Detrás del telón
Arnaldo Córdova / La Jornada
Todo mundo parece estar de verdad impresionado por los recientes escándalos que han escenificado las dirigencias del PAN y el PRI y los más altos funcionarios panistas del gobierno. Por supuesto, ha sido algo que se ha tendido a dramatizar hasta el exceso, desde aquellos que, con cierta tristeza, afirman que la histórica alianza entre el PRI y el PAN ha tocado a su fin, pasando por las sempiternas buenas conciencias que vomitan por todos lados por el asco que les producen los partidos y sus abominables pleitos, hasta quienes se regocijan por el buen show que se les ha proporcionado.
Bueno, desde luego que en los partidos es en los que el drama se ha llevado al exceso. Ver a panistas y priístas acusándose mutuamente de ser traidores y mentirosos a algunos les puede parecer muy divertido. En el PAN es donde la cosa parece más trágica. De entrada, sus dirigentes admitieron que fueron “chamaqueados” y engañados. La arremetida de Nava contra Paredes y Peña Nieto ha sido, de verdad, feroz. De mentirosos y traidores no les ha bajado un pelo. Sólo que en ese partido se han abierto dos frentes: el de Nava contra los priístas y el de Espino contra Nava y Calderón. De éste dijo que pactó con Elba Esther Gordillo a espaldas del PAN y del pacto de Nava con Paredes y Peña Nieto afirmó que lo avergonzaba.
Pero en el PRI las cosas también han ido de antología. Fueron particularmente virulentas las amenazas que los ex presidentes priístas dirigieron a los panistas. También ellos se lanzaron contra Calderón. Gustavo Carvajal dijo que “el responsable de todo este enrarecimiento político y sus eventuales resultados es Calderón, no César Nava”. Humberto Roque declaró que, ya que el PAN estaba en guerra con ellos, así les iba a ir y también reiteró que “esto es responsabilidad única de Calderón”. María de los Ángeles Moreno se mofó de los panistas diciendo que siempre serán “oposición” y, desmemoriada que es, porque ella, desde que era subsecretaria de Salinas en Programación y Presupuesto, contribuyó a elaborar la política económica que los panistas han seguido, declaró que la crisis económica actual es “algo nunca visto en 50 años”. Ahora los priístas están de acuerdo con quienes dicen que Calderón se robó la Presidencia en 2006 y es un espurio.
¿Quién destapó la cloaca? Difícilmente pudieron ser los dirigentes panistas. Ellos no sólo fueron “chamaqueados”, sino blanqueados a mansalva. Y el juego lo comenzó Gómez Mont, denunciando, a través de su renuncia al PAN, el vergonzoso pacto al que habían llegado panistas y priístas. A mí me resulta muy claro que el secretario de Gobernación y su jefe (el “Jefe”) están desde hace mucho en contubernio con Peña Nieto. Fueron Peña Nieto y su servil seguidora, Beatriz Paredes, que así ha salvado la piel, quienes fraguaron toda esta comedia, para hacerle ver a los panistas que no podían tan impunemente andar haciendo aliancitas “antinaturales” con la izquierda partidista. Resulta que la declaración de guerra proviene de los panistas aliados desde siempre con Salinas y los priístas, y no de su dirigencia.
Yo todavía no puedo creer que llegaría el momento en el que el PAN, cada vez más derechista y reaccionario, encontraría el madero de su salvación en el mar en el que se hunde en una alianza con los partidos de izquierda. Unos y otros comparten el miedo atroz que les han provocado los sucesos electorales del PRI en 2009 y ambos piensan que, uniéndose, van a contrarrestar la aplanadora priísta. Deben estar soñando lo mismo que los priístas sueñan cuando cacarean la imbatible fuerza que ahora creen poseer. Todos ellos tienen anteojeras que no les permiten ver las cosas como realmente son.
A mí no me cabe duda, por supuesto, de que el PRI va a barrer en todas las elecciones del año próximo; pero no va a ser, desde luego, por su supuesta imbatibilidad, sino porque quienes son sus mandones así lo han decidido ya. Dentro del PRI las cosas también están ardiendo y eso muestra que los priístas son tan ineptos para dirigir su política como los mismos panistas. No ha habido estado en el que no haya habido desgarramientos internos por las decisiones de los caciques estatales al designar a sus candidatos. Beatriz Paredes no ha hecho otra cosa que andar de palera y alcahueta de esos caciques, bendiciendo sus decisiones. El PRI vuelve a ser el eterno semillero de candidatos perdedores para la oposición.
Es en realidad asombrosa la desvergüenza de los priístas cuando ahora todos ellos en coro acusan a los panistas de malgobierno, cuando todos sabemos que ellos han sido, incluso después de Zedillo, quienes han diseñado la política económica del país y, además, han sido los principales promotores de los cambios legislativos con los que los panistas han malgobernando y con los que ellos también, indefectiblemente, nos seguirán malgobernando. La verdadera cúpula del poder es la que ha montado este sainete y la que le ha prestado los foros para convertirlo en una falsa rendición de cuentas entre los partidos derechistas. Los priístas y los panistas deberían saber que los han estado manejando para propósitos turbios y truculentos. Y si no lo saben son unos tontos sin remedio.
¿Qué podrían conseguir los oligarcas, verdaderos dueños del poder en México con esta pestilente maniobra? Para mí está bastante claro: enflaquecer al PAN, para que en la próxima contienda ni aliado con la izquierda pueda ya aspirar a nada y darle mayores ínfulas al PRI, claro, pero pastoreando a la ciudadanía hacia el objetivo de hacerla más intolerante con los partidos, por sucios y estúpidos, y decidirla a dar su voto al único partido que muestra de verdad ser fuerte y, por lo menos, suficientemente pillo y sinvergüenza como para obtener un triunfo inobjetable. Hoy los ciudadanos, en efecto, ya no miran a las bondades de los partidos, sino en darle el triunfo y la fuerza al que les pueda sacar del hoyo en el que ellos mismos los han metido. Que todo esto es paradójico, no cabe duda.
Y, ¿qué pasa con la izquierda? Pues que también da pena. Camacho debe sentir que ya tiene a los panistas en la bolsa y, lo que más sorprende, parece creer en serio que los triunfos están a la vuelta de la esquina. Pude observar cómo se gozaron algunos diputados de izquierda la perorata de ese merolico, sobrado de perico pero escaso de cerebro, que es César Augusto Santiago, cuando le rendía pleitesía a las grandes faldas de Beatriz Paredes.
Me resulta de verdad impactante cómo las riñas envenenadas y ridículas de los partidos a muchos les puedan parecer algo de lo que vale la pena ocuparse cuando a todos nos están tendiendo una celada que luego vamos a lamentar. Y lo más aterrador, sin asomo de exageración, es ver a nuestra ciudadanía totalmente desarmada para poder saber que se la está conduciendo al matadero y todavía lo celebra.
Arnaldo Córdova / La Jornada
Todo mundo parece estar de verdad impresionado por los recientes escándalos que han escenificado las dirigencias del PAN y el PRI y los más altos funcionarios panistas del gobierno. Por supuesto, ha sido algo que se ha tendido a dramatizar hasta el exceso, desde aquellos que, con cierta tristeza, afirman que la histórica alianza entre el PRI y el PAN ha tocado a su fin, pasando por las sempiternas buenas conciencias que vomitan por todos lados por el asco que les producen los partidos y sus abominables pleitos, hasta quienes se regocijan por el buen show que se les ha proporcionado.
Bueno, desde luego que en los partidos es en los que el drama se ha llevado al exceso. Ver a panistas y priístas acusándose mutuamente de ser traidores y mentirosos a algunos les puede parecer muy divertido. En el PAN es donde la cosa parece más trágica. De entrada, sus dirigentes admitieron que fueron “chamaqueados” y engañados. La arremetida de Nava contra Paredes y Peña Nieto ha sido, de verdad, feroz. De mentirosos y traidores no les ha bajado un pelo. Sólo que en ese partido se han abierto dos frentes: el de Nava contra los priístas y el de Espino contra Nava y Calderón. De éste dijo que pactó con Elba Esther Gordillo a espaldas del PAN y del pacto de Nava con Paredes y Peña Nieto afirmó que lo avergonzaba.
Pero en el PRI las cosas también han ido de antología. Fueron particularmente virulentas las amenazas que los ex presidentes priístas dirigieron a los panistas. También ellos se lanzaron contra Calderón. Gustavo Carvajal dijo que “el responsable de todo este enrarecimiento político y sus eventuales resultados es Calderón, no César Nava”. Humberto Roque declaró que, ya que el PAN estaba en guerra con ellos, así les iba a ir y también reiteró que “esto es responsabilidad única de Calderón”. María de los Ángeles Moreno se mofó de los panistas diciendo que siempre serán “oposición” y, desmemoriada que es, porque ella, desde que era subsecretaria de Salinas en Programación y Presupuesto, contribuyó a elaborar la política económica que los panistas han seguido, declaró que la crisis económica actual es “algo nunca visto en 50 años”. Ahora los priístas están de acuerdo con quienes dicen que Calderón se robó la Presidencia en 2006 y es un espurio.
¿Quién destapó la cloaca? Difícilmente pudieron ser los dirigentes panistas. Ellos no sólo fueron “chamaqueados”, sino blanqueados a mansalva. Y el juego lo comenzó Gómez Mont, denunciando, a través de su renuncia al PAN, el vergonzoso pacto al que habían llegado panistas y priístas. A mí me resulta muy claro que el secretario de Gobernación y su jefe (el “Jefe”) están desde hace mucho en contubernio con Peña Nieto. Fueron Peña Nieto y su servil seguidora, Beatriz Paredes, que así ha salvado la piel, quienes fraguaron toda esta comedia, para hacerle ver a los panistas que no podían tan impunemente andar haciendo aliancitas “antinaturales” con la izquierda partidista. Resulta que la declaración de guerra proviene de los panistas aliados desde siempre con Salinas y los priístas, y no de su dirigencia.
Yo todavía no puedo creer que llegaría el momento en el que el PAN, cada vez más derechista y reaccionario, encontraría el madero de su salvación en el mar en el que se hunde en una alianza con los partidos de izquierda. Unos y otros comparten el miedo atroz que les han provocado los sucesos electorales del PRI en 2009 y ambos piensan que, uniéndose, van a contrarrestar la aplanadora priísta. Deben estar soñando lo mismo que los priístas sueñan cuando cacarean la imbatible fuerza que ahora creen poseer. Todos ellos tienen anteojeras que no les permiten ver las cosas como realmente son.
A mí no me cabe duda, por supuesto, de que el PRI va a barrer en todas las elecciones del año próximo; pero no va a ser, desde luego, por su supuesta imbatibilidad, sino porque quienes son sus mandones así lo han decidido ya. Dentro del PRI las cosas también están ardiendo y eso muestra que los priístas son tan ineptos para dirigir su política como los mismos panistas. No ha habido estado en el que no haya habido desgarramientos internos por las decisiones de los caciques estatales al designar a sus candidatos. Beatriz Paredes no ha hecho otra cosa que andar de palera y alcahueta de esos caciques, bendiciendo sus decisiones. El PRI vuelve a ser el eterno semillero de candidatos perdedores para la oposición.
Es en realidad asombrosa la desvergüenza de los priístas cuando ahora todos ellos en coro acusan a los panistas de malgobierno, cuando todos sabemos que ellos han sido, incluso después de Zedillo, quienes han diseñado la política económica del país y, además, han sido los principales promotores de los cambios legislativos con los que los panistas han malgobernando y con los que ellos también, indefectiblemente, nos seguirán malgobernando. La verdadera cúpula del poder es la que ha montado este sainete y la que le ha prestado los foros para convertirlo en una falsa rendición de cuentas entre los partidos derechistas. Los priístas y los panistas deberían saber que los han estado manejando para propósitos turbios y truculentos. Y si no lo saben son unos tontos sin remedio.
¿Qué podrían conseguir los oligarcas, verdaderos dueños del poder en México con esta pestilente maniobra? Para mí está bastante claro: enflaquecer al PAN, para que en la próxima contienda ni aliado con la izquierda pueda ya aspirar a nada y darle mayores ínfulas al PRI, claro, pero pastoreando a la ciudadanía hacia el objetivo de hacerla más intolerante con los partidos, por sucios y estúpidos, y decidirla a dar su voto al único partido que muestra de verdad ser fuerte y, por lo menos, suficientemente pillo y sinvergüenza como para obtener un triunfo inobjetable. Hoy los ciudadanos, en efecto, ya no miran a las bondades de los partidos, sino en darle el triunfo y la fuerza al que les pueda sacar del hoyo en el que ellos mismos los han metido. Que todo esto es paradójico, no cabe duda.
Y, ¿qué pasa con la izquierda? Pues que también da pena. Camacho debe sentir que ya tiene a los panistas en la bolsa y, lo que más sorprende, parece creer en serio que los triunfos están a la vuelta de la esquina. Pude observar cómo se gozaron algunos diputados de izquierda la perorata de ese merolico, sobrado de perico pero escaso de cerebro, que es César Augusto Santiago, cuando le rendía pleitesía a las grandes faldas de Beatriz Paredes.
Me resulta de verdad impactante cómo las riñas envenenadas y ridículas de los partidos a muchos les puedan parecer algo de lo que vale la pena ocuparse cuando a todos nos están tendiendo una celada que luego vamos a lamentar. Y lo más aterrador, sin asomo de exageración, es ver a nuestra ciudadanía totalmente desarmada para poder saber que se la está conduciendo al matadero y todavía lo celebra.
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