PALABRAS DEL DR. GENARO DAVID GÓNGORA PIMENTEL EN LA PRESENTACIÓN DE ENCUENTRO A.C.
Buenos días:
Me da gusto compartir con ustedes este evento. Dar ahora una idea exacta del mérito que nos ha convocado, es empresa superior a mis alcances, sólo el México de nuestros días puede explicarlo, pues es un mar de turbulencia, un mar inquieto, impulsado por las fuerzas del presente y por el vigor de la resaca que lo llevan hacia su verdadero destino.
Esta es una época de prueba para los mexicanos, día a día se van abriendo paso a la impetuosa democracia que exige el federalismo, para llegar al verdadero Estado de Derecho, y espontáneamente aumentan, como un solo grito, las exigencias sociales por un justo régimen de legalidad, orden y seguridad.
Debemos ofrecer a México una nueva esperanza sobre el futuro incierto que se avizora en el presente, con la seguridad de que el potencial para el mañana será ciertamente mejor.
Es momento de fortalecer el cambio en nuestro país, lo cual, será favorable porque nuestro esfuerzo tiene rumbo. En estos encuentros y compromisos que habremos de buscar, estamos seguros que no podremos adelantar nuestra tarea, si no vamos todos juntos, no habrá forma de hacerlo. No podemos quedarnos quietos o hacernos un lado.
La verdad debe ser la que nos una y esa cohesión, esa unión, no debe perderse. La honestidad, el valor y la decisión es, al final, la mejor política.
Hay un proyecto, una tarea y, una vocación de justicia y libertad, necesitamos crecer con equidad, hacer más efectivo al Estado; desatar la energía de la comunidad, enraizar la participación popular a través de las instituciones que el pueblo ha sabido darse.
Sólo así se podrá afirmar la transformación de un nuevo México, una nueva ciudadanía con una nueva cultura política.
Por ello, confío en la organización política que nos convoca, pues tiene la visión, el talento y el coraje para entender los tiempos que enfrenta el país y actuar en consecuencia; sin duda, logrará encabezar esta nueva cultura y este nuevo quehacer político.
Existe un poder más alto, cualquiera que sea el nombre que le demos, que nos ordena no solamente proceder con rectitud, sino también con amor, no únicamente aplicar el derecho, sino impartir justicia con misericordia.
Ahora que estamos tratando de sanar, en lo posible, las heridas que nos han dejado las luchas políticas, hagamos un esfuerzo por la restauración de la regla de oro de un proceso político justo: hermanablemente quitemos de nuestros corazones la sospecha y el odio.
Será el reto garantizar el pleno apego a la Constitución y al Derecho, en las decisiones públicas que las circunstancias exigen, abrir cauces eficaces de reconciliación para rescatar el principio político constitucional de que la soberanía reside en el pueblo, quien no puede seguir siendo presa de intereses ajenos a su bienestar.
Estas razones son el impulso para que se logre la transformación de la vida de México al establecer una nueva economía, una nueva forma de hacer política y una nueva convivencia social, más humana, más justa y más igualitaria, por ello, se debe hacer todo lo que esté en nuestras manos para apoyar esa transformación pues en ella se sustenta el futuro de los mexicanos.
No olvidemos que nuestro país tiene, como las piedras preciosas, mil facetas distintas, no perdamos tiempo, es ahora el momento del cambio y de una nueva esperanza.
Queremos a México entrañablemente y no necesitamos engañarnos sobre la existencia de los males y las flaquezas que nos agobian. Deseamos ser dignos de comprender esos males y esas flaquezas, no para exagerarlos con la ironía o el pesimismo, sino para corregirlos con el trabajo.
Gracias.
Buenos días:
Me da gusto compartir con ustedes este evento. Dar ahora una idea exacta del mérito que nos ha convocado, es empresa superior a mis alcances, sólo el México de nuestros días puede explicarlo, pues es un mar de turbulencia, un mar inquieto, impulsado por las fuerzas del presente y por el vigor de la resaca que lo llevan hacia su verdadero destino.
Esta es una época de prueba para los mexicanos, día a día se van abriendo paso a la impetuosa democracia que exige el federalismo, para llegar al verdadero Estado de Derecho, y espontáneamente aumentan, como un solo grito, las exigencias sociales por un justo régimen de legalidad, orden y seguridad.
Debemos ofrecer a México una nueva esperanza sobre el futuro incierto que se avizora en el presente, con la seguridad de que el potencial para el mañana será ciertamente mejor.
Es momento de fortalecer el cambio en nuestro país, lo cual, será favorable porque nuestro esfuerzo tiene rumbo. En estos encuentros y compromisos que habremos de buscar, estamos seguros que no podremos adelantar nuestra tarea, si no vamos todos juntos, no habrá forma de hacerlo. No podemos quedarnos quietos o hacernos un lado.
La verdad debe ser la que nos una y esa cohesión, esa unión, no debe perderse. La honestidad, el valor y la decisión es, al final, la mejor política.
Hay un proyecto, una tarea y, una vocación de justicia y libertad, necesitamos crecer con equidad, hacer más efectivo al Estado; desatar la energía de la comunidad, enraizar la participación popular a través de las instituciones que el pueblo ha sabido darse.
Sólo así se podrá afirmar la transformación de un nuevo México, una nueva ciudadanía con una nueva cultura política.
Por ello, confío en la organización política que nos convoca, pues tiene la visión, el talento y el coraje para entender los tiempos que enfrenta el país y actuar en consecuencia; sin duda, logrará encabezar esta nueva cultura y este nuevo quehacer político.
Existe un poder más alto, cualquiera que sea el nombre que le demos, que nos ordena no solamente proceder con rectitud, sino también con amor, no únicamente aplicar el derecho, sino impartir justicia con misericordia.
Ahora que estamos tratando de sanar, en lo posible, las heridas que nos han dejado las luchas políticas, hagamos un esfuerzo por la restauración de la regla de oro de un proceso político justo: hermanablemente quitemos de nuestros corazones la sospecha y el odio.
Será el reto garantizar el pleno apego a la Constitución y al Derecho, en las decisiones públicas que las circunstancias exigen, abrir cauces eficaces de reconciliación para rescatar el principio político constitucional de que la soberanía reside en el pueblo, quien no puede seguir siendo presa de intereses ajenos a su bienestar.
Estas razones son el impulso para que se logre la transformación de la vida de México al establecer una nueva economía, una nueva forma de hacer política y una nueva convivencia social, más humana, más justa y más igualitaria, por ello, se debe hacer todo lo que esté en nuestras manos para apoyar esa transformación pues en ella se sustenta el futuro de los mexicanos.
No olvidemos que nuestro país tiene, como las piedras preciosas, mil facetas distintas, no perdamos tiempo, es ahora el momento del cambio y de una nueva esperanza.
Queremos a México entrañablemente y no necesitamos engañarnos sobre la existencia de los males y las flaquezas que nos agobian. Deseamos ser dignos de comprender esos males y esas flaquezas, no para exagerarlos con la ironía o el pesimismo, sino para corregirlos con el trabajo.
Gracias.
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