Bajo protesta (Si nos unió el amor, que nos una el espanto)
Armando Bartra
Imagen del pasado día primero Foto Carlos Ramos Mamahua
Al prácticamente
concluir el cómputo de la elección presidencial, la ven- taja de Enrique
Peña Nieto sobre Andrés Manuel López Obrador es de más de seis puntos.
La diferencia es de más de 3 millones de votos, casi imposible revertir
aun corrigiendo las numerosas irregularidades ocurridas el día de la
elección y en el recuento, que al parecer fueron menores que hace seis
años. La perversión del proceso fue mayúscula, ofensiva, obscena, sólo
que ocurrió sobre todo durante la campaña y aun antes. Hoy lo central no
es, como en 2006, contar bien los votos, sino determinar si por sus
evidentes distorsiones e inequidades es necesario anular la elección.
A todas luces esta fue una elección fraudulenta. Y lo fue mucho antes del día de los comicios, desde el momento en que los poderes fácticos decidieron que Peña Nieto sería el próximo presidente y las televisoras empezaron a construirlo con millonarios contratos de por medio. Lo fue desde que los gobernadores del PRI se reunieron con Peña Nieto en la casa de gobierno del estado de México y se pusieron de acuerdo en canalizar sus clientelas y los recursos públicos que manejan a la elección de su candidato. Lo fue desde que se emplearon millones y millones de pesos en tarjetas de débito de Monex, o telefónicas, para inducir el voto. Lo fue desde que se movilizaron cientos de camiones con baratijas destinadas a comprar conciencias. Lo fue desde el momento en que Peña Nieto rebasó por cientos de millones el tope de gastos de campaña. El candidato que de arranque hace trampa, ilegitima anticipadamente su eventual triunfo. Y en este sentido, la presunta mayoría de Peña Nieto es ilegítima, independientemente de los muchos o pocos vicios de la jornada comicial. Cierto, no hay votantes de segunda, y quienes lo hicieron por el PRI merecen respeto, pero también es verdad que millones de los sufragios por Peña Nieto, comprados o inducidos a la mala, son votos chatarra.
Que de haber ganado en las urnas hubiéramos aceptado la elección y, en cambio, la calificamos de tramposa cuando el resultado no nos favorece. ¡Claro! Aquí, como en el futbol, opera la ley de la ventaja: si pese a que te clavaron los tacos, te jalaron la camiseta y te patearon la espinilla metes gol, la jugada vale, pero si, por el contrario, las trapacerías benefician al que las cometió, la jugada se anula. Y esta vez las marrullerías beneficiaron al marrullero, de modo que hay que anular la jugada.
El pasado 2 de julio, cuando López Obrador anunciaba que impugnaría los comicios, decenas de miles de jóvenes convocados por las redes sociales estaban en la calle repudiando la imposición y desconociendo la elección. Porque esta vez la imposición agravia a López Obrador, al Frente Progresista y a Morena, pero también al movimiento #YoSoy132, que durante semanas desenmascaró el carácter fraudulento del proceso. Y ofende igualmente a los millones de mexicanos sin partido que se identifican con la izquierda, a los millones de mexicanos críticos que se sienten representados por los jóvenes y a los millones de mexicanos honestos que, independientemente de cuál fuera su candidato, hubieran querido que ganara o perdiera en elecciones limpias, lo que no ocurrió porque la delincuencia organizada pervirtió los comicios. Y no me refiero al narco, sino a las bandas de delin- cuentes electorales que enlodaron todo el proceso.
El fraude de 2012 no es sólo contra López Obrador y sus seguidores, es un fraude a la nación representada por su juventud estudiosa. ¿Cómo van a explicar a los universitarios apenas debutantes en la lucha social que así son las cosas; que hay que comer sapos, que en política gana el que gana aunque sea un frankenstein de televisa, aunque no haya leído un libro, aunque le enseñe a su hija a despreciar a los proles, aunque tenga las manos manchadas de sangre…
2. De momento, hay que procesar el duelo, porque nos han matado una ilusión y en las próximas semanas se irán definiendo colectivamente las acciones necesarias para enfrentar la situación presente. Pero algo me queda claro: de aquí en adelante habremos de vivir bajo protesta. En los próximos meses y años deberemos estar en resistencia permanente. Para los que estamos hechos a la mala vida no es novedad. Pero los debutantes y los muchos que pensaron que –ahora sí– tomábamos el cielo por asalto, tendrán que hacerse a la idea de que Morena vive y la lucha sigue, de que 132 vive y la lucha sigue y sigue y sigue…
Lo bueno es que aquí nadie está solo. En los últimos años
hemos ido construyendo una gran fuerza colectiva, un movimiento nacional
con más de 4 millones de adherentes. Hombres y mujeres que antes no nos
conocíamos y hoy nos miramos a los ojos, nos sonreímos y nos abrazamos,
pues somos parte de un nuevo proyecto de país, militantes de una
ilusión, impulsores de una utopía posible.
Para muchos, los años recientes han sido de alegría. Años llenos de
camaradería, de marchas y de mítines multitudinarios, de asambleas
entusiastas, de acalorados debates… Años de un activismo fraterno y
entrañable que nos llevó a encontrarnos con el México oculto, con el
México soterrado de los millones y millones de inconformes, de
insumisos, de rebeldes que en este país vivimos. No dejemos que nos
quiten esta alegría.
La alegría de estar juntos y trabajando por una causa justa y
generosa. Pase lo que pase en las próximas horas, el domingo nos vemos
de nuevo en el parque de la colonia Postal; junto a los pollos asados en
el camellón de Plutarco Elías Calles; con el Morenaje en la Plaza Roja
de la UAM; presentando un libro en las islas de Ciudad Universitaria a
coro con Paco Taibo y sus huestes de Brigada para Leer en Libertad; en
el Deportivo de San Andrés con mis vecinos; en el Kaltaixpetaniloyan de
Cuetzalan, con los cooperativistas nahuas y totonacos de la Tosepan; en
la Casa que el Movimiento tiene en Saltillo, Coahuila; en las
entrañables oficinas de Morena, en Córdoba esquina con San Luis.
Nos pueden arrebatar la elección, pero la alegría ¿cuándo? A la hora
en que ellos frunzan el ceño preocupados porque ya les cayeron en la
maroma, nosotros nos reiremos en su cara.
Pero para esto necesitamos conservar la organización, necesitamos
conservar al Morena y al 132. Y no será fácil, pues se trata de
movimientos construidos para la presente elección. Su potencial y
proyecto no se agotan en estos comicios, pero su estructura, prioridades
y dinámica están marcados por una fecha cabalística: el 1º de julio de
2012. Por unos días o semanas lo central seguirá siendo el destino de
estos malhadados comicios, pero tarde o temprano habrá que cambiar de
terreno. Volver al día a día, a las luchas cotidianas de carácter local o
sectorial. Y también a los grandes desafíos nacionales, pues la posible
continuidad de la derecha en el poder es la continuidad del anti
México, la continuidad de las políticas contrarias al interés popular;
la continuidad de los esfuerzos por sacar adelante las llamadas
reformas estructurales. Ya los paramos una vez, y los seguiremos parando, pero para esto no hay que perder el vuelo que traemos y hay que conservar y reencauzar la organización.
¿Que el Morena debe transformarse en partido? Chance, pues los que
hay y se dicen progresistas están desfondados, y para los fines de la
política institucional hace falta un verdadero partido de las
izquierdas. Pero lo más importante es que Morena siga siendo un
movimiento: un movimiento social y ciudadano, un movimiento plural e
incluyente, un movimiento de lucha y resistencia, una fuerza solidaria
con todas las causas populares, un espacio de reflexión y convivencia en
el que quepan todos. Si se va a hacer un nuevo partido, que se haga.
Pero si quisieran convertir al Morena en un partido tradicional, a la
antigüita, y quitarle su carácter de movimiento, entonces tendríamos que
crear otro Morena. ¿Qué les parece ponerle Plataforma Revolucionaria
Independiente de Estudiantes, Trabajadores y Artistas? Ya sé que suena
mal, pero se lee Prieta. Y es que, como dicen, es hora de radicalizar el
discurso.
***
En la de malas, una buena noticia: como todos saben, ganamos de calle
en el DF. Y yo me siento orgulloso de ser defeño. Antes los del
interior decían:
Haz patria, mata un chilango, ya no lo dicen, porque si todos los mexicanos fueran como los chilangos, desde hace dos sexenios la derecha habría dejado de gobernar el país. Ahora se trata de hacer de la capital un reducto progresista, en primer lugar garantizando que el próximo gobierno siga una línea de izquierda y en segundo buscando que el ejemplo de chilangolandia prenda en el resto del país.
PD: Si México no ha de seguir siendo furgón de cola de América
Latina, subcontinente donde por vía electoral avanzan los gobiernos
progresistas, es necesario que en nuestro país se unan las izquierdas
sin renunciar a sus diferencias. Que converjan el Morena y el 132; que
los gremios democráticos y los movimientos en resistencia estrechen sus
lazos, que confluyan La sexta y los posibilistas. No hay de otra. Lo
diré parafraseando a Jorge Luis Borges: Si no nos unió el amor, que nos
una el espanto.
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