Se da por hecho que en la reunión cumbre de países latinoamericanos y del Caribe que arranca hoy en Cancún se impulsará la creación de un organismo continental que no incluirá a Estados Unidos y Canadá. Además de ese punto –que será, sin duda, el plato fuerte del encuentro–, se pondrán sobre la mesa temas cruciales, como la reconstrucción de Haití; el respaldo continental a la reivindicación argentina sobre la soberanía de las Islas Malvinas; el quiebre de la normalidad institucional en Honduras; el riesgo que representa la instalación de bases militares estadunidenses en territorio colombiano; el restablecimiento de relaciones entre Colombia y Ecuador –rotas a raíz de la incursión militar ordenada por Álvaro Uribe Vélez sobre territorio ecuatoriano, en la cual fueron asesinados, además de un comandante de la guerrilla colombiana, Raúl Reyes, cuatro estudiantes mexicanos y varios ciudadanos ecuatorianos, y resultaron heridas varias personas–, así como el persistente bloqueo económico que el gobierno estadunidense mantiene contra Cuba desde hace casi medio siglo.
A reserva de analizar esos temas en un momento posterior, ha de destacarse que la convocatoria a la conformación de un nuevo organismo regional sin Estados Unidos y Canadá reviste trascendencia histórica pues, de concretarse, dotará a las naciones del subcontinente de un mecanismo de resolución de diferencias al margen de la influencia de Washington. Como destacó ayer el presidente boliviano, Evo Morales, en el acto que protagonizó en Coyoacán, esa influencia ha sido, es y seguirá siendo factor principalísimo de atraso, desunión y dependencia en los países latinoamericanos.
Por lo demás, la Organización de Estados Americanos (OEA) es muestra fehaciente de la proyección neocolonial de Washington en la región y de la manera en que ésta impide la democratización, el desarrollo económico y el ejercicio de la soberanía de las naciones situadas al sur del río Bravo. Un ejemplo inmediato de la inoperancia de esa organización es su incapacidad para contrarrestar el golpe de Estado que tuvo lugar en Honduras a mediados del año pasado y que desembocó en un gobierno carente de legitimidad en esa nación centroamericana. Más allá de eso, la historia misma de la OEA es la de medio siglo de injerencias políticas, económicas, militares y diplomáticas de Washington en América Latina, y es claro que el subcontinente requiere de un foro en el que sus gobiernos puedan tratar diferendos binacionales y crisis nacionales, así como impulsar una integración regional que, en el marco de la globalización económica, resulta ya no sólo deseable, sino también impostergable.
En este sentido, si en Cancún se consigue impulsar la organización continental referida, se dará un impulso de gran relevancia –por encima de diferencias políticas e ideológicas y de estrategias económicas– al proyecto de unidad latinoamericana, un proyecto que aparece desde los procesos de independencia de los países de la región.
No hay comentarios:
Publicar un comentario