanimidad. Por lo menos una parte del PRD y algunos aliados pelearán con uñas y dientes contra la alianza. Y en el mejor de los casos, el partido que supuestamente era el más representativo de la izquierda mexicana quedará fracturado. O más bien desgarrado. Y peor aún, con la presunta virginidad perdida, querrá volver a vestirse de blanco para el 2012. Un arreglo tan hojaldra que no sería capaz de firmarlo ni un autor de vodeviles. Vámonos respetando.
Lo que no reconoce ninguno de estos dos farsantes son las netas del planeta: el PAN, su fracaso como gobierno, que le impide reafirmarse, y el PRD, su incapacidad y cobardía para presentar una propuesta de cambio profundo en México. Así que, ¿por qué no se arrejuntan de tiempo completo y fuera máscaras?
Ricardo Rocha
Los dos partidos están como aquella ínclita prima que medio se embarazó porque medio le gustaba. Oficialmente.
De tal suerte que ahora asistimos a una tragicomedia de proporciones gigantescas. Ni las celebérrimas “Novelas cachondas” o El Libro Vaquero están generando tantas ventas y rating como este enredo de equivocaciones mentirosas y cínicas en que se han metido el partido en el poder federal y el mayoritario en el DF.
Para empezar, ¿qué es eso de que nos acostamos nomás hasta el próximo año? Y ya después, “cada quien con su nombre, por su lado, sin cruzar para hablarnos a la otra acera”, que diría el poeta. Porque para el 2012 volveremos a ser enemigos irreconciliables. Eso sí, con varios bebecitos que ya para entonces estarán en el kínder.
Vámonos por partes. A ver: no me digan que no es absolutamente hipócrita que al aprobar por abrumadora mayoría la posibilidad de alianza con los perredistas los dirigentes del PAN mexiquense digan que es para sacar al Estado de México del “régimen autoritario y retrógrado en que lo mantiene el priísmo”. Que no se hagan. Enrique Peña Nieto puede ser todo lo limitado que se quiera y compensarlo con cantidades monstruosas de dinero mediático, pero no es ni Ulises Ruiz ni Mario Marín. Así que de lo que se trata es de descarrilarlo con una derrota local e impedir que llegue a la Presidencia de la República como el candidato más adelantado que ya es ahora.
Por el lado de la dirigencia perredista, la hipocresía es todavía mayor porque, además de la discutible praxis en Sinaloa, Puebla y Oaxaca, donde se aliaron con el PAN para ganar con ex priístas, ahora se ayuntarán una vez más con aquellos a los que acusaron de haberles robado la presidencia en el 2006. Con una pequeña diferencia. Aquí no hay unanimidad. Por lo menos una parte del PRD y algunos aliados pelearán con uñas y dientes contra la alianza. Y en el mejor de los casos, el partido que supuestamente era el más representativo de la izquierda mexicana quedará fracturado. O más bien desgarrado. Y peor aún, con la presunta virginidad perdida, querrá volver a vestirse de blanco para el 2012. Un arreglo tan hojaldra que no sería capaz de firmarlo ni un autor de vodeviles. Vámonos respetando.
Lo que no reconoce ninguno de estos dos farsantes son las netas del planeta: el PAN, su fracaso como gobierno, que le impide reafirmarse, y el PRD, su incapacidad y cobardía para presentar una propuesta de cambio profundo en México. Así que, ¿por qué no se arrejuntan de tiempo completo y fuera máscaras?
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